Francia en Mali, una intervención militar premeditada

Survie Traducción: Anónima Solidaria

Francia. Detrás de la intervención militar francesa, que detuvo el avance de grupos armados que amenazaban a la población, existen motivos militares y políticos que hacen que la conducta francesa y sus operaciones sean criticables.

 Finalmente, el 10 de enero de 2013 Francia entró en guerra en Mali. La noticia del gobierno francés, retomada por los principales medios de comunicación sin ningún cuestionamiento, tiende actualmente a legitimar por todos los medios y con todos los argumentos esta nueva intervención militar francesa en suelo africano con el papel de “guardia del continente africano”.

 Para Survie, asociación que denuncia desde hace mucho la intromisión y la dominación de Francia hacia sus antiguas colonias africanas, es importante recordar algunos elementos de contexto y análisis crítico sobre esta intervención francesa sin minimizar la amplitud de la crisis por la cual está pasando Mali.

 La amenaza que los grupos armados representan para la población y Mali en su totalidad es innegable. Sus  acciones se conocen y han provocado la fuga de cientos de miles de personas. Después del calvario vivido por las poblaciones del norte, el alivio de los malienses en estos momentos es comprensible.

 Si la intervención francesa pareciera ciertamente haber detenido en seco la ofensiva hacia el sur del país de los movimientos armados que se reivindican islámicos radicales, existen sin embargo otros motivos militares y políticos en la operación Serval, que hacen que la conducta francesa y sus operaciones sean criticables.

 

El disimulo multilateral ante una operación francesa.

 Esta intervención no está dentro del marco de las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Meses de negociaciones permitieron votar tres resoluciones del Consejo de Seguridad, abriendo la vía a una intervención internacional bajo responsabilidad africana y con la posibilidad de hacer uso de la fuerza -pero oficialmente sin implicación directa de los militares franceses-.

 Informando simplemente al Consejo de Seguridad bajo el argumento de que su intervención urgente “se inscribe en el marco de la legalidad internacional”, apelando a la disposición de la Carta de la ONU, finalmente se justificó una decisión bilateral.

 Este cambio mayor, que pone a sus “aliados” ante un hecho consumado, se ocultó de manera complaciente con el objetivo de hacer creer de nuevo que Francia pone en práctica una voluntad multilateral dejando constancia dentro de la ONU, así que es necesario que respeten con la mayor rapidez las resoluciones de la ONU.

 Una vez más, Francia se toma el papel de guardia de África, apoyando su estrategia en sus relaciones bilaterales con “regímenes amigos” africanos, con la presencia permanente en la región de su ejército y su capacidad de movilización de fuerzas. De esta manera, los helicópteros utilizados para detener la ofensiva adversa son los mismos de las fuerzas especiales francesas en la operación Sabre, presentes en el país vecino, Burkina Faso (y en Mauritania) desde hace dos años, y reforzados en el mes de septiembre. Y fue sobre todo movilizado el dispositivo Epervier, que se encuentra en Chad desde 1986 a pesar que se suponía que era provisional.

 A través de la operación llamada Serval, París mantiene sus lazos con los regímenes completamente intratables, el de Idriss Déby (Chad) y el de Blaise Compaoré (Burkina Faso), que -una vez más- han sido reforzados. El papel de guía de Francia es reconocido por la mayoría de sus aliados occidentales, que le pisan los talones de lejos en esta intervención (Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania), sin que por ello envíen tropas combatientes, mientras que otros se quedan distanciados.

 

Una intervención directa decidida en la sombra.

 Este escenario entra en la lógica desarrollada por el nuevo ejecutivo francés, que preconiza la intervención militar como condición previa a la paz en el país (también presa de una crisis institucional grave). Estos últimos meses, Francia no había contribuido en nada al surgimiento de una solución colectiva discutida por todos los malienses y encaminada a favorecer un consenso político, previo a una reorganización rápida de las fuerzas de seguridad.

 Hoy, la presencia de los soldados franceses hasta en Bamako – con el pretexto de proteger a los residentes- representa una presión importante sobre las autoridades malienses, en un estado de gran debilidad.

 La opción de una intervención directa y rápida de las fuerzas francesas ya había sido prevista, vista la rapidez que se puso en marcha, y fue mucho antes de que la ofensiva se acercara a Sévaré-Mopti. El aval del Parlamento no es necesario para el gobierno francés para activar una operación externa, lo que enseña la insuficiencia de la modificación constitucional de julio 2008, relativa al control parlamentario de las operaciones externas. Muy pocas reacciones de crítica en la clase política hacen hincapié sobre esta ausencia de concertación. La naturaleza premeditada de esta intervención armada debería de haber suscitado indiscutiblemente una toma de decisión parlamentaria.

 Por ahora, la operación Serval ya se transformó hacia una fase ofensiva y parece que va prolongarse más tiempo. Esta lógica oculta deliberadamente los riesgos para la población maliense y los Estados de la región, así como las perspectivas políticas y el periodo post-conflicto.

 El último reporte de los recientes antecedentes franceses en África demuestra que estos riegos son muy reales. Las intervenciones de 2011 en las Costa de Marfil y en Libia desembocaron efectivamente en situaciones internas explosivas, que transcurrieron en silencio.

 En conclusión, la crisis maliense y esta nueva intervención militar francesa en África demuestran el fracaso de 50 años de “cooperación” en África: ejércitos incapaces de proteger sus poblaciones, jefes de Estado mediadores de crisis siendo ellos mismos golpistas, acuerdos de defensa y bases militares que han perpetuado en el papel de guardia de África a Francia -que históricamente se lo auto adjudicó-.

 No podemos más que constatar la incapacidad de las instituciones africanas y multilaterales para organizar una mínima operación de seguridad en la región sin que tengan que recurrir al poder francés, que ha hecho todo lo posible para volverse indispensable. Estos eventos, una vez más, hacen un llamado a cuestionarse la totalidad del marco de las relaciones franco-africanas.

 Publicado el 28 de enero de 2013

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