La modificación migratoria cubana, un bálsamo para el proyecto socialista

Carlos M. Álvarez Foto: Alejandro Ramírez Anderson

El reciente anuncio de las flexibilizaciones a la Ley Migratoria que está vigente en Cuba desde 1976 y que entre otras cosas elimina el permiso de salida conocido como “tarjeta blanca”, ha causado revuelo en la isla. Sin embargo, el nuevo decreto incluye varios incisos que podrían impedir la salida de los ciudadanos cubanos. El más polémico es el inciso “h”, donde se advierte que la tramitación del pasaporte podrá ser negada “cuando por razones de interés público lo determinen las autoridades facultadas”. Además, el Estado anunció que “se mantendrán las medidas para preservar el capital humano creado por la Revolución, frente al robo de talentos que aplican los poderosos”, lo que podría evitar que ciertos profesionistas sigan necesitando autorizaciones especiales para salir del país

La Habana, Cuba. Si existe algún cambio en esta isla, con igual impacto tanto en el plano real como en el simbólico, es precisamente la reforma migratoria que desde el próximo enero cobrará vigencia en el país.

Justo cuando menos se esperaba –no en una Asamblea Nacional ni nada por el estilo– el gobierno cubano se lanzó al ruedo y publicó un conjunto de medidas que modifica la ley migratoria vigente que desahogarán un tanto la vida de los cubanos, ampliarán sus posibilidades de realización y su sentido de autonomía.

La insularidad, demasiado literal en las últimas décadas, estaba pasando ya una factura demoledora. Éste es un paso lógico –imprescindible- dentro de la urgente actualización económica, social y de todo tipo que el Estado ha venido promoviendo en los últimos tres años. Si ahora alguien niega visas o salidas, por ejemplo, y no se dude que pasará, serán las embajadas extranjeras. En términos concretos, la salud financiera de los habitantes de la isla es igual de precaria. La posibilidad de que viajen con plena soltura dependerá del poder adquisitivo. Pero en el plano político, y en cuestiones de credibilidad, estas medidas significan un bálsamo para el proyecto socialista cubano.

En entrevista, el abogado cubano José Pertierra, residente en Washington, declaró: “Llevábamos años esperando el anuncio”, dijo, “es prudente que los niños tengan que pedirle autorización a sus padres para poder salir de su casa a pasear, pero no se le debe restringir de esa manera a los adultos. Los requisitos de la tarjeta blanca y la carta de invitación son ejemplos de un paternalismo desbordado que no hacía nada más que generar un resentimiento innecesario entre la población”.

Y añade: “El fenómeno de la emigración cubana se parece a todas las demás. Es fundamentalmente económico: los migrantes son personas que deciden emigrar para tratar de mejorar su situación económica en otro país donde quizás tengan más oportunidades para ganar un mejor salario”.

Dos puntos principales. Confundimos, o mejor, convertimos, durante demasiado tiempo, las meras razones personales en razones políticas. La búsqueda de prosperidad en conflictos ideológicos.

Ha sido éste, si revisamos las facilidades tanto para los emigrados como para los cubanos residentes en el país, un salto que debiera traducirse en felicidad. Aún se mantienen ciertas restricciones para los profesionales, por lo pronto lógicas, pues ningún país del tercer mundo cuenta con el capital intelectual de Cuba. Pero es muy probable que, si se lograse una organización interna, sobrasen los universitarios que hoy, gracias al caos, parece que faltan, y podrían los ingenieros, los arquitectos, tal vez hasta los maestros, contratarse en el extranjero sin necesidad de renunciar a su residencia o ciudadanía.

Hemos hecho algo que en el terreno político se entiende como astucia, quitarnos la culpa de encima. Hemos hecho algo que en el terreno cívico se entiende como un principio básico, el derecho de entrar y salir del país cuando nos venga en gana.

Hay quien no saldrá nunca de Cuba, y habrá quien no regrese. Pero ambos, de un lado o de otro, sabrán que ningún poder superior se los impide. Y eso, digo, será suficiente.

Publicado el 5 de noviembre de 2012 

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