En los límites de la frontera

Tomás González Castillo

No solamente masacraron a nuestros hijos, también a nosotras nos mataron

Esta semana fui invitado por la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho a acompañar a 7 familias de los setenta y dos migrantes masacrados hace 5 años y medio en San Fernando, Tamaulipas. Se han reunido con personal de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, de la Procuraduría General de la Repíblica; han asistido a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas y les falta aun otras actividades.

La vivencia y el aprendizaje, como en todo lo que tiene que ver con la migración, es indescriptible. Cada momento, cada reunión es una catedra de dignidad por parte de las y los familiares. Y también cada reunión con las autoridades es una indignación que se va acumulando. La dignidad, valentía, firmeza y claridad en sus exigencias de las y los familiares no se puede comparar. La sinvergüenza, el cinismo, la desfachatez, la combardía de las autoridades tampoco tiene comparación.

Todos los casos son diferentes, aunque los hayan matado a todos juntos. Las historias de cada uno y la manera de contarlas de las víctimas que les sobreviven es muy particular.

Son dos los casos que no dejan de conmoverme:

Doña Angela perdió cinco familiares en la masacre, entre ellos su esposo y dos hijos. Desde agosto de 2010 cuando le comunicaron del asesinato de sus seres queridos, doña Ángela no para de llorar, ella misma dice que ha bajado más de 60 libras. Ha vendido su casa para seguir pagando la deuda al “coyote” con el que sus familiares emprendieron su viaje. El dinero se le ha terminado pues le han brotado todas las enfermedades que causa la tristeza y la impotencia. Hoy, doña Angela no tiene una casa propia y es testigo de como sus dos nietos huerfanos se van resquebrajando interiormente. La mamá de ellos, hasta el martes lo supo doña Angela, no se sabe del paradero de su cuerpo, pues según su hermana mayor, quien recibió el ataud, solo tenía bolas de papel.

Gustavito tiene 10 años de edad, pero pareciera que tiene 5. Es otro de los huerfanos que dejó la masacre. Hoy, frente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sostuvo una cartulina que decía: “Queremos justicia para mi mamá y todos los demás 72”. Dice su abuela que el niño no es el mismo desde que mataron a su mamá, que ella nunca le ha dicho que la mataron en México, solo por buscar una vida mejor para su hijo; pero que él sabe que su mamá ya no vive. Cuando salían de Guatemala, el niño le preguntó a su abuela si vendrían a México a buscar a su mamá. La abuela solo le respondió con lágrimas. Pero el niño sabe que su mamá no vive más, tiene transtornos de sueño, no come, aunque es muy inteligente, no saca buenas notas en la escuela. También a su abuela le han brotado todas las enfermedades de la tristeza. Y en la carita del niño no hay lugar donde no se deje ver la desdicha, el drama de no crecer junto a su mamá.

En casi todas las reuniones que han tenido, las mamás han dicho una frase lapidaria, profundamente veraz: “No solamente masacraron a nuestros hijos, también a nosotras nos mataron”. He caminado detrás de ellas y lo he comprobado, van por los pasillos de las instituciones deambulando en búsqueda de que alguna autoridad se comprometa a lo mínimo. Pero cada reunión con el Estado es una puñalada más, cada frase de los funcionarios es como si revivieran la tortura que padecieron sus hijos, aun cuando simulan escucharlas y prometen atender el caso “personalmente”.

Me queda claro ahora, la vida de una persona migrante en México para el crimen organizado vale lo que su familia pueda ofrecer como rescate, o vale su mano de obra para el trasiego de drogas o para el sicariato; la vida de un migrante para los funcionarios públicos de todas las dependencias del gobierno involucradas en el tema migratorio ni siquiera vale el raquítico o elevado sueldo que puedan ganar; para ellos la vida de un migrante, lo han demostrado, no vale nada.

Doña Angela y Gustavito se seguirán consumiendo poco a poco. El Estado mexicano les aventará migajas como “reparación del daño”, no les garantizará que la masacre donde sus amados seres perdieron la vida, no se vuelva a repetir, al contrario, la masacre sera el modelo, la diabólica estrategia para que dejen de cruzar la frontera. Nunca sabrán la verdad; ellos deberán reconstruirla como rompecabezas. Y nunca sabrán la verdad, porque en el fondo, el mismo Estado si la revela, se tendría que juzgar así mismo.

La masacre de las y los setenta y dos es una mancha roja, es una herida que supura, es una vergüenza histórica para México. Es el acontecimiento que vino a quitar el sueño, la paz y la vida a las y los familiares de las víctimas mortales. Pero es también la oportunidad de resucitar al muerto social en que se ha convertido este país.

2 Respuestas a “Violencia, Migración y Narcotráfico”

  1. José Luis Saucedo Muñoz

    El orden mundial económico generatodo esto, meda gusto ver un enfoque distinto, lo que se hace no es «limosna» es respuesta a un sisstema de degrada al ser humano. Así que los felicito por esta forma de ver las nesecidades humanas, NO ES LIMOSNA, es tratar de resolver y ver de forma distinta lo s resultados de un sistema miserable. ANIMO Hermanitos

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