Un contundente “no” a las políticas capitalistas en el Estado Español

Javier Sánchez Gil, Confederación General del Trabajo

Valencia, Estado Español. La respuesta a la convocatoria de huelga general europea en el Estado Español fue contundente. Pese a la brutal represión, centenares de miles de personas se lanzaron a las calles con rabia y dignidad.

Europa tuvo una cita con la lucha obrera y social el 14 de noviembre. Había convocada una huelga general en el Estado Español, Grecia, Portugal, Malta, Chipre e Italia. Son todos países colocados en el sur geográfico y político del continente, colocados abajo en el mapa y obligados -como siempre lo son los de abajo- a cargar con la mayor parte del peso de las reformas y planes de ajuste que la Unión Europea ha puesto en marcha para tratar de arreglar el destrozo posterior a esa orgía de gasto, corrupción, liberalización irresponsable de la economía y destrucción del tejido social al que algunos llaman crisis.

A esto, en la Confederación General del Trabajo (CGT) siempre le hemos llamado por su nombre: capitalismo, ese monstruo de miles de brazos y caras con un solo objetivo, colocar a la población mundial bajo el dominio de unos pocos, aplicar a los más la ley de los menos, someternos mediante el miedo y obligarnos a aceptar sus condiciones.

En México, el capitalismo tiene el rostro de narcos, políticos vendidos y paramilitares, y se evidencian sus propósitos cuando atacan las comunidades indígenas, persiguen a jóvenes rebeldes o venden las riquezas mexicanas a multinacionales extranjeras. En España, su rostro es el de políticos corruptos, el de empresarios sin escrúpulos y el de policías represores, y se evidencian sus propósitos cada vez que una familia es desahuciada, un obrero despedido o un estudiante apaleado sin pudor en plena calle por quienes supuestamente velan por su seguridad.

Los que vivimos en el Estado Español estamos viendo como todo se nos quita, todo se nos niega, todo se nos prohíbe. Es necesario, dicen, para salir del agujero en que nos han metido. Es necesario que los pobres de hoy y siempre aprieten su cinturón y asuman sacrificios. Los de arriba han hundido Europa, y ahora los de abajo debemos fregar los platos de esa fiesta a la que nadie nos invitó. Por eso es necesaria una huelga en Europa, para dejarles claro que no vamos a pagar su crisis. Es necesario un contundente NO a los dictados capitalistas de la Unión Europea.

La CGT convocó una huelga general el 31 de octubre ante el silencio absoluto de las centrales sindicales mayoritarias, Comisiones Obreras (CCOO) y Unión General de Trabajadores (UGT, afín al Partido Socialista). Consideramos imprescindible una convocatoria de huelga general y decidimos dar el paso en solitario, atrevido quizás, pero necesario. Posteriormente, tras conocerse que sindicatos de toda Europa -incluido el Estado Español- iban a convocar una huelga para el día 14 de noviembre, decidimos trasladar nuestra convocatoria y hacerla coincidir con la movilización europea.

Resaltaré el término “trasladar”; la CGT no se adhirió a la Huelga General del Estado Español, no nos unimos a la exigencia de promover un referéndum para que la población se pronuncie sobre los recortes, objetivo de la movilización de los sindicatos mayoritarios. No creemos que haya nada que discutir sobre ese asunto. Los recortes son innegociables, criminales y despóticos. Nosotros exigimos la retirada de la reforma laboral que el gobierno de Mariano Rajoy puso en marcha, y que no es sino la aplicación práctica de la política neoliberal impulsada por la Unión Europea. Esa reforma traslada a los obreros a unas condiciones más propias de hace un par de siglos que de el siglo XXI.

Como anarco-sindicalistas, como libertarias y libertarios y como independientes de todo poder político, salimos a la calle el día 14 de noviembre para manifestar el NO rotundo a las medidas políticas del Gobierno. No necesitamos refrendarlo. La respuesta ya se dio en las calles durante las protestas de los últimos meses. Nada que negociar. Abajo la reforma laboral en todos sus términos.

