Siria: víctima de una guerra que no quería

Laura Sponti Traducción: Adrián Bibriesca y Marcela Salas

Siria. Para comprender la situación de hoy en Siria, es necesario recorrer sus etapas históricas, políticas y sociales.

Las categorías utilizadas hasta ahora para describir la primavera árabe no son adecuadas para la situación siria, y, a mi parecer, han demostrado ser inadecuadas en las otras regiones del mundo árabe.

Se ha definido una revolución fallida porque del poder político evaluado en los resultados de las urnas, han resultado vencedores los partidos islámicos. Esto ha sido resultado de la “manipulación” de Qatar y Arabia Saudita.

Siria, en cambio, tiene un cuadro de lectura mucho más complejo, y los intereses en juego son múltiples. Durante los últimos 40 años el partido Baath ha estado en el poder. Desde 1963, justo después de un golpe de Estado baathista, Siria fue controlada por el partido secular del Baath. No obstante los cambios de poder internos, como el golpe de Estado de 1966 y la Revolución Correctiva Siria en 1970, el partido del Baath permaneció como la única autoridad en Siria, que, sin embargo, estaba reducida a fungir la función de transmitir la voluntad autocrática del presidente y de su gabinete, y de los órganos ejecutivos del país.

Después de la revolución de 1970, el presidente Hafez Al Assad, quien pertenece a la minoría alauí (una parte de los islamitas chiitas que se calcula que forma parte del 6 al 12 por ciento de la población) guió a Siria por cerca de 30 años, censurando a cualquier partido político de oposición y a cualquier candidato. Con una estrecha relación con los servicios secretos sirios, Siria se ha mantenido “inmune a las protestas de masa”.

En 1982, durante el periodo más álgido de una insurrección islámica, Hafez Al Asad condujo una política de tierra arrasada contra la ciudad de Hama para reprimir la revuelta de la comunidad musulmana sunita, que incluía también a los Hermanos Musulmanes y a otras organizaciones. Decenas de miles de personas (se calcula que cerca de 30 mil) fueron asesinadas en la masacre de Hama.

En el 2000 la Primavera de Damasco sacudió a Siria; éste fue un año de intensos debates políticos y culturales.

Mientras en el Cercano Oriente comenzaban a emerger las primeras manifestaciones en Egipto y en Túnez, en Siria, Bashar al Assad pensaba que eran necesarias únicamente reformas para calmar la situación.

Se sentía tranquilo porque había construido relaciones óptimas con Iraq, Turquía, Líbano y con los mismos saudís. Estas relaciones, junto con un inicio de reforma económica que había abierto el país a los mercados, parecía poder asegurar a los Assad cierta tranquilidad y a Siria absoluta estabilidad.

La apertura de los mercados hizo que los ricos comenzaran un verdadero saqueo del país, dando inicio a una crisis económica que hasta ese momento tan sólo había rozado a Siria – la cual, por cierto, es una de los poquísimos Estados del mundo sin deuda externa.

Fue entonces cuando comenzaron una serie de protestas por parte de los campesinos, obreros, comerciantes y constructores, todos golpeados por el aumento de los precios. A esto se sumó una crisis de agua sin precedentes en los últimos años, causada por una sequía meteorológica y porque desde hace años Turquía ha llevado adelante una política de construcción de presas para vaciar el río Éufrates, que atraviesa la zona noreste del país.

Esto creó un fuerte proceso migratorio hacia las grandes ciudades, con la consecuencia de la formación de cinturones de pobreza en torno a Aleppo, Damasco, Latakia, Tartus, Homs y Hama. En esta última ciudad, el partido Baath no logra dar respuestas y así surgen las primeras protestas, en particular en Daraa, donde el gobierno sirio responde con violencia. Ésa fue la chispa que desató el incendio.

Pero ¿cómo cambió esta situación? Y, sobre todo, ¿cuál es la influencia de Líbano, que hoy parece ser uno de los países centrales para comprender los eventos? Para comprenderlo creo que es útil citar algunos extractos de entrevistas hechas por el diario Al Safir, uno de los principales periódicos libaneses.

