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Desde Chiapas: Que el Papa haga resonar las demandas de los negados

Flor Goche / enviada Desinformémonos

San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Cándido Menzua, originario de Panamá, acudió por primera vez a misa cuando tenía 17 años de edad. Sus padres no son católicos. Son indígenas que en congruencia con su identidad viven la religiosidad como un vínculo espiritual con la Madre Tierra, con lo que les rodea; relación que han preservado por generaciones.

Los suyos, los Emberá, creen en un Dios, un ser supremo que, “aunque no exista”, les da la fe. A éste piden permiso cada vez que tumban un árbol del bosque para obtener la leña, para construir sus viviendas.

Los Emberá, como otros pueblos indios de América, sufrieron un proceso de conquista, a partir del cual se les impuso la religión católica. Por eso los padres de Cándido no iban a la iglesia. Él lo entendió más tarde, cuando supo de esa historia de masacre y esclavitud a manos de los colonizadores.

Aun así, a los 17 años de edad, presenció su primer misa. Recuerda que, algún día, cuando era niño, los duendes y los diablos lo asediaron. Entonces siguió el ejemplo de sus hermanas (una católica, la otra evangélica) y se puso a orar. Le costó trabajo pues no se sabía el Padre Nuestro; nunca fue bautizado. Por alguna razón, las plegarias surtieron efecto: el pequeño Cándido dejó de ver duendes y diablillos. Años después, este recuerdo infantil lo impulsaría a acercarse a la iglesia.

¿Qué encontró Cándido ahí? Un mundo de pecado, dice. El mismo que priva también entre los miembros de religiones distintas a la católica y entre quienes se mantienen al margen de éstas. “Todos somos pecadores”, sostiene.

Transcurrido un tiempo, el indígena de la comarca Emberá se acercó a la religión protestante. Recuerda que en una reunión, el pastor comentó a los presentes que Dios lo había llamado para decirle que uno de los miembros de la comunidad donaría 100 dólares a la congregación. En ese momento, Cándido confirmó que la religión puede ser empleada como un negocio. Una persona le aconsejó: “Escucha a Dios, no al hombre”.

Hoy Cándido sabe, lo ha comprobado, que la iglesia puede ser una vía a través de la cual los pueblos indios pueden hacer resonar su voz. Así ocurre en su comunidad: mucha gente acude a la iglesia a exponer sus problemáticas, las cuales, eventualmente, son transmitidas a las autoridades por los líderes feligreses. En algunos casos, la iglesia juega un papel importante en el señalamiento y la visibilización de estas realidades, asegura. “Sí son pecadores, pero igualmente nos ayudan”.

Se reúnen, en Chiapas, representantes de 75 organizaciones de 17 países

El 13 y 14 de enero de 2016, días previos a la visita papal a Chiapas –entidad habitada por 13 pueblos originarios de raíz maya y zoque–, se reunieron en San Cristóbal de las Casas una centena de personas, representantes de 75 organizaciones de 17 países del mundo. Los convocó la discusión en torno a la Carta Encíclica Laudato si, sobre el cuidado de la Casa Común –la Madre Tierra, para los indígenas–, de la autoría del Papa Francisco.

Estuvieron allí indígenas y mestizos, personas defensoras del territorio, ambientalistas e integrantes de organizaciones no gubernamentales.

El texto del máximo representante de la iglesia católica en el mundo fue el centro del diálogo. Aun así, no todos los que estuvieron presentes son adeptos a esta religión. Practicantes de otros credos y ateos también llegaron al lugar.

El documento papal ha sido valorado por su contenido, de gran coincidencia con las principales demandas de los pueblos originarios, y por el proceso del que emanó. Su aporte es moral pero también político.

En éste, Jorge Mario Bergoglio realiza señalamientos críticos sobre la crisis ecológica, ambiental y climática que afecta la Casa Común o la Madre Tierra.

En el numeral 36, apunta, por ejemplo: “El cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación”.

Que el Papa haga resonar las demandas de los negados

Cándido Menzua, en representación de la Alianza Mesoamericana de Pueblos y Bosques (AMPB), participó en el Encuentro Latinoamericano con la Encíclica Laudato si defendemos los derechos a la a tierra, el territorio y los bosques.

Para el líder indígena, el documento papal que data de mayo de 2015 refleja la realidad social que enfrentan los más pobres del planeta, que son los pueblos originarios, además de que coincide con el pensamiento de los indígenas en torno a la situación en que se encuentra la Madre Tierra o la Casa Común, es decir, la crisis ambiental y climática, el asfixiante estado del planeta, como consecuencia de las políticas de los gobiernos que influenciados por las grandes economías explotan sin escrúpulo los territorios, por dinero. Una vorágine económica que no mide su impacto.