En Valencia, desde donde escribo esta crónica, el día 13 amaneció nublado y con lluvia. Era el día en que debían ultimarse los detalles de la jornada de lucha que empezaría en la madrugada, una de esas jornadas que marcan un antes y después en la lucha social. La situación europea es gris, y el día amanecía gris. Había tensión y nervios ante una noche que se presentaba dura, comentarios en los pasillos de la sede y lanzamiento de pronósticos. Había dudas sobre cuánta será la participación en los piquetes, sobre la actitud policial, sobre el apoyo que se recibirá de otros colectivos. Pero también hay ilusión y esperanza. Los días como éste son los que van a decidir el destino de las obreras y obreros de todo el continente. Toca responder a los ataques de la “troika” neoliberal que maneja Europa.

A las 12 de la madrugada, la huelga general ha comenzado legalmente. Empiezan a organizarse los piquetes. En Valencia se consigue bloquear el principal mercado de distribución de alimentos. Un piquete nutrido de sindicalistas de CGT y otras organizaciones consigue impedir el paso de algunos camiones. A veces, la sola presencia del piquete basta para disuadir al esquirol; otros necesitan unos minutos de conversación; otros más consiguen su propósito de boicotear la huelga gracias a la ayuda de la Policía Nacional. No obstante y pese a la tensión, no hay enfrentamientos. En Barcelona y Madrid, piedras y hogueras ayudan a los piquetes a cumplir su objetivo. El paro es casi total en los polígonos y en los grandes mercados de distribución. Las principales capitales de provincia están paradas.

Las noticias que llegan a las compañeras y compañeros animan aún más a los piquetes. Se ha detenido el abastecimiento de los principales mercados. La factoría de Ford en Valencia está detenida y sólo trabajan los encargados de mantener los servicios mínimos legales que los sindicatos mayoritarios han pactado con el gobierno y la patronal, y que la CGT se negó a aceptar. También la factoría de Renault en Vigo está detenida. A nivel industrial, la huelga está siendo un éxito. Los polígonos están parados y solo hay que lamentar algún incidente aislado que empaña el buen curso del paro.

La policía actúa reprimiendo a los piquetes en Granada y hay detenidos. En Málaga se repite este hecho. La actitud de la Policía Nacional es siempre provocativa y desmesurada. Ya hace tiempo que su papel de garantes de la seguridad nacional se abandonó para dedicarse a ser los represores oficiales del Estado. En Valencia, la sede de CGT es rodeada por hasta cinco coches patrulla que tratan de identificar a algunos compañeros que entran en el edificio, una actitud gratuita de pura provocación. Cuando la calle se empieza a llenar de miembros del sindicato, la actitud arrogante de los agentes se torna más calmada y abandonan los alrededores del edificio.

Son las cuatro de la mañana y ya hay una docena de detenidos entre Madrid, Barcelona y León, donde los piquetes que trataban de cerrar comercios se ven envueltos en cargas policiales. Es buen momento para hacer un balance provisional. La industria pesada está parada, los puertos no trabajan y el abastecimiento comercial es considerablemente menor. Por el momento, la huelga está siendo un éxito.

Llega la mañana, empiezan los cortes de calles y carreteras y el cierre de negocios. Los piquetes tratan de convencer a los pequeños comerciantes de que sean solidarios y se unan al paro. La mayoría acceden, otros no. La tolerancia con el pequeño comerciante no se traslada a las grandes firmas comerciales. En todo el Estado se repiten los incidentes en los locales de las grandes multinacionales y en las sedes de los bancos -los artífices de más de 500 desahucios al día en el Estado Español, esos que han sido rescatados con el dinero público que ahora se le niega a hospitales, universidades y a todo tipo de servicios públicos-.

También hay pintadas y alguna rotura de vidrios  en Barcelona y Madrid -cada vez más gente identifica al enemigo, al culpable de la situación-, pero son casos aislados. En general, la huelga es exitosa, el ánimo es positivo y se respira un aire triunfal.  Aparentemente, está todo parado y hay calma.

