Tras la reelección, Obama debe replantear su política exterior

Laura Carlsen, directora del Programa de las Américas Traducción: Marcela Salas Cassani

Estados Unidos. Con un margen más que confortable de 332 a 206 votos, el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, fue reelecto para un segundo periodo. Ahora, la gran pregunta es si, en materia de política exterior, el “legado” Obama  será más audaz en la defensa de la paz que la decepcionante “campaña” Obama.

El presidente tendrá que reformular una política exterior que ha sido débil o completamente  contradictoria en la defensa de los principios que él mismo ha propugnado. Para ello, hay varios movimientos clave que deberían ser considerados. Una agenda para el cambio tendría que incluir lo siguiente:

1. Poner la diplomacia por delante. Esto se ha dicho muchas veces antes, pero la ausencia de un seguimiento constante pone en duda que realmente se esté llevando a la práctica. La idea detrás de un estadista real no es hablar suavemente y llevar un gran garrote. Es hablar con claridad y firmeza, y dejar el palo como un último recurso.

Esto significa ser realmente el jefe del Pentágono. Un martillo ve cada problema como un clavo y se prepara para golpear. La idea de que la capacidad de matar y destruir es un elemento de disuasión a favor de la paz nunca podrá ser arrancada de raíz, de la mayoría de los militares, inmersos en una cultura patriarcal y capacitados para derrotar a los enemigos en el campo de batalla. Los neoconservadores creen que un mundo seguro sólo puede lograrse a través de la dominación indiscutible y de la amenaza permanente o con el uso de la fuerza, lo que nos lleva a una pregunta de respuesta auto referencial: ¿seguro para quién?

Esta mentalidad viola inherentemente los principios de autodeterminación y respeto mutuo, así como el énfasis en la diplomacia que el presidente ha expresado. No tiene en cuenta el hecho de que un mundo más justo y más igualitario es también un mundo más estable.

Durante la campaña, Obama anunció su retiro de Iraq, la reducción incompleta en Afganistán e insistió en las sanciones contra Irán. Ahora debe revisar las acciones de su gobierno en otros frentes. Un registro de contrato de 60 millones de armas con Arabia Saudita no es un paso en la dirección correcta.

El promocionado «giro hacia el Pacífico» incluyó la venta, el año pasado, de 5.8 miles de millones de armas a Taiwán, el establecimiento de bases de marines en Australia, y el acercamiento a China con un sistema de defensa antimisiles. Dar prioridad a la región tiene sentido, pero un pivote militar sólo cambia la mira de la pistola. El retrato ambivalente de Obama de China como un socio y un adversario aumenta las tensiones en una región mayoritariamente pacífica.

Es  trabajo del presidente equilibrar fuerzas y mente. En la práctica, se debe controlar a los intereses poderosos, que incluyen contratistas de defensa y empresas privadas de seguridad-los mercenarios que luchan cada vez más nuestras guerras. La diplomacia no genera jugosos contratos para ellos, pero es el camino más seguro hacia la paz.

2. Reequilibrar las prioridades fiscales. Los Estados Unidos tienen una fuerza militar sin par en el mundo. Obama señaló en un debate sobre política exterior, que dedicamos más recursos a la defensa que los próximos diez países juntos.

Esto no es algo para estar orgullosos. En los Estados Unidos hay millones de niños que van a la cama con hambre. Otros asisten a escuelas que carecen de materiales didácticos básicos, y  hay niños cuyo talento para el arte o la música se marchita, porque estos temas, considerados ajenos al mercado laboral, y que son fundamentales para el desarrollo humano y la felicidad, han sido reducidos de los planes de estudios.

El 20 por ciento del presupuesto de los Estados Unidos, y más de la mitad de los gastos fijos, se destina a los gastos de defensa, a menudo contra las amenazas mal definidas. Hay un escaso flujo del dinero de los contribuyentes en despilfarros de la industria de defensa.

La cerca virtual Boeing, en la frontera con México es un buen ejemplo. Este proyecto, que fue abandonado en 2010, y que después costó a los contribuyentes la friolera cantidad de  mil millones, alertó a la Guardia Nacional sobre «movimientos terroristas»  como los generados por las vacas de pastoreo y por ráfagas de viento en otoño. El dispositivo, además, tiende a fallar en  días calurosos (a pesar de que fue diseñado en el desierto de Arizona). En Irak, Halliburton recibió millonarios pagos del gobierno que no fueron contabilizados.

