Parece que el triunfo de Mauricio Macri en el ballotage argento levantó a más de un fantasma muerto. El lunes 23, al día siguiente del resultado electoral que devolvió la presidencia de la República Argentina al ala derecha del espectro de los partidos políticos, el diario La Nación publicó un editorial titulado “No más venganza”, que se presentó así: “La elección de un nuevo gobierno es momento propicio para terminar con las mentiras sobre los años 70 y las actuales violaciones de los derechos humanos”.
Claro que lo que La Nación opina que son “las mentiras sobre los años 70” implica una defensa abierta a los más de 300 militares golpistas, violadores y torturadores que fueron condenados en Argentina “a pesar de su ancianidad”.
“Una asamblea histórica que reunió a 300 trabajadores” según reporta la Agencia de noticias La Vaca, parió el comunicado por medio del que “los trabajadores de La Nación S. A. le decimos NO al editorial que, con el título “No más venganza” se publicó hoy, lunes 23 de noviembre de 2015, en la página 32 del diario”.
“Quienes trabajamos en el diario La Nación, en las revistas que edita la empresa, en las versiones online de todos los productos periodísticos, rechazamos la lógica que pretende construir el editorial de hoy, que en nada nos representa al igualar a las víctimas del terrorismo de Estado y el accionar de la Justicia en busca de reparación en los casos de delitos de lesa humanidad con los castigos a presos comunes y con una “cultura de la venganza. Los trabajadores del diario La Nación decimos SI a la DEMOCRACIA, a la continuidad de los juicios por delitos de lesa humanidad y decimos NO al OLVIDO”.
El editorial cosechó críticas de las más variadas, desde el periodista Horacio Verbitsky, que le dedicó su columna en el diario Página 12, a organizaciones referentes en la lucha por los derechos humanos, como las Abuelas de Plaza de Mayo. Y marcó una postura interesante y fundamental para la historia del periodismo argentino: que no hay obediencia debida entre los trabajadores de prensa y sus patrones, los dueños de los medios de comunicación del mainstream.
