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Regular los medios comunitarios es un arma de doble filo: investigadora Núria Reguero

Eliana Gilet

Núria Reguero es originaria de Catalunya pero hace dos años que se vino a México a formar su familia. Cuando era estudiante de periodismo en Barcelona, empezó a colaborar en una experiencia de televisión comunitaria de esa ciudad que se llama “La Tele”, donde se familiarizó con los detalles y conflictos que implica el reparto de frecuencias y licencias para medios comunitarios. “Quise colaborar allí porque era una manera más comprometida de hacer periodismo. Al final me dediqué al “lobby”, el cabildeo necesario que tienen los procesos de regulación”. Relata que eso hizo que se pusiera a estudiar las experiencias de regulación, tanto de su país natal como internacionales, para saber qué estaba pasando con el espectro. De esa tarea sacó algunas conclusiones interesantes: “Si nos vamos a meter a hacer lobby para la regulación que nos agarren preparados. Es un desgaste para los colectivos, porque somos los mismos quienes cabildeamos y quienes producimos”. Advierte que este proceso implica confrontaciones dentro del sector, como en el caso de Francia. “Cuando se reguló allí se dieron fondos públicos. En el momento en que los medios se acomodan en esta estructura, en que te dan más puntos (y más dinero) si haces tales o cuales programas, te domésticas y al final se pierde la esencia de lo que era una radio libre”.

Núria advierte que lo clave es saber qué se quiere, que los colectivos que forman parte del sector puedan ponerse de acuerdo, trazar estrategias y aprovechar el trabajo hecho previamente. “Si nos metemos a cabildear tenemos que pedir todo lo que podamos, porque al final nos dan las migajas. Mi experiencia es que a pesar de todo el esfuerzo que conlleva para los colectivos, te dan muy poquito ¿Estamos dispuestos a recibir ese poquito?”

En cuanto a la situación de México, Núria trae a la conversación la consulta hecha por el Instituto Federal de Telecomunicaciones, sobre los lineamientos para solicitar concesiones de Radio Indígenas y Comunitarias, es decir, qué pedirle a quienes. Fugaz, el proceso comenzó en abril de este año y el 16 de julio ya se estaban presentando sus resultados. “Fue positivo que se planteara elaborar los requisitos conjuntamente, pero lo que se vio no fue tan así. Todo se hizo tan rápido que a las comunidades no les daba el tiempo para enterarse de lo que se estaba pasando y a la vez llegar a acuerdos. También se quejaron de que la gente que mandó el gobierno no tenía poder de decisión, por eso sentían que no estaban dialogando entre pares. Se quejaron de que la cobertura (es decir, el alcance territorial de la radio) era muy pequeña y que había que coordinar mejor la gestión del espectro porque están dando frecuencias en un espacio muy pequeño de la banda”.

A su vez, Núria comenzó por su cuenta e interés a hacer un sondeo en México sobre las opiniones acerca de la regulación, que tienen los colectivos que están en funcionamiento. “Recién estoy comenzando, pero la idea es pasarlo por diferentes países y montar un blog para poder discutir estos temas”. Dice que de los siete medios comunitarios mexicanos que le han contestado, la mitad ya no creen en una regulación que venga del Estado. “Es muy legítimo que haya medios que no quieran pasar por el aro”.

¿Los peligros de regularse? “Si no puedes reunir los requisitos que se imponen, porque no puedes o no quieres y te quedas por fuera, la regulación termina siendo una trampa. Es un arma de doble filo. A los que beneficia y entran les va muy  bien, pero a los que no caben en ese cuadrito, pues les convendría más ser a-legal, que es como estar en un limbo en dónde puedes apelar al derecho internacional. Cuando queremos bajar ese derecho a la escala estatal, el sesgo del Estado nos puede acabar perjudicando. Es un dilema que va a ser constante. Llevo dos años en México, aprendiendo lo que está pasando aquí y veo que los procesos en distintas partes del mundo al final son el mismo: hay un espectro radioeléctrico, sometido a la voluntad del gobierno que termina favoreciéndose a sí mismo y a las empresas, pero que excluye a la sociedad civil”.

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