“El amor por nuestros hijos es más grande que el miedo”: madres de desaparecidos en México

Amaranta Cornejo Hernández y Sergio Adrián Castro Bribiesca Foto: Orlando Canseco y Eunice Carreón Con la colaboración de Norma Ubaldi Garcete, Mariana Berlanga Gayón y Juan López

México DF. Es martes 7 de mayo y la noche comienza a caer en la Ciudad de México. Cerca de las ocho de la noche arriba al Monumento a la Revolución la Caravana “Madres buscando a sus hijas e hijos y buscando justicia”, después de día y medio de viaje por tierra. Venían de los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Guanajuato y Querétaro. En el monumento se unen a otras mamás del  Estado de México y de la Ciudad de México. De los tres autobuses descienden mujeres y hombres, su  boca está cubierta con la leyenda “¿Dónde están?”  Mientras caminan, gritan consignas diversas: “Vivos los llevaron, vivos los queremos”, “Presentación con vida y castigo a los culpables”, “Las madres unidas, jamás serán vencidas”. Un coro solidario de bienvenida se unió a su reclamo.

Debajo de uno de los arcos del monumento, con megáfono en mano, Norma Ledezma explica que se juntan hoy “para celebrar en memoria de los y las que no están, en esta gran familia, la caravana, que unos unió por el dolor y la desgracia de la desaparición de un hijo. Decidimos estar este 9 de mayo aquí para abrazarnos con solidaridad, para recordar a los que se llevaron del mundo, para recordar cuántas mañanitas nos cantaron, cuántas dejaron de cantarnos porque manos asesinas, manos criminales, les quitaron sus sueños y nos los arrebataron. En México, de norte a sur, de este a oeste, se están preparando para cantar mañanitas, en esta noche, aquí, en el Monumento a la Revolución, nosotras las madres estamos gimiendo por la ausencia de ese hijo, porque nos quedó mucho amor en el corazón y no podemos dárselo a nadie más porque era de ellos y de ellas, porque se sienten en las espaldas y el corazón la ausencia de los hijos, porque no hay nada ni nadie que calme ese dolor y ausencia. Es por eso que decidimos dejar nuestros hogares y estar convocadas esta noche aquí, para recordarnos y recordarles, para recordar el día que llegaron a nuestros brazos, cuando los vimos por primera vez y vimos unas risas, cuando nos tomaron con sus manitas nuestras manos, cuando los amamantamos, los abrazamos y los tuvimos en nuestro regazo. Hoy, madres de México, yo les pido que le demos un aplauso a nuestros hijos y nuestras hijas.”

Mientras se escucha el discurso, algunas madres lloran al escuchar las palabras y otras las abrazan, con lágrimas en los ojos también, gritando “¡Justicia!”. Madres y familiares forman un círculo con sus cuerpos, sostienen pancartas y mantas, visten camisetas con el nombre y la foto de la persona desaparecida, la fecha y el lugar donde se le vio por última vez. Las personas asistentes se les acercan, preguntando sobre su hijo, su hija, su familiar desaparecido. La respuesta no se hace esperar. Hay una necesidad de hablar, de compartir lo sucedido, no sólo para expresar el dolor, sino para hacer visible esa ausencia provocada por una desaparición forzada.

En esta tarde-noche, Beatriz Elena Flores Santoyo y Martha Galván esperan el arribo de la caravana. Ellas se conocieron a raíz de la desaparición forzada de sus respectivos hijos ocurrida en Piedras Negras, Coahuila, el 23 de febrero de este año, entre las seis y las seis treinta de la tarde. Ambos son sordomudos, amigos desde hace quince años, y trabajan juntos desde hace diez. Hicieron ya la denuncia ante las autoridades, ante Províctimas (Procuraduría federal de atención a víctimas del delito), sin tener hasta ahora respuesta alguna. A un mes de la desaparición de sus hijos se unieron a la asociación “Fuerzas unidas por nuestros desaparecidos en México” (FUNDEM). Hoy es la primera vez que se encuentran con otras madres de desaparecidos.