Primero que nada, Líbano. Los problemas entre Siria y Líbano vienen, de hecho, de mucho tiempo atrás. En particular, después del asesinato de Hariri no se terminó jamás la tensión entre sunitas y alauís libaneses, un conflicto latente que desde hace años incendia Trípoli.

Un año  y medio antes, había caído el gobierno de Hariri y había sido  sustituido por un gobierno de Hezbollah, fuerza política que desde siempre fue aliada de Damasco. Un cambio que no podía más que irritar a la monarquía saudita que desde hace años compite con Damasco por el control del pequeño estado medio oriental.

Después, Turquía. Erdogan había apostado mucho a su amistad con Bashar, seguro de poder controlarlo e influenciarlos a su voluntad. El primer ministro turco había apostado a la debilidad siria y estaba convencido de que a través de Damasco habría podido aumentar su influencia en Medio Oriente, una parte fundamental del proyecto  neo-otomano que tan caro le había costado al partido islámico que estaba en el poder en Turquía.

Por su parte, Bashar creía que la red de relaciones que había establecido con Turquía e Irán lo pondría en la envidiable posición de mediador de los conflictos en la región. Él alauita, él férreo aliado de los turcos sunitas y de los iraníes chiitas.

Líbano muestra una orientación particular: por parte del partido chiita hay un apoyo casi unánime a Bashar Al Assad,  los Hezbollah se dicen seguros acerca de la posibilidad de que el presidente sirio en breve retome el control de su país. No pasa lo mismo, por ejemplo, entre los maronitas. El mayor componente del universo cristiano libanés está dividido en tres. Por una parte aquellos que hacen jefe al general Aoun, firme aliado del gobierno de Damasco; y por el otro, la Falange Libanesa, aliada de los insurgentes, en medio de muchos exponentes del partido Kataeb, que no quería romper la alianza anti-siria con la Falange y con los sunitas del partido Futuro, pero también preocupados por lo que pasará con la vida de sus correligionarios que habitan en Damasco con la caída del gobierno.

Los sunitas, en cambio, están divididos como el partido del Futuro, no pierden ocasión de atacar a Bashar y de pedir una intervención armada para abatirlo, en tanto que las fuerzas ligadas a la tradición de Nasser y (particularmente fuerte en Sidone) no esconden su simpatía por el partido Baath, y muchos otros tantos –quizá la mayoría– prefieren mantenerse alejados del conflicto.

Responsable de la lucha contra el intervencionismo de Siria – al menos de palabra- es también el líder druso Walid Jumblatt. Una mezcla explosiva, sobre todo si se añade el hecho de que en el año 2013,  Líbano tendrá -como siempre-  difíciles elecciones políticas, y ya desde hace semanas se habla de posibles reformas electorales, con la consecuencia de que se agravarán las divisiones entre las fuerzas políticas. Una sensación que el secretario del PC libanés, Khaled Hadad, describe así: Líbano está cada vez más frágil, necesitamos una reforma real para hacer un verdadero Estado, y hasta que esto no suceda estaremos siempre al borde del abismo y, sobre todo, seguirá el malestar social que siempre es puesto en segundo término.

Sin embargo, en un cierto punto Erdogan comenzó a intercambiar consejos con fuertes amenazas, irritando así la sensibilidad y el orgullo de Bashar que respondí reivindicando autonomía y diversidad. En poco tiempo, aquello que parecía una amistad de hierro se transformó en verdadero hastío.

Una relación de beneficio mutuo fue también la que hubo con Qatar. Su amistad con Siria se basaba en una “virginidad” que abarca los negocios y los acuerdos estipulados con “el odiado” Israel; mientras, Siria utilizaba al Emir (señor del Eliseo gracias a los fondo financieros otorgados por Sarkozy) para abrirse las puertas hacia Francia, viejo país colonia amado y odiado desde siempre por los sirios. También en este frente todo comenzó a cambiar hace aproximadamente un año y medio, cuando Qatar empezó a pedir favores como recompensa por sus inversiones y el gobierno Baath implementó un sofocante asedio en materia religiosa. No debe olvidarse que en Qatar habita desde hace años el líder de los Hermanos Musulmanes y que éstos, durante el mismo periodo, llegaron al poder en Túnez y en Egipto.

