El principio antagonista

Massimo Modonesi

La derechización del mundo y las elecciones en Francia y Venezuela

La derechización del mundo es una tendencia epocal iniciada con la derrota de los movimientos revolucionarios en Europa, América Latina y Estados Unidos en los años 70 y 80 del siglo XX, acelerada por la caída del muro de Berlín en 1989 y el derrumbe del bloque soviético, pero que sigue inexorablemente su curso, aun con algunos sobresaltos que marcan contratendencias hacia la izquierda y pueden dar la sensación de que se detuvo la deriva hacia la derecha y se operó una inversión de dirección, un cambio de época.

Si la derechización ha sido particularmente sensible en el norte del mundo, en Europa, Norteamérica y Rusia, no deja de registrarse de forma similar en el sur, donde entre los años 40 y 70 los movimientos de liberación nacional habían modificado equilibrios políticos de mediana y larga duración (lo casos de China y de la India destacan al interior de una larga lista de involuciones en este sentido). América Latina ha sido sorprendentemente, en los últimos veinte años, una excepción. Al mismo tiempo, la derecha nunca dejó de estar firmemente asentada en México y Colombia y recientemente abrió brechas en Argentina y en Venezuela. Aún en los países donde los gobiernos progresistas siguen en pié se observa desde hace unos años un giro regresivo, tanto por el fortalecimiento de las oposiciones partidarias de la restauración neoliberal como por la misma derechización que opera al interior de los bloques y las alianzas sociales y políticas que sostienen estos gobiernos.

La derechización se manifiesta como un proceso multidimensional y transversal que recorre las distintas formas de la política. Atraviesa el terreno de la correlación de fuerzas y el conflicto socio-político, pasa por los equilibrios electorales entre fuerzas partidarias y finalmente se asienta en el plano ideológico, en la disputa por el sentido común. La derechización es tanto un giro político-institucional, un cambio de colores y orientaciones de los gobiernos, la pérdida de capacidad de contrapoder de partidos y sindicatos, un serie de impulsos hacia la despolitización, desmovilización, pasivización y subalternización y finalmente un corrimiento cultural hacia ideas y valores conservadores y reaccionarios. Niveles y planos que no se mueven siempre sincrónicamente pero están estrechamente interconectados e interdependientes.

En el plano político electoral, este mismo domingo 7 de diciembre, los resultados en Venezuela y en Francia aparecen como episodios que merecen ser analizados y entendidos en sus coordenadas y determinaciones nacionales pero, al mismo tiempo, como parte de un giro interno a la tendencia general a la derechización del mundo.

En Francia, aprovechando el clima generado por los atentados en París, ganó abrumadoramente las elecciones regionales el Frente Nacional, un partido de ultraderecha de origen neofascista que nunca había obtenidos tantos votos y se proyecta ahora de forma amenazante hacia las próximas elecciones presidenciales de 2017. Mientras tanto los socialistas son cada día más centristas, nacionalistas y liberales y, a su izquierda, el Frente de Izquierda no logra organizar instancias de contrapoder ni obtener cantidades significativas de votos. Un corrimiento hacia la derecha que modificó hasta los patrones tradicionalmente republicanos del espectro político francés.

En Venezuela, después de casi veinte años se rompe el mito de la imbatibilidad electoral del chavismo y de su inquebrantable arraigo popular. Las conquistas socialistas y nacionalistas de la revolución bolivariana son amenazadas por la avanzada de un conjunto no homogéneo de fuerzas de derecha que lograron capitalizar las dificultades económicas objetivas y las contradicciones de un proceso político no exento de vicios internos. Tampoco aparecen, a primera vista, a contrapelo de la derechización, señales de reactivación del entusiasmo y la participación popular en el pasado dieron impulso a las reformas antineoliberales.

A nivel puntual, las excepciones a esta tendencia general a la derechización del mundo parecen lamentablemente confirmar la regla. Un ejemplo dramático de los últimos tiempos ha sido el caso de Syriza en Grecia, una coalición izquierdista que canalizó el descontento social y despertó expectativas sobre la posibilidad de una salida a la izquierda de la crisis económica pero que finalmente tuvo que aceptar las presiones de las instituciones europeas –encabezadas por el gobierno alemán- y se convirtió en una gestora de la crisis, bajo el lógica del mal menor y de minimizar los daños, más que en la impulsora de una alternativa. Considerando el norte y occidente del mundo, además de la persistencia de diversos frentes de luchas sociales, la elección de Jeremy Corbin como líder del laborismo británico y la avanzada electoral de las izquierdas portuguesas pueden ser consideradas las únicas novedades políticas que marcan un desplazamiento hacia la izquierda, salvo tener que evaluar más adelante su real impacto histórico-político.

Aun en medio de un permanente vendaval derechista, tenemos que constar que, en varias partes del mundo, de las contradicciones flagrantes que habitan y quiebran las sociedades capitalistas brotan inexorablemente conflictos y luchas sociales que no pocas veces se politizan y permiten acumular experiencias, prácticas y conexiones organizacionales que no siempre se expresan directa o inmediatamente en el escenario político-institucional pero establecen instancias de contrapoder  y contienen la tendencia a la derechización o, en el mejor de los casos, instalan contratendencias, como lo han hecho en el pasado y lo siguen haciendo, con frecuencia y eficacia variable, en tiempos recientes. Si estas contratendencias son simple paliativos o poderosos antídotos frente a la derechización, lo podremos valorar solo en el mediano plazo histórico. Mientras tanto, reconocer fríamente que la derechización marca el paso político del mundo no implica negar la existencia embrional y potencial de su antítesis, ni dejar de comprometerse calurosamente con ella.

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4 Respuestas a “Cuando puede ganar la que ya no es izquierda”

  1. Erick Tapia

    Básicamente lo que dices es: «estoy en contra de este gobierno y con mis palabras rebuscadas trato de confundir a mis opositores (que para mí son ignorantes y ni le van a entender) para convencer a todos mis amigos pseudointelectuales de que quitemos a este gobierno que nos quitó privilegios haciéndolos sentir los » inteligentes» aunque desde el autor ya sepan de que va mi artículo sin necesidad de leerlo o entenderlo. Aunque si se dieran el tiempo se darían cuenta de que se contradice a si mismo en cuanto a la verdad el líder de este gobierno péca de sincero incluso al grado de la ridiculez (lo cual es una visión social subjetiva). Siendo que la oposición esta tan en contra de lo que creen es un socialismo latente… Pues deberían cambiar y adaptarse… Es eso para lo que son buenos no? Es la definición básica de capitalista. No entiendo por que se quejan tanto de el panorama si (según esto) serían capaces de sobrevivir en cualquier ambiente o sociedad (pir entiendo

  2. Espero no moleste mi comentario, pero asumir a Marx como Marxista cuando el mismo negaba serlo es una falacia de hombre de paja, en los hechos demostró claramente que no era Marxista, pues el joven Marx y el viejo Marx muestran una evolución crítica a sus ideas.

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