Pero la calma es relativa en una jornada como ésta. Ha amanecido y casi 20 personas están detenidas. La presencia policial es enorme en todo el territorio. La calma tensa terminaría por romperse en algún momento. En Valencia, un grupo corta la entrada norte de la ciudad ayudado por un grupo de estudiantes. La policía decide entonces liberar la rabia acumulada durante la noche y cargan indiscriminadamente sobre el piquete. Hay detenidos y algunos jóvenes tratan de refugiarse en la cercana Universidad Politécnica. La policía sigue tras ellos y de forma totalmente extraordinaria carga dentro de las instalaciones estudiantiles. Hay detenidos y heridos. Los estudiantes se convierten en una fuerza viva movidos por la solidaridad. Desde “Ca la Vaga”, el antiguo edificio de la Facultad de Agrónomos ocupado dos días antes, los jóvenes comienzan a movilizarse. La policía acude al lugar. Hay cargas y detenciones. Arden contenedores y hay algún conato de autodefensa. La situación se calma un par de horas después con la retirada de los efectivos de la nacional. Los estudiantes se reorganizan y más de un millar de ellos se dirigen en bloque hacia el centro de la ciudad, donde miles de trabajadores y trabajadoras tratan de parar la actividad comercial. El encuentro entre los dos bloques de manifestantes es emocionante.

En estas horas del día es cuando más aumenta la tensión. En Madrid, la policía ya ha cargado varias veces durante la noche, y a las dos de la tarde arremeten contra un piquete de la CGT disparando pelotas de goma y gases lacrimógenos. El piquete, lejos de rendirse, se vuelve a organizar y continúa su lucha. En Tarragona han disuelto a golpes una pacífica concentración de estudiantes y hay menores heridos. En la Universidad de A Coruña, la entrada ha sido bloqueada por barricadas que impiden el acceso a la policía y no hay posibilidad de represión. La autodefensa funciona.

La huelga ha sido un éxito. Los noticiarios de mediodía, por el contrario, anuncian el fracaso rotundo de la movilización social. Es un hecho significativo que ésta sea la impresión solamente de los medios privados; los públicos han visto interrumpida su programación. Los trabajadores de canales de televisión públicos autonómicos de Catalunya (TV3), Andalucía (Canal Sur) y Madrid (Telemadrid, auténtico caballo de batalla de la derecha del PP) secundan la Huelga. Las  mentiras de la prensa institucional, cuando de movilizaciones sociales se trata, es una constante en el Estado Español, más aún -si cabe- desde que el Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy se hiciera cargo del Gobierno.

Los medios alternativos, las fuentes sindicales y los medios internacionales dan datos significativamente distintos a la de la prensa oficial: paro absoluto de la industria pesada, del funcionariado, del servicio de correos, de las empresas energéticas y del transporte público. Las movilizaciones matinales en las todas las ciudades del Estado Español son multitudinarias. La sensación es buena, se han superado las expectativas y ya no quedan dudas sobre la capacidad colectiva del pueblo unido y en lucha.

No obstante, hay preocupación por las personas detenidas y heridas, y sobre todo por las manifestaciones de la tarde. No se puede confiar en que sean manifestaciones pacíficas cuando la actitud de las fuerzas de seguridad es de desprecio a los manifestantes y de agresividad constante. Pese a esta preocupación, nadie duda. La tarde ha de culminarse con una contundente manifestación que evidencie el rechazo a las políticas del gobierno.

A las seis de la tarde comienzan las manifestaciones en todo el Estado. Las calles se llenan de una multitud enérgica y entusiasmada. Numerosos colectivos de abajo y a la izquierda organizan sus bloques de manifestantes al margen de los partidos y sindicatos mayoritarios. Más de un millón de personas salen a la calle en todo el Estado Español, colapsando el centro de las principales capitales de provincia. En Barcelona se calculan más de 500 mil personas, cifra parecida la de Madrid. Cien mil en Valencia, 20 mil en Sevilla, 10 mil en Bilbao. Las manifestaciones terminan sin incidentes resaltables y  envueltas en un ambiente combativo y de compañerismo.