Para el director de As Safir, el punto de inflexión en la política exterior de los Estados Unidos fue el viaje de Obama al Cairo en el 2009. Aquella etapa, primero cargada de muchas expectativas y después redimensionada y subestimada por muchos analistas, marcó el fin de la estrategia de confrontación practicada por Bush contra el islam.  Desde aquel día, los Estados Unidos cambiaron y, gracias a la diplomacia de Hillary Clinton, buscaron en el islam político considerado moderado interlocutores, los cuales encontraron, sobre todo, en la corriente de los Hermanos Musulmanes, siempre afines a la lógica de mercado y al liberalismo económico.

Poco importó en este ámbito que éstos nunca habían escondido una visión fundamentalista de la religión. La decisión sería muy útil tan sólo unos meses más tarde, cuando uno tras otro, los que parecían regímenes indestructibles se derrumbaron –como hace algún tiempo que no se podía asegurar lo que sucedió hace diez años en Marruecos, Jordania y Siria–  sucesivamente. Bel Ali cayó en primer lugar y después Mubarak y Gadafi. El lugar de estos déspotas fue ocupad meses después por hombres vinculados a  esta concepción del Islam, que rápidamente aseguraron su apoyo a las políticas de Estados Unidos.

En este contexto se encuentra Siria y su crisis, ciertamente nacida por motivos internos, pero que muy pronto se convirtió en algo totalmente diferente, en donde se involucraron todos los que quisieron aprovechar la ocasión para abatir un gobierno incómodo y no alineado.  La distorsión de las que fueron las primeras manifestaciones contra Assad fue propiciada por un opositor sirio en Beirut, Munir. Munir forma parte de la oposición que condena cualquier influencia extranjera y que se define como progresista, pero, al mismo tiempo, no escatima en críticas a Assad, culpable – a decir suyo – de perseguir a quienes como él quieren reformas y cambios, pero no sangre. Munir reconoce, sin embargo, que su país debe afrontar también otro peligro: la integración islámica de los salafitas.

Rusia y la CIA ¿cuál interés?

En primer lugar, Rusia y China siempre se han opuesto a cualquier acción militar que vaya a interferir con la dinámica y las crisis políticas de un país determinado, incluso por razones internas, como los casos de las repúblicas separatistas de Rusia o el Tíbet en China. Desde este punto de vista, Rusia, en particular, está resentida con el resto de la comunidad internacional después de la resolución de 1973 sobre Libia, para lo cual, junto con China, no tenía lugar el veto porque aquella resolución en teoría preveía sólo la defensa de la población civil y no, como en la práctica, el firme apoyo a los opositores de Muammar Gaddafi. Por otra parte, Rusia, sostiene que la caída de Assad llevaría al poder en Siria a los extremistas y fanáticos religiosos.

Rusia reanudó sus relaciones con Siria en los años setenta, después de una crisis diplomática con Egipto. Seguido de un alejamiento durante la desintegración de la Unión Soviética, los dos países se han acercado después de la guerra en Líbano en 2006, cuando Siria, por su parte, fue aislada de occidente. Así regresó con Rusia, que ha cancelado el 75 por ciento de las deudas que Assad les debía y ha hecho de Siria un importante socio comercial.

Siria compra alrededor de un diez por ciento de las armas y equipo militar producido en Rusia. El valor de estos contratos se estima en alrededor de cuatro mil millones de dólares. Solo en diciembre pasado, entre otras cosas, en plena revuelta popular, Rusia vendió a Siria 36 aviones de combate Yakovlev Yak-130 a un costo de 550 millones de dólares. Por otra parte, Rusia, en Siria, específicamente en Tartus, tiene la única base naval que desemboca en el mar Mediterráneo. Ahí, una flota entera rusa, estuvo anclada el 8 de enero pasado. Fue un gesto amenazador y de gran valor simbólico para decirle al mundo que Rusia no abandonará a Assad.

