Se incrementa la tortura en México con la guerra contra narcotráfico

Marcela Salas Cassani

Jornada de lucha contra la tortura

México, DF. En el marco de la guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, declarada en 2007 por Felipe Calderón, y 25 años después de que el gobierno del país firmó y ratificó la Convención de Naciones Unidas contra la Tortura, ésta se practica en México de manera cotidiana, con toda impunidad y es utilizada como arma para desarticular movimientos sociales, aterrorizar a la población y fabricar culpables, sostiene Felicitas Treue, del Colectivo contra la Tortura y la Impunidad.

“El Estado mexicano”, dice Treue, “a pesar de haber firmado convenios internacionales, sigue sin investigar las denuncias al respecto. Siguen practicándose el arraigo, las detenciones arbitrarias y la fabricación de culpables, además de la permanencia del fuero militar, el cual desafía abiertamente las observaciones de diversos organismos internacionales”, asegura la activista.

“La tortura”, define Carlos Fazio, conocedor del tema y articulista de La Jornada, “es un instrumento político de la dominación violenta ejercida a través del Estado que busca generar un clima de miedo en la población. Es una actividad intencional y premeditada, programada de manera sistemática y científica para la producción de dolores físicos y psíquicos que además constituye un asalto violento a la integridad humana. Pero, en su contexto actual en México, la tortura va más allá de su origen etimológico, que es infligir dolor. En términos políticos, la tortura es el nivel represivo más agudo del enfrentamiento de las fuerzas sociales. A parte de obtener información, la finalidad de la tortura es destruir y quebrantar al sujeto, y, por medio de la ejemplificación aterrar a la población y a los opositores al régimen”.

Carlos Fazio sostiene además que las triadas: secuestro, tortura, desaparición o detención, tortura y ejecución son métodos contra revolucionarios utilizados para reprimir la lucha político social, son métodos ilegales, aplicados por agentes estatales.

En Chiapas, “los cuerpos de seguridad han asumido la tortura como una práctica común de investigación”, afirma Jorge Hernández, del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas. “En el 2010”, dice Hernández, “hubo 24 víctimas, mientras que en lo que va del 2011, ya ha habido 18 denuncias, por lo que la tendencia indica que se superarán los casos de tortura registrados el año pasado”.

“En Oaxaca el gobierno utiliza la tortura como método de control del descontento social y la ha convertido en una herramienta del terrorismo de Estado”, denuncia Sara Méndez, de la organización Código DH. “Mientras que en Jalisco”, apunta César Pérez Verónica, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo “hay una situación similar de abusos, como en mayo de 2004, cuando un grupo de altermundistas fueron brutalmente reprimidos”.

La tortura, las detenciones ilegales, las desapariciones forzadas de personas y las ejecuciones sumarias extrajudiciales se han multiplicado durante la guerra de Calderón, afirma Carlos Fazio y asegura que ésta es “una guerra estúpida, que fue diseñada en Washington y sustentada de manera falaz en la estrategia de policías y ladrones”.

Tortura Sexual

“La tortura sexual irrumpió en México, los días 3 y 4 de mayo de 2006”, señala Fazio: “Testimonios de las presas políticas del penal de Santiaguito no dejaron lugar a dudas, revelaron que sus captores-violadores tuvieron un mismo patrón de conducta sádica y lasciva: señalaron que fueron encapuchadas, les cubrieron la cara con su propia ropa, las desnudaron de manera violenta, las sometieron al peor trato verbal, las llamaron putas, perras, hijas de la chingada, pendejas mientras las golpeaban con saña en todo el cuerpo; tocaron sus genitales con brutalidad, las penetraron con los dedos u objetos y en algunos casos con el pene; varias fueron obligadas a hacer sexo oral. Durante varias horas, fueron sometidas a tortura física y mental, y a todas se les negó asistencia médica o legal, lo que aumentó su vulnerabilidad”.

En este sentido, Fazio asevera que la violencia erótica y la colonización del cuerpo de las mujeres, es la concreción del poder que otorga la autoridad, pero además esa expresión de la violencia forma parte de la tortura que es un hecho fundamentalmente político: “Quienes aplicaron tormento físico, psicológico y sexual en contra de las detenidas y los detenidos, cumplían órdenes superiores, obedecían a una cadena de mando”.

Hablan víctimas de la tortura

“Para poder superar las huellas psicológicas que quedan después de una experiencia como la que viví, es necesario admitir que el ser humano es vulnerable y, a partir de ahí, comenzar a reconstruirse emocionalmente”, señala Italia Méndez, una de las mujeres que sufrieron agresiones sexuales durante la incursión policiaca en mayo de 2006 en San Salvador Atenco.

Tras sobrevivir a tres episodios de tortura, Marcelino Coache, ex portavoz de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, afirma que a pesar de los sufrimientos “es mejor seguir en la lucha que permanecer callados”.

“Sobrevivir a la tortura no es únicamente conservar la vida en su estricto sentido biológico”, dice Jacobo Silva Nogales, ex militante del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente,  “sino preservar lo que le hace ser a uno lo que era: la personalidad, porque hay quienes conservan la vida pero a cambio dejan de ser lo que eran. La tortura tiene como objeto despersonalizar al individuo, destrozarlo, someterlo, hacer de él otra persona diferente a lo que era, así que conservar en uno aquél que era es sobrevivir, es vencer».

Publicado el 01 de Julio de 2011

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