Crónicas de las luces y de los ruidos

Oleg Yasinsky

Colombia, las armas para mañana

Me acuerdo de ese verano de hace 7 años cuando por primera vez pisé la tierra colombiana. A primera vista parecía un país muerto, aplastado por el peso de su tremenda historia. Luego lo fui descubriendo de a poco, aprendiendo a escuchar sus silencios y a leer paginas sangrantes de su historia censurada. A pocos días de estar en Colombia sentí que si fuera religioso justo aquí habría que buscar el frágil borde que separa el infierno del paraíso. El país celebraba el exitoso bombardeo del campamento guerrillero en Ecuador. Tal vez no todo el país, pero en las grandes ciudades los pocos que se atrevían opinar de la política exigían más plomo para las FARC. La prensa oficial, omnipresente, reiterativa e implacable acusaba a la guerrilla de todos los males del país. Y solo un grafiti solitario en un barrio periférico de Bogotá clamaba semiborrado “Pienso, luego desaparezco”. Hablar de paz en aquella Colombia era una peligrosa locura.

Las FARC en sus 51 años de historia han perdido varias batallas pero jamás fueron derrotados militarmente. Su derrota política empezó cuando necesitados de financiar la guerra contra el sistema, se convirtieron en parte del mismo, secuestrando a los civiles y cobrando el “impuesto revolucionario” a los narcotraficantes. Llegaron a ser una perfecta excusa para la presencia militar de los EEUU en el país y una brutal represión gubernamental contra toda la izquierda colombiana. Pero recordando un poco la historia de la violencia en Colombia y sus principales actores evitemos las opiniones livianas que abundan en la oferta periodística. Busquemos un lugar de silencio para que las palabras maduren.

No soy admirador de las FARC pero mucho menos soy quien para juzgar a un movimiento satanizado por los medios de prensa y por medio siglo perseguido por todos los medios militares para destruirlo. Solo puedo reconocer la valentía y perseverancia de sus actuales dirigentes por los avances en su diálogo con el gobierno.

Las opiniones de la ultraderecha y de los stalinistas respecto al proceso de paz colombiano prácticamente coinciden. Es suficiente reemplazar el termino “terroristas” por el termino “capitalistas” para que los reflejos de este pobre y cruel análisis de la realidad colombiana coincidan. Para oponerse al proceso de paz en Colombia hay que ser un claro ignorante de su historia, padecer de un retardo mental, o tener intereses personales en esta guerra. Para mi la pregunta de fondo es otra, ¿cómo un gran grupo humano, nacido, crecido y criado en medio y dentro de la lógica de la lucha armada buscará otros caminos de la lucha, en medio de una gran desconfianza de la opinión publica, moldeada por los medios, y de los medios en manos de los mismos dueños de siempre, medios expertos en agredir, destruir y dividir.

Una de las razones del indiscutible triunfo de la derecha en los países de la ex Union Soviética se debe a que los medios “democráticos” lograron crear la imagen colectiva de un futuro totalmente falso pero que compensa los principales ensueños de los habitantes de los “socialismos reales”. La democracia y el capitalismo nos fueron presentados como una sola cosa inseparable, igual que en la primera etapa de la conquista española de América, para muchos indígenas el caballo y el jinete eran una sola cosa… Dentro de la misma lógica los medios colombianos inventaron e impusieron en el imaginario común el termino “narcocomunistas”, otro oxímoron que sirve para explicar el mundo a los que se aburren de buscar explicaciones.

La guerrilla de ayer esta por entrar en un terreno nuevo, ya preparado y diseñado por el poder para su fracaso. La única oportunidad para ganar esta guerra sin armas es tratando de actuar totalmente fuera de la lógica del sistema, de sus medios de comunicación, fuera de los partidos tradicionales. Algunos interpretan la decisión de las FARC en transformarse en un movimiento político como la intención de crear un nuevo partido para no quedarse fuera de las elecciones. Espero que se equivocan. Mas allá de la forma de la participación política que elegirá la guerrilla, considerando factores como su capacidad de convocatoria, su nuevo proyecto político, seguridad de sus integrantes y varios otros, es importante que no caigan el la principal ilusión del mundo político, que es creer que la sociedad del siglo XXI, atomizada humanamente y globalizada económicamente se transforme desde los partidos, cosas que en los tiempos de la fundación de las FARC seguramente eran muy diferentes.

Sería muy importante generar una potente imagen colectiva, imagen transformadora, verdaderamente revolucionaria, que refleje esta nueva realidad. Que el fracaso del método no signifique el fracaso de los ideales sino al revés; los ideales que son los mismos de ayer exigen el cambio del método que será del futuro. Que en vez de arrepentirnos o avergonzarnos, como nos exigen las buenas costumbres del circo mediático, que sigamos aprendiendo de los trágicos errores de nuestro pasado, y ya que esta vez nos quedamos con vida, esto siempre significa una nueva enésima oportunidad del cambio social profundo, algo en que siempre insistiremos sin tener ni pedir ningún tipo de garantías, algo por lo que estamos dispuestos a dar nuestras vidas con o sin armas. A diferencia de los dueños del circo.

Veremos. Tal vez Colombia hoy es el único lugar del planeta que nos sorprende con las noticias esperanzadoras. Mientras el resto del mundo sigue presenciando la sangrienta agonía del neoliberalismo, el pueblo colombiano escribe las ultimas notas de su nueva cumbia por la vida.

Oleg Yasinsky

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