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#8M ¿Cuántas niñas y mujeres MENOS vamos a contar, Nuevo León?

Victoria Ríos Infante

El jueves pasado, en Monterrey, nos enteramos del asesinato de una niña de 14 años a manos de un joven de 19, que había mantenido una relación sentimental con la víctima. El joven asesinó, de un tiro en la cabeza, a la jovencita y salió huyendo por la parte trasera de la casa. El joven fue aprendido el día en Laredo, Texas el día de hoy y trasladado al Penal del Topo Chico. Al enterarme e este Suceso experimenté un sin número de corajes y tristezas. Mi indignación ha sido más grande ante la falta de reacciones y pronunciamientos de organizaciones e instituciones ante el suceso y ante la mediocre cobertura de los medios, cuyo análisis se enfocó a desenmarañar la dinámica de “los celos en las relaciones y el enamoramiento ciego de las y los jóvenes.”

En Nuevo León, la violencia de género no es asunto del pasado jueves, no es tema de la nueva administración, ni de la administración pasada o antepasada, es un problema que tiene décadas desarrollándose y que ha encontrado su máxima expresión en la muerte de mujeres y niñas. En el estado, el contexto de la violencia contra la mujer empieza desde el ámbito privado, es decir en su vida personal. La violencia intrafamiliar ha tenido un preocupante crecimiento en los últimos años. Según información de CADHAC, de 2012 a 2015 hubo un incremento de 71% de denuncias en casos de violencia familiar. Esto es 17,062 denuncias en 2015 contra 9,979 en 2012, sin contar todos aquellos actos de violencia que no son denunciados.

El Comité de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer -CEDAW, por sus siglas en inglés- en 2012 externó una serie de preocupaciones, así como una lista de recomendaciones, relacionadas con el tema de la violencia contra las mujeres en el país. Dentro de este documento se menciona la preocupación del Comité por el incremento de feminicidios en algunos estados de la República, entre los que se menciona a Nuevo León. En este documento también se señala que en el estado tenemos un problema de desaparición forzada, que también debe ser analizado con perspectiva de género, y vincula el incremento de la desaparición de niñas y mujeres -forzada y no forzada- con delitos de tráfico y trata de personas.

Según cifras de Arthemisas por la Equidad, en la administración estatal pasada fueron asesinadas 661 mujeres y niñas en Nuevo León. En el portal de la PGJ del estado se tiene registro de solamente dos actos delictivos denunciados desde que se tipificó el feminicidio como delito en Nuevo León, en Mayo del 2013.

El feminicidio es un delito con penas que van de los 40 a los 60 años a quienes priven de la vida a una mujer por razones de género. El Código Penal Federal y el Código Penal para el Estado de Nuevo León establecen que hay razones de género cuando la víctima presenta violencia sexual, o de algún otro tipo; lesiones o mutilaciones infamantes o degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida; cuando existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia en el ámbito familiar, laboral o escolar; y, aquí una de las más importantes para el caso al que estamos haciendo referencia: cuando haya o hubiere habido entre la víctima y el agresor una relación sentimental.

Dicho lo anterior, ¿por qué nadie está hablando de feminicidios y del incremento de estos en los últimos años en el estado? ¿por qué no estamos escuchando en los medios, en las redes, en las calles sobre los esfuerzos por encender la Alerta de Género en Nuevo León? Lo que le pasó a Perla no se explica solamente abordando el tema de los celos en las relaciones, esto va mucho más allá de eso.

Vivimos en una sociedad en donde la manifestación de la cultura de la violencia es común, y si agregamos el elemento de género a la lupa con la que analizamos la violencia, peor tantito. La violación sistemática de los derechos humanos de las mujeres es el resultado de las desigualdades entre ambos géneros y los asesinatos de mujeres constituyen la expresión extrema del poder sobre la mujer, son el “eslabón final de una cadena de abuso y terror en contra de las mujeres” que encuentra su legitimación en percepciones y construcciones sociales que por siglos se han construido y perpetuado en donde la mujer ha sido vista como un ente débil, no racional sino emocional, no productiva sino reproductiva, al servicio del género masculino, al servicio de los hijos e hijas, encadenada a las labores del hogar.

Lo que le pasó a Perla tiene que ver con un problema estructural, con la perpetuación incluso -y más triste aún- entre las nuevas generaciones, del sistema patriarcal de dominación del hombre sobre la mujer. Como bien se mencionó en Naciones Unidas en el 2006, respecto a los asesinatos de mujeres en México, estos constituyen “la punta de un iceberg que oculta bajo la superficie problemas sistémicos más complejos que sólo pueden entenderse en el contexto de, por un lado, una desigualdad de género arraigada en la sociedad y, por el otro, un sistema jurídico y de gobierno dividido en varios niveles que no responde con eficacia a los delitos de violencia, incluida la violencia de género.”

Es decepcionante la reacción de las organizaciones, de las instituciones, pero más de la ciudadanía ante la muerte de esta niña que apenas comenzaba a vivir. No veo periodistas con notas de calidad, no veo padres y madres de familia en las calles manifestando su indignación y aberración ante los hechos ocurridos en el estado, no veo ni siquiera un #hashtag en las redes sociales.

El año pasado, en Guadalajara, un joven asesinó a Gabriela Jacqueline de 18 años, después de que la chica rechazara su propuesta de iniciar una relación de pareja. El asesinato fue con arma de fuego, dos tiros en el rostro. El hecho desató tal indignación entre la comunidad que se llevaron a cabo manifestaciones y campañas en las redes -#GabrielaDijoNO- para señalar y manifestar preocupación e indignación en contra de, no sólo la muerte de Gabriela, si no de los otros 79 feminicidios ocurridos en lo que iba del año hasta la muerte de la joven en julio del 2015. Este mes se activó en Jalisco la Alerta de Género, en respuesta a la situación preocupante de violencia que se vive en el estado.

Ya van dos intentos por encender la Alerta de Género en Nuevo León, el tema no ha avanzado. Pero, lo más importante de todo es que NO necesitamos que nos enciendan una alerta de género para empezar a actuar, para emprender acciones que prevengan estos terribles crímenes. Estas muertes SE PUEDEN EVITAR. Si nos esperamos a pasar todos las trabas político-burocráticas para encender la alerta de género, vamos a seguir restando vidas.

¿Cuántas niñas y mujeres MENOS vamos a contar, Nuevo León?

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