Las cifras hablan de un paro del 76 por ciento en la actividad económica, siendo mayor en algunos sectores como la docencia y la sanidad. En Portugal, el paro también es masivo, así como en Grecia. Ha habido movilizaciones en prácticamente todas las capitales europeas. La vieja Europa ha gritado con jóvenes pulmones este día de noviembre.

Pero las provocaciones policiales, la presencia de grupos de jóvenes activistas y el clima de malestar general que produce entre la población la situación dramática en la que se encuentra el país es un coctel difícil de controlar.

Llegadas las diez de la noche, una carga policial que trataba de disolver a los manifestantes que aún permanecían en las calles de Madrid se convierte en la mecha que enciende la dinamita del descontento. Tras la carga en la que son detenidos numerosos manifestantes, grupos de jóvenes tratan de practicar la autodefensa y llueven piedras y botellas sobre el grupo de agentes que protagoniza la carga. Hay desorden y la ciudad se torna un polvorín. Se incendian contenedores, se alzan barricadas y se destrozan establecimientos  de multinacionales y sedes bancarias. Se suceden los enfrentamientos, los heridos y las detenciones. Las calles son un fuego cruzado de botellas y balas de goma. Escenas de guerrilla urbana dan a Madrid un aspecto apocalíptico. Los policías utilizan agentes encubiertos para detener a todo joven sospechoso, práctica cada vez más habitual de la policía española.

En Barcelona la situación es parecida, y ante la represión policial los manifestantes optan por la autodefensa. Los Mossos d’Esquadra (la policía autonómica catalana) disuelven con gases lacrimógenos y pelotas de goma a los últimos manifestantes, y estos responden con piedras y botellas. Arden tres coches policiales y se destrozan escaparates. En Valencia, un grupo autónomo ataca varias sedes bancarias en el centro financiero de la ciudad.

¿Cómo se explican estos actos? Es fácil sin duda acogerse al típico argumento derechista de relacionar las posturas políticas anti-capitalistas con el vandalismo callejero, simplificando y menospreciando las ideas por las que luchamos. También es tentador acogerse al viejo tópico de señalar a los autores como grupos minoritarios de exaltados. Pero para quienes militamos en la CGT, con todo lo que eso conlleva ideológicamente, el asunto es más complejo. Estos actos, que no revindicamos como nuestros ni son una de las maneras de luchar por las que en la CGT hemos optado, son sin embargo un claro síntoma de la situación del país, y como tal deben analizarse.

La población española está asistiendo a un progresivo y severo desplome de todo el sistema de bienestar que, en teoría, nos diferenciaba del tercer mundo. El desempleo afecta a más de cinco millones de personas y se ceba principalmente en los jóvenes. Miles de estudiantes han visto truncados sus estudios por la  privatización masiva de los centros de estudio, y numerosos enfermos ya no reciben atención médica por los recortes.

No se trata de justificar esta violencia o condenarla. Se trata de entender que España se ha convertido en una fábrica de precarios donde cada día más personas pierden toda esperanza de tener una vida digna. Es fácil culpar al joven que apedrea un escaparate, pero la realidad es que hay una razón para que los jóvenes y no tan jóvenes de este país hayan perdido ya toda esperanza y no tengan reparos en cometer acciones que no cometerían en un entorno distinto. El Estado puede encerrar a cuantos activistas guste. El fin de la violencia en las calles vendrá cuando el pueblo ya no tenga motivos para ejercerla. Si no se solucionan los problemas del pueblo, no pueden solucionarse los síntomas del malestar social.

Al final de la jornada de huelga, la sensación es extraña. Se ha luchado con dignidad y rabia pero es pronto para juzgar los resultados. El país amanecía con detenidos y heridos, y anochece con calles en llamas. Hay que hacerse muchas preguntas, resolver dudas, afinar planteamientos. Solo una cuestión es segura, la lucha sigue. Esta jornada es el punto y aparte pero no el punto final. Las dinámicas del pueblo en su lucha contra el poder han evolucionado en los últimos dos años. El pueblo está más organizado y más dispuesto. No hay otra opción si se quiere sobrevivir al desplome de este sistema para ver el renacer de un mundo distinto, donde sea impensable la injusticia e imposible la desigualdad.

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