“Esperamos que con esto se llegue a algo positivo, no nada más para nuestros hijos, sino para todos aquellos que están desaparecidos”, dice Elena Flores, mientras su pequeño sobrino la escucha. Cuando se les pregunta quiénes presumen sean los responsables, responden: “las autoridades, son la autoridades porque no hacen nada. Te dicen que hasta que pasen 72 horas puedes poner la denuncia, y las primera horas, ahora lo sabemos, son en las que se puede encontrar a nuestros hijos.”

La caravana

La idea de realizar una marcha en un día tan cargado de simbolismo en México, el 10 de mayo, fue para hacer visible el andar en búsqueda de sus hijos e hijas, y también de esa justicia negada hasta ahora. En la convocatoria de la movilización se puntualizan sus demandas: 1. Búsqueda inmediata de todas las personas desaparecidas, 2. Conformación de una base de datos nacional, 3. Atención estructural de la Procuraduría General de la República  a todos los casos de desapariciones, 4. Creación de una Subprocuraduría Especial para Personas Desaparecidas, 5. Creación e implementación de protocolos de investigación para personas desaparecidas, 6. Implementación de un Programa Federal de Atención Integral a las familias de personas desaparecidas; 7. Aceptar e implementar las recomendaciones del Grupo de Trabajo para desapariciones forzadas e involuntarias de la ONU.

Blanca Martínez, directora del Centro de Derechos Humanos “Fray Juan de Larios” de Coahuila, explica que la idea de la movilización surgió a finales de marzo, porque “todas andaban intranquilas, con la idea de que es insuficiente lo que estamos haciendo (como FUNDEM), es decir, las respuestas de las autoridades, y que, entonces con tanto esfuerzo no logramos romper las puertas, mover las piedras que lleven a buscarlos. Entonces las doñas de Coahuila, en marzo cuando fue  la presentación del grupo de trabajo de la ONU, en Saltillo, dijeron ‘tenemos que salir’. Además se dio todo el destapadero de colusión de autoridades estatales con el crimen organizado en Coahuila. Hubo detenciones de varios funcionares, la subdelegada de la PGR, funcionarios estatales, de seguridad pública de la Procuraduría. Dijeron que no podíamos quedarnos aquí, teníamos que volver a movernos. Buscando la fecha dijeron que fuera el 10 de mayo, que es uno de los días más fuertes para ellas. Así se empezó a acuñar el lema ‘Madres buscando’. En ese tiempo comenzaron a convocar, a vender enchiladas, a vender tortas, a vender cosas para juntar para los camiones, a pedir la solidaridad, a ver a quién le faltaba para el camión, ‘para ver cómo completamos’. Y aquí está una pequeña expresión de un mundo de personas.”

Comparte también Blanca que las madres que participan en esta movilización son muchas más de las que forman parte de las actividades en la Ciudad de México. Eso a pesar de que algunas no pudieron viajar porque no les dieron permiso en sus trabajos, por problemas de salud. Este 10 de mayo, esas madres también realizaron actos en sus ciudades.

La organización

El camino seguido por cientos de madres toma forma en la asociación Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (FUNDEC), creada en 2009. Esta asociación registra y documenta casos de desapariciones en el estado de Coahuila; tiene como registro más antiguo el de Daniel Cantú Iris, cuya madre no deja de buscarlo desde el 21 de febrero de 2007. En respuesta a la necesidad de familias de otros estados, también con integrantes desaparecidos, que se acercaban a solicitar el apoyo y la asesoría de FUNDEC, en diciembre de 2011 nació Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México (FUNDEM). FUNDEM empieza a documentar entonces casos de personas desaparecidas en varias entidades de la República. Un aliado de la asociación es el Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios” A.C., que la apoya con asesoría legal y metodológica para elevar su dolor a un rango público -es decir, político- de los casos de desaparición de personas cercanas.

A la par de FUNDEC-FUNDEM hay cientos de personas que no pertenecen a organización alguna, y que el 9 y 10 de mayo llegaron por primera vez a reunirse con familiares de personas desaparecidas. En estos días se juntaron madres y familiares del Distrito Federal y de los estados de Sinaloa, Durango, Coahuila, Chihuahua, Guanajuato, Guerrero, Querétaro, Estado de México, Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz.

Desapariciones ¿quiénes son, cuántos son? ¿Y los responsables?