De vez en cuando, nosotros, los ciudadanos olvidadizos de la tierra donde los titulares del periódico son recordados un solo día, nos preguntamos dónde estaríamos si nuestras familias y comunidades hubieran recibido esos millones, en lugar la voraz industria de defensa  e insaciables empresas de seguridad. Muchos de nosotros nos sentiríamos más seguros si tuviéramos un empleo, infraestructura moderna y un futuro brillante para nuestros hijos.

3. Tomar en cuenta las voces femeninas. Una «brecha de género» suele ser la diferencia que refleja la desigualdad entre hombres y mujeres. Las elecciones de 2012 se caracterizaron por el apoyo abrumador que Obama recibió de las votantes.

Ahora el gobierno debe escuchar a estas mujeres. Ellas no hablan con una sola voz, son de diferentes razas, clases y partidos políticos. Sin embargo, sí comparten algunas preocupaciones comunes.

Las mujeres quieren tomar decisiones sobre sus propios cuerpos, y castigaron a los candidatos que amenazaron con quitarles ese derecho. Pero, en general, también prefieren una mayor inversión en sus familias y comunidades, y menos en la guerra. Una perspectiva de género en  política exterior debe tener en cuenta el creciente número de mujeres y niños muertos por la forma en que libramos guerras hoy en día e invertir la tendencia de inmediato. Esto incluye poner fin al uso de ataques con aviones no tripulados y a los bombardeos indiscriminados de la población civil. Incluye detener la ayuda en seguridad a las fuerzas aliadas que violan y matan a las mujeres en sus propios países.

Es momento de diseñar una política exterior que ponga la seguridad de las mujeres y los niños por encima de la de los Estados y las inversiones.

4. Poner fin a la guerra contra las drogas. La llamada «guerra contra las drogas» se ha convertido en un pretexto para la expansión militar en América Latina. El gasto militar y antinarcóticos han captado miles de millones de dólares con el pretexto de detener el flujo de drogas ilegales a Estados Unidos. Ese gasto ha sido más que inútil, ya que 60 mil personas han sido asesinadas desde que comenzaron las guerras de la droga en México; sin embargo, las drogas siguen fluyendo hacia los Estados Unidos sin cesar. La prohibición no sólo está fracasando, está matando y encarcelando a los jóvenes estadounidenses y a los ciudadanos en México, Colombia y América Central, mientras los cárteles se tornan cada vez más brutales y despiadados.

La nueva administración de Obama debe poner fin a la Iniciativa Mérida de inmediato. Tenemos que crear una manera más equilibrada y lógica de relacionarnos con nuestro vecino del sur, en lugar de gastar millones de dólares en una política contraproducente y violenta. Al igual que las famosas «armas de destrucción masiva» en Iraq,  el «narco-terrorismo» en América Latina es un término inventado para justificar una guerra que perpetúa el derramamiento de sangre sin sentido y oscurece peligrosamente la naturaleza de la verdadera amenaza de la delincuencia organizada. El gobierno de Obama debe asumir la responsabilidad de las miles de personas que han desaparecido o sido asesinados bajo esta política de la era Bush que continúa hasta hoy. En su segundo mandato, Obama debe prestar atención a los llamados de los ciudadanos de América Latina y sus líderes para cambiarlo.

Como señala William Hartung, la estrategia militar que Obama dio a conocer en enero, muestra «una ampliación de los compromisos militares de Estados Unidos que son más apropiados para una política de hegemonía global de lo que son para una política de defensa genuina». Más recientemente, el viaje a América Latina del secretario de Defensa, Leon Panetta, reveló un programa para reforzar los lazos de militares a militares, sin pasar por los gobiernos y los caminos diplomáticos.

Para hacer frente a un reestructurados y más potente que nunca establecimiento militar-industrial se requiere audacia y un profundo compromiso con la paz. Si el presidente Obama busca dejar un legado significativo en su segundo mandato, éste es el lugar para comenzar.

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