China también tiene grandes intereses comerciales con Siria. De acuerdo con la Comisión Europea, es el tercer país importador más grande de Siria por contratos de un valor de más de dos mil millones de dólares. Siria, por su parte, aunque importando poco de China (sólo el uno por ciento de sus exportaciones totales) es un centro comercial clave para China en el Oriente Medio. La petrolera China National Petroleum Corporation (CNPC), trabaja de forma conjunta con la Compañía Nacional de Petróleo de Siria. Desde el punto de vista ideológico, China está con Siria, porque siempre se ha expresado en favor de la República Popular de China en temas como Taiwan, el Tíbet y los derechos humanos.

La Masacre de Hula y las tímidas reacciones

Lo que hoy realza una vez más la situación en Siria y que marca un punto de inflexión fue la masacre de Hula.

Un mes después de la llegada de 270 observadores internacionales de la ONU, enviados por Kofi Annan y la Liga Árabe, el 26 de mayo de 2012, en Hula, ciudad vecina a Homs, murieron 108 civiles, entre ellos 49 niños. Hula se ubica a pocos kilómetros del lugar donde hay observadores internacionales.

La masacre fue atribuida al ejército, quien atacó a los milicianos de Shabiba, que a menudo sustituyen a soldados en el trabajo sucio.

Los observadores se limitaron a observar la situación y filmar los cadáveres. Esta masacre es un asesinato en masa y pareciera que muchas personas han perdido la vida porque se encontraban en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Se estima, de acuerdo con las Naciones Unidas, que del inicio de la revuelta en Siria hasta hoy en día son más de diez mil personas muertas.

¿Existe un plan viable para la paz?

El Secretario de Estado, Ban Kimoon, dijo que para Siria no existe otro plan de paz que no sea «la buena voluntad del régimen y de los rebeldes de modificar su posición”. Esto, frente a hombres que son capaces de cortar la garganta de un niño de pocos años.

La única acción Internacional, aunque tímida, fue la expulsión de los embajadores de Siria en Francia, Italia, Turquía, Estados Unidos, Japón y Australia. Pero estas medidas han demostrado, incluso en el pasado, ser de poco valor y no concluyentes. Sobre todo con el surgimiento de una política de no intervención de China y Rusia.

El papel de las redes sociales y de las revueltas creativas

El 10 de febrero, Damasco abrió definitivamente las redes sociales y cinco años después hizo caer la prohibición que preveía el apagón. La decisión de eliminar las restricciones, según lo informado por el periódico progubernamental Al-Watan, muestra «la confianza del gobierno en el uso de las redes». De acuerdo con la oposición, el libre acceso a las redes sociales árabes, es un intento de las autoridades sirias para contrarrestar las actividades sediciosas contra el régimen.

El 17 de febrero, sin embargo, Tal al-Mallouhi, una bloggera siria, fue condenada a cinco años de prisión por el Tribunal Superior de Seguridad del Estado, acusada de haber trabajado para la CIA.

Uno de los canales preferidos, a través del cual se pasan el 90 por ciento de las películas publicadas en la web, la aplicación para el smartphone Bambuser, fue bloqueada por el gobierno sirio. Ya no es posible para los residentes del país tener acceso al sitio de Bambuser.com, y menos poder utilizar el internet en los teléfonos móviles para transmitir video al instante.

Se decidió activar la prohibición, de acuerdo a  lo informado por el director ejecutivo de la empresa, Hans Eriksson, por el gran éxito que tuvo el video grabado por un ciudadano de Homs, que documentó con la cámara de su teléfono móvil el bombardeo por parte del ejército de Siria en un oleoducto cerca de la ciudad.

El video fue retomado por numerosas emisoras internacionales, entre ellas CNN, BBC, Al Jazeera y SkyNews y estuvo circulando en internet, suscitando la ira de los seguidores de Bashar Assad.

