La cultura viaja en títeres

Isabel Sánchez Benito/ Periodismo Humano

Chile. Toma una cabeza hecha con papel y cartón y la presenta: “Ésta es Lucila, la protagonista”. El pegamento, que va uniendo las capas de papel de periódico hasta dar con la forma perfecta, ya se ha secado. Ahora sólo le queda pintarla con colores y retocar las zonas rugosas con una lija. Toma una de las muchas cabezas que descansan sobre la mesa del taller, esperando a secarse, y se la coloca en la mano derecha. La mueve un poco y comprueba que el mecanismo de la boca funciona correctamente. El títere está listo para la función.

“Lucila, la protagonista”, continúa explicando Bárbara mientras retoca el resto de cabezas que tiene sobre la mesa, “es una niña a la que le gusta mucho leer a Gabriela Mistral”. La vida de la poetisa chilena Lucila Godoy Alcayaga, más conocida por su pseudónimo Gabriela Mistral, es el centro de una de las funciones que Bárbara y su pareja, Papo, llevan a zonas rurales del interior del país, donde la cultura y la educación son de difícil acceso. “La niña se llama igual que Gabriela, por eso le gusta tanto leer sus libros”, cuenta mientras limpia y arregla los títeres de la obra.

Bárbara Salinas, geóloga de formación y titiritera de profesión, decidió con 24 años dejar su puesto de oficina para dedicarse a llevar títeres y educación a aquellos que no tienen tantas posibilidades de acceder al mundo de la cultura por vivir en zonas aisladas del país. Y desde entonces, mueve a sus muñecos en el escenario para llevar mensajes importantes a los más pequeños. Por ejemplo, ‘Caperucita basurita’, una de sus obras, convierte al tradicional cuento de la caperuza roja en una fábula para que los niños aprendan a respetar el medioambiente. “Están tan acostumbrados a la televisión”, asegura, “que cuando los títeres les hablan, se quedan con la boca abierta. Les encantan”.

Y volviendo a la cabeza de cartón que tiene entre las manos, retoma la historia de la próxima función: “Mientras lee, Lucila habla sobre la vida de Gabriela Mistral; la oficial, la otra todavía no la hacemos pública”, aclara. “Y los personajes van apareciendo detrás de ella, como en un sueño”. Deja la cabeza de Lucila en la mesa y presenta al resto de los personajes: “Ésta es Gabriela de joven; y ésta, de mayor. Éste es su supuesto gran amor, según la historia oficial; según la no oficial su verdadero amor sería ella”, explica señalando hacia otra de las cabezas a medio hacer, “una secretaria que la acompañaba a todas partes”. Entre los títeres de la obra también están Pablo Neruda, alumno de la poetisa, y las autoridades suecas que le hicieron entrega del Premio Nobel de Literatura, convirtiéndola en la primera persona de América Latina en recibirlo.

Y así, de la mano de Bárbara y Papo, la historia de Gabriela Mistral, contada por títeres hechos con material reciclado, va llegando a las localidades más apartadas de la comuna de Monte Patria, en la región de Coquimbo. “Gabriela Mistral nació en un pueblo de esta región y fue profesora en un valle muy parecido a éste. Además, era una libre pensadora, y una luchadora, bien revolucionaria para su tiempo. Por eso elegimos hablar sobre su vida”, explica.

Con esta misma historia, la de la niña Lucila que devora libros de Gabriela Mistral y nos habla sobre la vida de la famosa escritora, Bárbara dio sus primeros pasos como titiritera. Y hoy, siete años después, en una localidad del interior de la región de Coquimbo, muy cerca de la cordillera de Los Andes, Bárbara prepara de nuevo la función, junto a su pareja y con títeres nuevos que ellos mismos han fabricado.

Una vez que los muñecos y el escenario están preparados, llega la hora de ensayar. Y para eso cuentan con un público incondicional: sus hijos, de cuatro y dos años. Cada uno asiste a la función como si fuera la primera vez. Aplauden, se ríen, y hablan con los títeres como los demás niños. No importa que ya se sepan los diálogos de memoria porque, en realidad, ninguna función es igual a otra. “Tienes que estar dispuesta a cambiar todo el diálogo, según la conversación que los niños mantengan con los títeres”, explica Bárbara.

Y ahora sí. Ya está todo listo para levantar el telón. Así que Bárbara y Papo se visten de negro, agarran una maleta llena de títeres y recorren el valle hasta llegar a las zonas más aisladas, donde es difícil encontrar funciones de teatro o libros de Gabriela Mistral. Pero, “mientras tiene luz el mundo”, como rezan los versos de la poetisa chilena, Bárbara y Papo siguen a cuestas con su maleta, acercando la cultura a los lugares más recónditos del país. Precisamente para eso: para que tenga luz el mundo.

 Publicado el 24 de diciembre de 2012

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