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Caminar es el recurso que nos queda: tercer día de resistencia en Xochicuautla

Eliana Gilet

El lugar se llenó de estudiantes y los lugareños, visiblemente agradecidos por el acto solidario, atribuyeron a esa presencia juvenil el retiro de las fuerzas policiales que habían copado el pueblito durante los dos días previos.

Cerca de las 5 de la tarde del martes 12, tras otra tensa jornada en que los funcionarios de la empresa y sus fieles escoltas, los policías del Estado de México, intentaron derrumbar otra de las construcciones que interfiere con el trazado que delinearon para la autopista que pretende unir la capital del estado con Naucalpan, se retiraron.

La amenaza que pendía sobre una modesta capillita blanca, construida sobre una pequeña lomada se disipó. En la  mañana del miércoles 13 brillaba aún, estoica, bajo el sol reluciente y la mirada de los jóvenes de más arriba. A escasos metros de la construcción que es paraje de los peregrinantes de la zona, quedaron las huellas, como rasguños en la tierra hechos por una fiera gigante, de la retro-excavadora amenazante del día anterior.

Siguiendo la estela de tierra removida y agitada que le quedaba a las espaldas al bicho de fierro, – que ya no estaba, pero podía adivinarse -, se llega al camino de entrada de las máquinas que derrumbaron la casa de uno de los vecinos movilizados de la comunidad el día anterior. Ese fue el comienzo del ataque. En la mañana del lunes 11 de abril, se presentaron en la puerta de la casa que demolirían, sin aviso previo ni comunicación alguna, y arrasaron con la construcción.

Ese lugar, “el castillo” que le tomó a la familia casi diez años en construir, una casa hecha a gusto, sin apuro y con las propias manos, funcionaba también como punto de reunión de los resistentes al megaproyecto, así como le abría sus puertas a los integrantes del Consejo Superior Indígena, siempre que lo requerían.

En el mediodía del miércoles, rodeados de jóvenes, los veteranos del consejo se sintieron arropados. Honda había sido la tristeza ante el atropello del día anterior, aunque no se animen a enunciarla, evocando la fortaleza de los que resisten.

Casi al mismo momento que en Xochicuautla se pasaba el micrófono mano a mano entre los oradores de la actividad – estudiantes de la Normal Rural de Tenería, de la UNAM y del Claustro Sor Juana, de los pedregales de la Ciudad de México, entre otros – en la capital se reunían representantes de la comunidad, del municipio de Lerma y del Gobierno del Valle de Toluca, como representantes del gobierno del Estado de México. También el director general del Sistema de Autopistas, Aeropuertos, Servicios Conexos y Auxiliares del Estado de México (SAASCAEM), que pertenece a la Secretaría de Comunicaciones de esa entidad.

En esa reunión, el gobierno del Estado se comprometió a “suspender los trabajos en el lugar para la construcción de la Carretera de Toluca – Naucalpan, en tanto se realizan mesas técnicas que buscarán alternativas a la construcción de dicho proyecto en acuerdo con los representados de la Comunidad Indígena de San Francisco Xochicuautla”, según la minuta firmada, a la que accedió Desinformémonos.

Además del compromiso logrado, la SAASCAEM se comprometió a cubrir los costos de la destrucción de la casa demolida. No es menor el dato que sea el propio Estado, mediante esa Secretaría, quien cubre a la empresa constructora, Autovan, filial del Grupo Higa, propiedad de Armando Honojosa Cantú, uno de los mexicanos escrachados en los Panamá Papers.

En la minuta de trabajo firmada, el Estado se compromete a retirar del lugar a la Policía Estatal, “únicamente manteniendo una pequeña presencia para el resguardo de la maquinaria, que se encuentra a 1 km de distancia de la comunidad”. Un kilómetro siguiendo el camino serpenteante de las máquinas que levantaron el pasto y dejaron un surco en dirección a Toluca.

En San Francisco Xochicuautla viven unas 7 u 8 mil personas en medio de las montañas y la brisa constante. En julio del año pasado, cuando fue emitido el decreto expropiatorio de esta colina – en dónde ahora está instalado el nuevo campamento por la Paz y la Digna Resistencia, a metros del castillo derrumbado y la capilla que no -, la construcción de la autopista quedó detenida por las comunidades en resistencia: Xochicuautla, pero también Huitzitzilapan y Santa Cruz Ayotuxco. El tramo que falta por construir es el tramo en que hubo resistencia.

La lectura generalizada entre los presentes, entre los estudiantes entreverados que lavan los platos de la comida de olla popular para todos los presentes, entre los visitantes que se preparan para marchar por el centro del pueblo, la lectura es una sola: más allá del empujón que pretendieron darle al proyecto carretero con una medida totalmente ilegal e irregular como fue la demolición de la casa de uno de los comunitarios, el golpe buscó un efecto político a una de las comunidades decanas y que, casualmente o no, el día anterior fue una de las convocantes a la Campaña Nacional en Defensa de la Madre Tierra y el Territorio, que, de arranque, nucleó a 179 organizaciones autónomas que resisten a lo largo y ancho de la República mexicana.

Como se saben sujetos políticos en medio de la pelea, también reconocen que los acuerdos firmados en la minuta antes citada (detener las obras, retirar a la policía estatal, reparar el daño del castillo deshecho, abrir mesas de diálogo) sólo se cumplirán si está quien reclame por que así suceda. “Caminar es el recurso que nos queda” reflexionaba al fresco de una sombrita generosa, Doña Fili, integrante de la Comunidad Pedregales por Ayotzinapa.

En San Francisco Xochicuautla, en Huitzitzilapan y Ayotuxco cuentan con que la atención pública se mantenga en esos cerros, en el Bosque de Agua, principal punto de recarga del acuífero de Lerma, que abastece a la ciudad capital de México. Esperan que los que viven en la ciudad de los cielos grises sigan mandando alimentos para parar la olla común que se seguirá cocinando para todos los presentes hasta que el peligro pase. Incluso, que se animen a dar una vuelta ellos mismos por ahí y se den la chance de conocer ese pedacito de paraíso que los vecinos resguardan. 38 hectáreas de tierras comunales que resisten convertirse en otra ciudad de cielos grises.

Foto: en el nuevo campamento por la paz y la digna resistencia, en el cerro del agua, Xochicuautla, municipio de Lerma, estado de México, los resistentes. De fondo, las marcas dejadas por las retroexcavadoras del megaproyecto que amenaza el bosque. // Eliana Gilet

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