La Karakola, un espacio amenazado que lleva y trae cultura y política “del corazón al universo”

Adazahira Chávez y Gloria Muñoz

Ciudad de México. La Karakola, espacio colectivo cultural y artístico en el que practica la autogestión y se construyen relaciones diferentes, horizontales y basadas en el respeto y la dignidad de cada uno de los que ahí participan, está nuevamente amenazado. La tercera clausura llegó al espacio de la mano de las autoridades del Distrito Federal y, frente a ella, el colectivo reafirma que continuarán con sus actividades por la responsabilidad que tienen con la gente de dentro y de fuera.

En entrevista colectiva con Desinformémonos, integrantes La Karakola, espacio adherente a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, explican que aquí no solamente se vende café, sino que “se está abierto a la posibilidad de crear e imaginar expresiones de arte y cultura” desde la vinculación con temas sociales y políticos”.

La agresión de la clausura, advierten en un comunicado, “es sensible en éste momento por el hecho de estar realizando una campaña de acopio para las escuelitas autónomas zapatistas. Sin embargo, nuestro espacio se expande y se mantiene, para nosotras y nosotros La Karakola no es sólo el espacio físico que nos pertenece a todas y todos, es fundamentalmente un proyecto de vida que seguirá aportando su granito de arena para el nuevo mundo que está siendo”.

El espacio existe, explican en la entrevista realizada frente al local ubicado en La Plaza Cibeles, en el corazón de la colonia Roma, “porque hay una necesidad compartida en la población de hacer algo de una manera diferente a la de la política institucional”. En una ciudad enorme como la de México, “es muy valioso un espacio donde se generan relaciones que salen de la dinámica de la competencia y el individualismo”, consideran.

Las decisiones se toman en “nuestra propia Junta de Buen Gobierno”, que es la asamblea que se realiza cada dos semana en el espacio. Este lenguaje se explica porque políticamente La Karakola “se identifica plenamente con el zapatismo y con los movimientos de abajo y a la izquierda” y es adherente a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, además de que son integrantes de la Red contra la Represión y por la Solidaridad.

Cuando alguien se acerca a La Karakola puede beber café orgánico y ver una presentación de danza o una película de temas sociales, además de comer pasteles veganos hechos por un colectivo de mujeres anarquistas, o adquirir otros productos con los que se financian personas y organizaciones, como calendarios, agendas y pequeños muñecos que representan a los zapatistas o a campesinos de Atenco.

“Nosotras tenemos una dimensión global porque nacimos a partir del ‘No a la guerra’ en Irak en 2003”, establecen, “y una dimensión local de trabajo directo con las comunidades indígenas en resistencia”. Los participantes en el espacio viajan a las comunidades indígenas (como Cherán, Vicam y Ostula, además de las comunidades zapatistas) para realizar talleres y aprender de los lugares. “Es un espacio como las caracolas, que tiene dentro un espiral que va del corazón al universo y de regreso”, definen.

Particularmente, en la comunidad zapatista de La Garrucha, ubicada en el Caracol III, realizan desde 2008 el Foro de la Vida, donde imparten talleres de danza, chaquira, reciclaje, teatro, cuento, radio y de la especialidad, los títeres. Además, realizan acopio de útiles escolares para esta comunidad, en el que colaboran colectivos y organizaciones de diferentes partes del mundo.

Los integrantes de la Karakola resaltan que el contacto con las comunidades zapatistas les ha dejado enseñanzas que aplican en su trabajo cotidiano, como la idea del trabajo colectivo, la inclusión y reconocimiento de personas e ideas y, en resumen, el caminar preguntando, así como el trato digno y respetuoso con los clientes del café. “Además, creemos que lo pequeño es significante, como jugar con un niño, abrazarnos, dibujar”, y es lo que empieza a crear realidades diferentes y más grandes.

Nace La Karakola

La Karakola, explican, toma su nombre de los Caracoles zapatistas, “pero en pequeña y en mujer”, y su primer antecedente es un ayuno contra la guerra en Irak sostenido en avenida Reforma, en pleno centro de la Ciudad de México, donde personas que no se conocían se encontraron y establecieron relaciones.

Primero como Café de la Red, establecido en la calle de Chiapas, en la colonia Roma, el espacio contra la guerra creció hasta, en un momento, abarcar a 70 mil personas conectadas con las actividades. Una bala disparada contra el local les hizo tomar la decisión de cerrarlo.

Sin embargo, los lazos entre ellos se fortalecieron, recuerdan, y quedó un espacio colectivo pero sin sede. Fue entonces que llegó la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, en 2006, y en el espacio colectivo discutieron, se adhirieron a la iniciativa zapatista y comenzaron su asistencia a las comunidades.

Sus opciones de trabajo político “se volvieron más radicales, más autónomas”, indican, y se pusieron a buscar un espacio, que es el que les clausuraron nuevamente. Durante cinco años han sufrido tres clausuras por parte de las autoridades capitalinas. Lograron echar atrás dos a través de la movilización cultural, con la toma de oficinas, performance y baile de por medio.

La Karakola y su futuro

Los integrantes de La Karakola afirman que seguirán la lucha por recuperar su espacio y echar abajo, por tercera vez, el cierredel local. En el proceso han recibido la solidaridad de mucha gente que acudía y los que trabajan por el rumbo, “pero pura banda”, precisan. Comerciantes ambulantes, diableros y trabajadores de los establecimientos comerciales firmaron la carta de apoyo y les brindan apoyo.

La Karakola, además, piensa en crecer. Una opción “es crear una Karakola móvil y gitana para poder ir a otros lugares y a las comunidades”, dicen. Por lo pronto, los integrantes del espacio mantienen las asambleas para decidir las acciones de defensa y hacen guardias rotativas para cuidar el espacio. Agradecen “a los compañeros y compañeras por todas las muestras de cariño y apoyo; descubrimos que La Karakola tienen muchos amigos en muchas partes del mundo” y eso les da la fuerza para continuar con un espacio que va “del corazón al universo y de regreso”, finalizan.

 Publicado el 28 de enero de 2013

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