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El maltrato de Oaxaca: 15 días de la Caravana de Madres de Migrantes Desaparecidos

Eliana Gilet

El viernes 11 lo pasaron viajando. Las dificultades para llegar al norte, continuando la ruta migrante hacia estados como Tamaulipas o Chihuahua son manifiestas. No hay contactos ni lugares seguros a dónde los organizadores del Movimiento Migrante Mesoamericano puedan confiar para llevar a las madres, padres, hermanas y sobrinos centroamericanos que recorren México en su busca de sus desaparecidos.

Ellas lo penan, porque sobran las pistas que les llegan de Matamoros, de Reynosa, de Piedras Negras.

Volvió entonces la Caravana a enfilar al sur, tomando como punto de inflexión el Distrito Federal, en dónde recorrieron cada una de las calles sin quitarse jamás las fotos de sus seres queridos del cuello, como orgullosa estampa de las que no olvidan ni se rinden.

Tras más de doce horas de viaje, Oaxaca no las recibió como esperaban. En realidad, las cárceles de Oaxaca no las recibieron bien.

En el penal de Tehuantepec, una vez que las madres estaban adentro para entrevistarse con los reclusos centroamericanos y mostrarles los centenares de fotos de las personas que buscan, una de las policías femeninas del recinto, hizo que revisaran a una de las madres de la caravana.
La hizo desnudarse por completo, incluyendo la ropa interior. La madre contestó que eso nunca les había sucedido en los varios penales a los concurrieron en las dos semanas previas de su recorrido. La policía le contestó que se fuera acostumbrando, que esa iba a ser la primera vez.
La madre se quejó del trato recibido, que la aisló del grupo y lastimó sus derechos cuando lo que están haciendo es cubrir una tarea que los gobiernos (ni el mexicanos ni los centroamericanos) hace.

En el segundo penal, en Juchitán, también les hicieron problema. No querían dejar pasar al grupo completo, que integran 38 personas, mayormente mujeres (sólo hay dos papás en la Caravana), hasta que finalmente se lo permitieron pero únicamente a los integrantes de la Caravana. Nada de prensa como sí sucedió en el Reclusorio de Santa Marta Acatitla en el DF. También visitaron el penal Matías Romero, en Oaxaca.

Pero la parte más emotiva (y dura) de su recorrido, fue cuando llegaron a la fosa común de la Subprocuraduría Regional de Juchitán, que está ubicada fuera del panteón municipal de Juchitán, Domingo de Ramos, donde hasta hace poco había un basurero, que ahora fue limpiado.

Bien simbólico que la fosa común no tenga siquiera espacio dentro del camposanto de los legales.

El episodio fue impactante. Las madres plantaron algunos arbolitos y rosas en el lugar, para hacerle una ofrenda a todos esos cadáveres sin nombre que mal descansan allí. El colectivo Bicuyuba (que quiere decir Perro Rabioso) las guió en la confección de un mural que hicieron con sus propias manos, para que abrigue a los árboles y las rosas.

A las madres les corrieron las lágrimas.

La Caravana también paró en Chahuites, en el albergue “Centro de Ayuda Humanitaria a Migrantes”, hermano de “Hermanos en el Camino”, donde la Caravana fue recibida por el padre Alejandro Solalinde y marcharon hasta las vías por dónde la pasa La Bestia.

Ya Chiapas fue otra cosa. Arriaga las recibió más acorde a lo que merecen. En el albergue para migrantes Hogar de la Misericordia hubo música, marimba, teatro y algo de baile para las luchadoras incansables y el séquito de periodistas que las sigue a donde vayan.

Foto: Ivan Castaneira / Caravana de Madres recorre las vías del tren en Ixtepec, Oaxaca

Fotos de las actividades en el Panteón de Juchitán: Daniel Sandoval

 Dejando huella

Fechas de fallecimiento Madres migrantes frente al panteon de Juchitan, Oaxaca. Sembrando flores frente al panteon

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