Desaparece la Ciudad de La Otra Economía en Roma, y continúa el reto por la transformación

Gianluca Carmosino, Comune-info Traducción: Adrián Castro Bibriesca

Roma, Italia. Marzia corta jitomates para las brusquetas; Chiara está frente a la estufa con los pimientos y la berenjena; Fabio piensa en el agua y el vino; pasa Alessia, busca a alguien que pueda llenar la bandeja con las papas al horno que preparó Marco. Al mismo tiempo, Annarita sirve los primeros platos: pasta fría, jitomate y albahaca; Giulia, que está afuera de la cocina, pone la música. Algunos niños y adultos ya están sentados. La cena puede comenzar. En la Ciudad de la Otra Economía (CAE) aquella era una noche común. El campamento hecho por la Comisión para apoyar a la CAE era una lugar de convivencia muy importante, autogestivo y femenino. Pero desde el 7 de agosto, aquel modo, aquel campamento y aquella ciudad no existen más.

La Ciudad de la Otra Economía de Roma está muerta. Por diversos motivos sus condiciones no eran tan buenas, es verdad, y, obviamente, también se cometieron errores. Durante casi cinco años fue una palestra social, es decir, un lugar de aprendizaje para la movilización, único en Europa, donde se podían encontrar cooperativas sociales, asociaciones y pequeñas empresas que reciclaban y reutilizaban los residuos, y que además utilizaban energía renovable, comercio justo, agricultura orgánica y eran críticos con las finanzas. Se usaba también software libre, había editoriales independientes y era un lugar donde las personas se transportaban en bicicletas.

La CAE fue sofocada por la arrogancia de los poderes fácticos: las instituciones, la municipalidad de Roma administrada por la derecha, y por empresas y organizaciones sociales que, en buena medida, no quieren o en todo caso no saben, encontrar otra forma de vivir que el capitalismo. Prefieren esconderse detrás de la élite, se niegan a relacionarse con los mundos más pequeños y muchas veces informales. Se esconden detrás de etiquetas como: “biológico”, “otro mercado”, “economía verde”, “desarrollo sustentable”. Detrás de idiomas conocidos, y un poco machistas, detrás de relaciones de dominio, el tipo de relación que solamente sirve para defender el modelo social vertical que va de acuerdo con los poderes fácticos, como estafas, o el uso de la fuerza.

La Ciudad de la Otra Economía murió de la peor manera: dejando plazas de trabajo vacías, ocho denuncias por ocupaciones ilegales, y con asociaciones y cooperativas sociales echadas por la fuerza del ex rastro de Roma, después de una semana de ocupaciones extraordinarias. ¿Cuál fue el motivo?, que “no saben hacer negocios”, pues pretendían ser autónomos de las instituciones.

La Ciudad de la Otra Economía murió y su funeral fue celebrado por los nuevos sacerdotes de la indiferencia, según los cuales, la derecha y la izquierda son categorías, en el mejor de los casos, aburridas, y el antifascismo está superado.

Sin embargo, en los últimos meses, sobre todo durante la ocupación, muchas personas han recorrido de diversas maneras un tramo del camino junto a los ciudadanos y las organizaciones sociales impulsadas por la CAE. Esta descripción podría parecer incompleta. Hay una gran cantidad de prácticas, de principios y de relaciones sociales e interpersonales; de reciprocidad, de gestos de gratuidad, de capacidad de escuchar y de cooperación (entre personas y grupos sociales) que, después del desalojo del 7 de agosto de 2012, muchos descubrieron como por arte de magia.

Estaban ahí, entre el fetuccini hecho en casa para la cena en el campamento el 6 de agosto; estaban debajo de la pancarta que decía “Ocúpelo usted”, que invitaba a cuidar el espacio público sobre el asiento de una bicicleta; estaban alrededor de las mesas que han sido la sede de difíciles asambleas y de momentos de convivencia; estaban a un lado de la caja de composta, en las bolsas de dormir y en las colchonetas que estaban a disposición; estaban en la pequeña piscina popular de los niños y en el vino. Sin embargo, para los agentes de la fuerza del orden, para los nuevos mercantes y para los aliados de la derecha, eran invisibles.

Hay quien jura haberlos visto en pequeños grupos, apenas fueron desalojados, en la asamblea del Teatro Valle ocupado, luego del gesto de buena voluntad de los ocupantes del teatro más conocido de Italia para alojar a los evacuados y entender algo de todo lo que había ocurrido.

¿La Ciudad de la Otra Economía murió? ¿Y nosotros?, deben haber pensado, ¿y aquellas prácticas, aquellos principios, aquellas relaciones invisibles, nacidas antes y durante la ocupación?, ¿y aquellas definiciones de “otra economía” o “economía solidaria” están probablemente equivocadas?. No. Comenzaremos a esparcirnos de forma espontánea por las calles, las plazas, en otros espacios sociales y culturales de Roma.

Para descubrir el elenco completo de aquellas prácticas, de aquellos principios, de aquellas relaciones sociales, vale la pena, sobre todo, cambiar un poco la visión. Se trata, probablemente, de aprender una nueva lengua, un proceso complejo, frágil, lento, de caminar en compañía de preguntas abiertas, más que de certezas. Se trata de encontrar procesos visibles que dejen prácticas y teorías, procesos no privativos de límites, pero ya experimentados, aquí y ahora, y no de soñar con una isla feliz.

Muchos procesos fueron contaminados por la complejidad de las relaciones, por ejemplo, fueron contaminados con ira, pero la ira sana y la sanación se comenzará a esparcirse entre las personas que fueron atrapadas por la CAE.

Se trata, entonces, de dar importancia a esas prácticas que buscan crear directamente formas democráticas de decisión, que incluyan la vida cotidiana, la gratuidad, la participación, la equidad, el buen vivir, la construcción paciente, pero determinada de una nueva forma de hacer las cosas; la creación de formas diferentes de cohesión social y de mutuo acuerdo. Porque una cosa es verdad: el cambio social profundo es el fruto de la transformación de la base casi invisible, de las actividades cotidianas de las relaciones sociales de miles de personas.

En un ensayo titulado “La insurrección en curso”, Gustavo Esteva, recordando a Foucault, a propósito de innovaciones políticas radicales, explica como un pequeño sector de la sociedad, en movimiento y pequeños grupos de ciudadanos, en los últimos años y en todo el mundo, han aprendido a “conmoverse”: “Con-moverse”, una bella palabra, lo cual supone moverse con el otro, como en una andanza, y hacerlo con todo, con el corazón y el estómago, y con todo el ser, no sólo con la cabeza; y así, la conmoción se contagia. En resumen, a partir de hoy, no obstante el cansancio y la ira, hay buenas probabilidades de que con la muerte de la Ciudad de la Otra Economía, hayan siempre personas y organizaciones interesadas en “bailar” juntos hacia los otros sectores de la ciudad de Roma.

Publicado el 10 de septiembre 2012

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