No sería la primera vez que el servicio creado por dos jóvenes programadores suecos, Mans Adlere e Jonas Vig, afronta este tipo de problemas: esto ya había sucedido en enero de hace un año en Egipto, cuando el régimen de Mubark lo retiró por una semana, y sigue ocurriendo en Bahrein, donde Bambuser fue prohibida por más de seis meses.

El celular da parte de un régimen no democrático y es considerado un arma: filmar o fotografiar puede costar la vida,  no son raros los casos de personas que son blanco de los francotiradores mientras buscaban documentar violencia y abusos. También los bloggeros están en la mira: ha sido arrestado y deportado en un lugar desconocido un grupo de doce miembros, hombres y mujeres del Centro Sirio de Medios y Libertad de Expresión, entre los que se encontraba una célebre bloggera activista de la red Global Voices, Rhazan Gazzawi. Después fue puesta en libertad, junto con el resto de sus compañeros.

Desde aquel momento la situación siria ha visto a los “mártires ser la nueva mercancía en la guerra de la información entre opositores y partidarios”.

Un grupo de activistas organizó una vigilia en el centro de Damasco transmitido a través de las redes sociales para reivindicar la posibilidad de llorar de los civiles muertos, pero fue duramente atacada.

El peligro para el régimen sirio es la unión de la población y que ésta diga: basta de violencia,

También está creando miedo la creciente presencia de ciudadanos extranjeros que han arribado a Siria para combatir por la “democracia”.

Por otra parte, la “guerra” de confundir con las noticias ha sido siempre utilizada por el régimen sirio. En todo el mundo, las noticias sobre Siria circulan únicamente por las redes sociales y son siempre reservadas y poco confiables o confusas, no parecen ser ciertas.

Jóvenes y estudiantes no quieren saber de la guerra civil o de revoluciones violentas quizá financiadas desde el exterior. No apoyan a Assad, esperan que haya reformas y critican las  muchas posiciones que existen: “También están siendo atacados los medios de información árabe, sobre todo Al Arabya y Al Jazeera, que antes eran ejemplo de libertad y hoy son un instrumento de manipulación y de un uso bélico de la información. La primera televisora se refiere a Arabia Saudita y la segunda a Qatar. En un muro en Damasco se lee una frase puesta allí hace poco, donde se llama ‘la prostituta’ a la emisora de Qatar. También esto es un conflicto que rodea a Siria”.

Es muy difícil comprender plenamente el rol de los canales satelitales panárabes. Si bien Al Jazeera, que tiene más de 15 años de actividad, ha sido considerada “limpia” por Hillary Clinton en marzo pasado (recordemos el 2002 cuando Bush quería bombardear los repetidores porque la televisión mandaba en onda los videos de Bin Laden), cada vez está más presente la sensación de que los jóvenes de Damasco no están viendo la verdad. El estudioso de medios, Philip Seib, escribe: “Por medio de su influencia en la agenda mediática internacional, AL Jazeera, y en particular su canal en inglés, aumenta la visibilidad y la influencia de Qatar. Más o menos de forma correcta, muchos espectadores en el mundo consideran a Al Jazeera como un representante de los intereses de Qatar en la política exterior y por ello, la expansión de la emisora corresponde a un aumento de posibilidades del país de reunir a un público más vasto”.

Desde las calles de Siria, Margherita Paolini describe así la situación: “Su vida cotidiana se desarrolla en las casas, donde viven atrincherados por temor a las represalias y los abusos por parte de los militares del régimen o de grupos armados sin control que se proclaman como ‘la oposición’. La mayoría de la genere aspira a un cambio no violenta, que traiga mayor estabilidad social y libertad de expresión, y temen una intervención extranjera que busque provocar la caída del régimen, pero no existe un verdadero plan para ‘el día después’”. Atrapados entre los muros de un poder que no parece querer ceder nada y de una revuelta cada vez más indescifrable, los ciudadanos sirios son víctimas de una guerra que no querían.