 Al hablar de la violencia en México se habla de asesinatos y secuestros, pero no de desapariciones. Nos encontramos ante un limbo en el cual, en todo caso, se habla de “levantones”, refiriéndose al hecho de cuando grupos armados no identificados se llevan a otras personas. Es imperioso reconocer esta realidad para que deje de ser un limbo. Un inicio es hablar de desapariciones forzadas, las cuales son definidas como “el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley.”(1) Al reconocer que son desapariciones forzadas se involucra al Estado y autoridades en distintos niveles de gobierno y a organismos descentralizados en la búsqueda de las personas.

La violencia en México ha escalado exponencialmente, y las desapariciones forzadas son otra muestra de ello. Basta mirar las estadísticas que FUNDEC proporciona respecto al estado de Coahuila (2). Cada número presentado en la página de la asociación habla de una persona desaparecida y de una familia afectada por ello. Para 2011 tenía registrado 230 casos, de los cuales 83 por ciento corresponden a desapariciones masivas, es decir, que cuando se “llevan” a las personas lo hacen en grupo, y la mayoría de las veces son hombres a quienes desaparecen (90 por ciento). Las edades de los desaparecidos van de 19 a 55 años, y se concentran en los rangos de 19 a 25 y de 31 a 35 años, es decir, en plena edad de madurez física y laboral.

La información con la que cuenta FUNDEC presume que la mayoría de las veces quien perpetra la desaparición forzada es la delincuencia organizada (142 personas), mientras que en el resto de los casos se desconoce quiénes las desaparecieron (59 personas), o participaron presuntamente grupos de la delincuencia organizada y policías municipales (16 personas), mientras que en otros casos han participado policías municipales (7 personas) o militares (5 personas).

Los testimonios de las madres corroboran la tipificación que hace FUNDEC. Para el caso de la colusión entre delincuencia organizada y policías municipales, Lourdes Valdivia explica que su hijo Juan Cordero Valdivia, su esposo José Cordero Anguiano y su cuñado Ernesto Cordero Anguiano fueron de cacería a Zacatecas, “allí los detuvo un retén de la policía municipal y ellos se los entregaron a una organización criminal. En la detención participaron nueve policías, siete de ellos del municipio de El Plateado de Joaquín Amaro. Los bajaron de su vehículo y los llevaron a la cárcel municipal, supuestamente para confirmar la autenticidad de sus permisos de portación de armas; ahí fueron golpeados y les robaron celulares, documentos personales y las armas. Ellos soltaron a dos personas, entre ellos un menor de edad, y un adulto que escapó declaró que fueron los policías quienes entregaron a nuestros familiares a los Zetas. Seis horas más tarde, los policías llevaron a nuestra familia a una gasolinera cerca de la capital en Zacatecas, donde llegaron varias camionetas en las que viajaban unos 20 hombres armados, vestidos de negro y encapuchados. Se los entregaron.”

Hay situaciones en las cuales la implicación de militares está comprobada, como relata Rosa Alvarado. Ella explica que sus primas Nitza Paola Alvarado Espinosa y Rocío Irene Alvarado Reyes, y su hermano José Ángel Alvarado Herrera, fueron llevados por “gente del Ejército mexicano en el ejido Benito Juárez el 29 de diciembre de 2009. A Nitza y José Ángel los bajaron de la camioneta, luego a Rocío la sacaron de su vivienda mientras dormía y dijeron que estaba arrestada. Ya tiene dos años y cuatro meses sin tener respuesta… la justicia no hace nada.  La Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) ha aceptado la participación de su gente. Nosotros lo que queremos es que nos los entreguen, o que nos digan dónde están. Sabíamos que nuestros familiares estaban en el Batallón de Infantería 35 de Nuevo Casas Grandes, Chihuahua, sin embargo no hemos sabido nada más de ellos. Ellos saben que tenemos nombres de las personas que se los llevaron, y aun así no hacen nada. Nuestro caso ya se encuentra en la Comisión Interamericana. Tenemos todas las denuncias correspondientes; recurrimos al gobierno y sus autoridades, fuimos con Felipe Calderón, dimos todos los pasos que teníamos que dar con la justicia, pero no la hay, ellos no hacen nada.”