En este sentido, dice Cándido, la Carta Encíclica Laudato, documento que ha causado polémica e incomodidad dentro y fuera de la iglesia (por ejemplo, en la Universidad Católica de Costa Rica prohibieron realizar una plática al respecto, según refiere el teólogo Pablo Richard), debiera ser no sólo un tratado eclesiástico, sino de los Estados.

El objetivo del Encuentro que tuvo lugar en San Cristóbal de las Casas, valle rodado de población indígena, consistió en realizar un análisis colectivo y reflexivo de la Encíclica a la luz de las diferentes realidades de los pueblos indígenas de América, para que sus elementos ayuden a fortalecer el actuar en defensa de la tierra, el territorio y los bosques. 

Cándido precisa que los postulados del documento no son en realidad novedosos para los pueblos indígenas, quienes desde hace más de 500 años luchan por el reconocimiento de la Madre Tierra. El aporte de la herramienta es el lugar de dónde proviene: la máxima instancia de la iglesia católica, que nunca antes se había pronunciado tan enfáticamente en este sentido.

De la jornada de dos días emanó un documento que será enviado de primera mano al Papa Francisco con el fin de que se pronuncie al respecto durante su visita a México. Que el poder del mandatario, su interlocución con los gobernantes, haga resonar las demandas de quienes históricamente han sido negados.

—¿En caso de que el pronunciamiento papal anhelado se diera, qué posibilidades tendría de impactar en la transformación de la realidad? –se le pregunta.

—Nosotros tenemos fe. No la perdemos. Aun cuando no vemos, igual seguimos creyendo.

Encíclica papal: guía para la acción

El contenido de la Carta Encíclica Laudato es inspiración de los pueblos indígenas y populares, sostiene Juan José Tamayo, teólogo español vinculado a la teoría de la liberación.

Él y Pablo Richard Guzmán, sacerdote católico y teólogo chileno, refieren que previo a la elaboración y expedición del documento, el Papa Francisco se reunió en Roma con representantes de estos movimientos, hecho inédito en los últimos años, lo que dio origen a la Encíclica.

Es por eso, comenta el segundo, que no estamos ante un catequismo, sino ante un tratado ecuménico que parte de la realidad. ”No es un documento dogmático en donde el Papa use su poder para dictar caminos. Más bien, asume las problemáticas y luchas de la gente y las anima a pensar, caminar y actuar. Más que definir dogmas o conductas es una guía para la acción”, dice Pablo Richard. En este sentido, concluye que la Encíclica puede considerarse como un texto de carácter político y anticapitalista.

Juan José Tamayo destaca los principales aportes del texto, según su valoración, mismos que en el fondo apuntan a replantear la relación del ser humano con la naturaleza, tomando como base el vínculo espiritual que existe entre el indígena y la Madre Tierra.

La Encíclica recuerda que “la tierra no se vende, se ama y de defiende”; llama a no sentirse dueño y señor de la tierra y, en tanto, a no abusarla; reconoce el derecho de la naturaleza y de la tierra a ser felices; plantea la construcción de una ecocomunidad, en la que convivan armónicamente la naturaleza y los seres humanos; detalla el teólogo.

A pesar de ello, Juan José Tamayo dice que no es posible afirmar que la Encíclica representa el surgimiento de la teología ecológica. Precisa que ésta data de tres décadas atrás, con Leonardo Boff, teólogo de la liberación. La Encíclica del Papa Francisco constituye, más bien, un aporte en la misma dirección.

Pablo Richard señala, en tanto, que nunca antes se había manifestado una inquietud así de la iglesia por el medio ambiente. Y es que este tema, lo mismo que el de la mujer, no forman parte de la agenda central de esta institución.

Más aún, refiere, durante los últimos 35 años, periodo en el cual la iglesia estuvo “bloqueada” por los últimos dos pontífices: Benedicto XVI y Juan Pablo II. “Bajo su autoridad la iglesia caminó hacia atrás, sin escuchar las voces que la impulsan hacia adelante. Ellos son responsables de tantas muertes”, acusa.

El teólogo originario de Chile asevera que la Encíclica papal está dirigida a todos, creyentes y no, en la medida de que en la defensa del territorio qué importa si eres católico, protestante o ateo.

No obstante la universalidad de su mensaje, el documento apela particularmente a los movimientos populares, indígenas y feministas. Para el caso del último, sin embargo, se queda corto. El especialista explica que aunque en el texto la mujer (Madre Tierra) aparece como creadora y maestra, éste no desarrolla una teología en la materia.

encuentro Sancris

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