Hasta que inició la “revolución”, Siria era un país sustancialmente diverso a todos aquello que hay en el Magreb. Aquello que ocurrió Túnez y en Egipto nació espontáneamente de una rabia acumulada por el pueblo; en Sira, en cambio, parece haber habido una planificación mediática de los dirigentes desde el extranjero.   Escribe Paolini: «La noticia vienen directamente de los terrenos debido a una coordinación extraordinaria, desplegada por una red que parece surgir de forma espontánea: la de los periodistas ciudadanos que con los teléfonos móviles registran todo lo que sucede a su alrededor, una red sincronizada, desde un extremo de Siria».

Las imágenes de la represión terminan inmediatamente en los blogs o en YouTube y son reenviadas por “comités de derechos humanos”, para después ser distribuidas por las agencias de prensa internacionales y por las grandes emisoras y ser repetidas decenas de veces por los noticiarios en todo el mundo.

Pero también hay muchos casos falsos, como el de la “chica gay de Damasco”, una joven que se dijo que había sido arrestada por el régimen y fue objeto de miles de peticiones internacionales para su liberación. La historia, sin embargo, había sido inventada por un americano de 48 años residente en Inglaterra. “Podía haber sido cierto”, se defendió él, y mientras tanto la mentira ya había dado la vuelta al mundo.

Aún más flagrante fue el caso del engaño de Danny en Siria difundido por la CNN. Dayem Danny es un joven sirio que se crió en occidente y vaga por las calles, desafiando a la violenta milicia de su país, armado con nada más que un teléfono. Él es ejemplo de un ciudadano periodista, cuenta las historias de los bombardeos y asesinatos indiscriminados: las imágenes son impresionantes. Sólo un par de meses después se descubrió que Danny “grababa”  el  «drama» en un lugar seguro con efectos de sonido, sus películas son artificiales y manipuladas. CNN se disculpó en directo, pero la opinión pública ya había sido manipulada.

Por muchos meses pareció que únicamente el régimen cometía violaciones de derechos humanos. El 20 de marzo, sin embargo, Human Rights Watch, que había estado denunciando los crímenes de Assad, envió una carta al Consejo Nacional de Siria evidenciando abusos como “secuestros, detención y tortura” cometidos por las fuerzas de seguridad del gobierno, “ejecuciones sumarias” de soldados, pero también de civiles. En el documento se aseguraba que “la brutal táctica del gobierno no puede justificar el abuso de los grupos armados de la oposición”.  Esta denuncia había figurado también en el documento final de la junta de la Liga Árabe en enero de 2012 (aquella que dio fin a la misión de 160 observadores) donde, con mucha prudencia, se habían denunciado la violencia y crímenes de la oposición. El documento, votado por todos menos por Qatar, extrañamente no fue traducido al inglés, sino que se mantuvo árabe. Un claro intento de evitar la difusión generalizada, que tiene detrás una estrategia de la petromonarquía, que nació por la dimisión en bloque la redacción de Al Jazeera en Beirut, cuando fue impedida de contar todo lo que estaba ocurriendo.

Regreso al punto de partida: Siria está luchando contra una guerra de información sin precedentes, que tiene un papel secundario en la creación del caos en la actualidad. El país se parece cada vez más  al Iraq post-Saddam (del cual, sin embargo, tuvimos una gran cantidad de información) o a la Libia después de Gaddafi, en la que también se colocó un velo de información fabricada. Así que hoy, como nunca antes, la guerra y la paz tienen mucho que ver con la calidad de las fuentes y  los canales de las noticias que recibimos.

“Si Egipto no es Túnez, Libia no es Egipto, Yemen no es Bahréin, Bahréin no es Siria. Y siria no es Libia. El futuro de Siria parece estar, en la mejor de las hipótesis, paragonado al presente de Iraq o al pasado de Líbano”.

¿Habrá algo en manos del activismo internacional que realmente pueda marcar una diferencia?

Ante estos hechos, no tener miedo de hacer frente a la situación en Siria, ni a los asesinatos de activistas y periodistas freelance, y no detenerse frente a la dificultad de la lectura de la situación es un imperativo que no debe ser puesto a discusión.

Publicado el 25 de junio 2012

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