Lourdes Hernández explica que en el caso de su hija “está involucrada la policía de Chihuahua. Mi hija desapareció en un retén de autos robados, se llevaron a mi hija y dejaron el auto. Ya acudí a la Procuraduría General de la República (PGR), a la Fiscalía, a la policía municipal y del estado y ahora mi caso está en la ONU, ya que se trata de desaparición forzada ya comprobada. En esos días hubo una guerrilla entre policía del estado y militares. Estuvieron levantándose ambos. Hay un video donde aparece policía del estado y gente del ejército. No hemos tenido respuestas, me contestan que tal vez mi hija se fue con el militar que también desapareció, que tal vez decidió irse, aun teniendo como prueba un video, hubo testigos militares que dicen que la policía del estado se los llevó.”

A nivel nacional, la cifra que estiman en análisis periodísticos y académicos es de 10 mil desapariciones forzadas. FUNDEM tiene registradas las denuncias de 550 familias con personas desaparecidas, a las que dan seguimiento, asesoría y acompañamiento. Además, se tiene conocimiento de casos de desapariciones forzadas de ciudadanos centroamericanos. Ana Lorena Delgadillo, asesora de FUNDEC, refirió 500 personas desaparecidas provenientes de Honduras, 150 de Guatemala y 250 de El Salvador; todas estas cifras, apuntó, son cálculos conservadores.

El trabajo de FUNDEM mapea los lugares donde se han realizado los eventos de desaparición forzada en Coahuila, que se concentran en tres ciudades: Saltillo (73 personas), Piedras Negras (55 personas) y Torreón (35 personas). En términos regionales, esto quiere decir que en el sureste y el norte de dicho estado se concentra el mayor número de casos, es decir, colindando con los estados de Nuevo León, Tamaulipas y la frontera con Estados Unidos.

El trabajo de documentación de FUNDEM demuestra que es posible rastrear las situaciones en que fueron desparecidas las personas, para de ahí ubicar a los responsables y así poder encontrar a las personas. La pregunta que surge entonces es por qué las autoridades competentes no hacen nada, por qué hay una carencia de voluntad política. Una de las hipótesis de FUNDEM es que las autoridades tienen pleno conocimiento de la situación, y que incluso ellas mismas ponen a los detenidos a disposición de los grupos de la delincuencia. Es por esta implicación y colusión que las autoridades no investigan, y por ende no se ha dado con el paradero de prácticamente ninguna de las personas desaparecidas. Para legalmente hablar de desaparición forzada, el Ministerio Público debe realizar una investigación. Aquí es donde se presenta la primera barrera, porque justamente es esta autoridad la más renuente en abrir investigaciones sobre este tema. De ahí que varias de las demandas estén relacionadas con la manera como se investiga, documenta, deslindan responsabilidad y se buscan a las personas desaparecidas.

La falta de colaboración de las autoridades es una constante, y así lo ha vivido Araceli, de Guasave, Sinaloa. Ella busca a sus hijos, Carlos y Ricardo Peña Mejía. “Hemos trabajado mucho para encontrarlos, recorriendo el país; sin embargo, todo sigue igual, el gobierno no tiene nada. Los teléfonos de las autoridades se vuelven mudos, y cuando llegas a contactarlos dicen que no pueden atender, que se fueron de comisión. Dicen testigos que una noche antes de la desaparición llegaron algunos uniformados, y llegaron a preguntar sobre el trabajo que mis hijos estaban haciendo. El día que desaparecieron mi otro hijo hablaba con mi nuera Guadalupe, él le dijo que tenía que colgar, que debían guardar el equipo; ella tuvo un mal presentimiento y trató de comunicarse enseguida, pero nada.

“Cada desaparecido somos todos”

El 10 de mayo las madres marcharon acompañadas por diversas organizaciones de derechos humanos, de apoyo a migrantes, contra el feminicidio y colectivas feministas. Éramos miles de personas caminando sobre la Avenida Reforma. Las madres sostenían mantas exigiendo justicia. “Mientras no se sepa la verdad las heridas del pasado continuarán abiertas”, decía una de ellas. Las pancartas y mantas con la foto y los datos de las personas desaparecidas eran cientos y cientos.

Ciertamente las madres lloraban, y también es cierto que dignas caminaban, gritaban, y ese coro era acompañado y respondido con otras consignas, en todas se exigía justicia. La soledad dejó de ser, pues como lo dijeron la noche anterior, la marcha fue para reclamar y también para abrazarse en esa caminata matutina, darse el aliento y mirar que al mismo tiempo que se hacía visible la desaparición, había ecos y solidaridades.

Conforme las mamás y sus familiares iban llegando al Ángel de la Independencia se fueron acomodando en las escalinatas, sosteniendo en alto las fotos de sus hijos e hijas desaparecidas. En ese lugar, en esa posición, comenzó el pase de lista de las personas desaparecidas, a lo cual respondíamos “presente”. Este nombrar a las ausencias se hacía por estados del país. Se decían sólo los nombres porque no daba tiempo para hablar de cada una de esas personas, son tantas que no daría tiempo hablar de todas ellas. El primer pase de lista duró más de un cuarto de hora. Después vino otro, y otro. Esta actividad de prolongó por hora y media, intercalando el pase de lista con la lectura de saludos solidarios de organizaciones de la sociedad civil.

El sol pegaba fuerte, las madres seguían de pie, apoyándose cuando alguna se entristecía, dando entrevistas, platicando con la gente que se acercaba. Cada vez que hablaban palpaban el dolor de la desaparición, y aun así no se callaban. Así como tampoco guardan silencio ante las amenazas que autoridades les hacen cuando presentan la denuncia de desaparición y cuando reclaman que se dé seguimiento al caso.

Rosa Alvina Zapata Contreras busca a su hijo Carlos Gerardo González Zapata, desaparecido el 31 de octubre de 2008 en Torreón, Coahuila. “Él estaba en su casa, tenía una carpintería en su casa. Fue un amigo de la infancia a invitarlo a tomarse una cerveza. Había invitado a mi otro hijo, mis dos hijos juntos porque los dos trabajan la carpintería. Los dos son casados. Mi hijo dijo no, me voy a mi casa porque estoy casado, y mi otro hijo dijo, sí, me voy contigo. Ya no regresaron. Este chico traía una camioneta y se fueron en ella y ya no regresaron, no aparecieron ni ellos ni la camioneta ni nada. No sabemos quién fue, se desaparecieron, nadie vio nada. Hice la denuncia y el comandante de la policía dijo que no hiciéramos nada porque les podía pasar algo a mis otros hijos. Como que nos asustó, que les podía pasar algo a nuestros hijos, que mejor nos calmáramos. Por eso muchas gentes no se acercan a nuestro grupo, FUNDEC, por miedo. Las asustan igual que a nosotros cuando van a hacer la denuncia, les dicen ‘ya no busquen, tienen más hijos y les puede pasar algo’. Sí me asustó por un momento, pero dije no, no me van a asustar, y me fui al grupo y aquí estoy. Llevo cuatro años aquí y aquí estamos en la lucha incansable, que no nos vamos a cansar de levantar la voz.”

Rosa Alvarado, de Chihuahua, explica su situación: “hemos tenido que dejar nuestra casa, dejar el país, vivir rentando, hemos recibido amenazas de muerte. Toda mi familia ha sufrido amenazas, 37 miembros de la familia nos hemos desplazado, nos hostigan federales y militares.”

Sentados en las escalinatas muchos acompañaban a las madres escuchando, documentando, testimoniando la ausencia forzada que viven las familias. Los comentarios de quienes acompañaban eran acerca del dolor y la indignación de lo que se escuchaba y se veía. También se comentaba la admiración por la fortaleza de las madres, pues no obstante el dolor, las amenazas, las limitaciones económicas y muchos otros factores, ahí estaban: protestando un 10 de mayo, exigiendo justicia y medidas para que esto no vuelva a pasarle a nadie. La sensación era de coraje y de amor.

Alrededor de las dos y media de la tarde, durante la pausa de la comida, llegó Rosario Ibarra de Piedra, fundadora del Comité Eureka!, que desde 1977 trabaja por la presentación con vida de los desaparecidos en México. Rosario Ibarra expresó: “en lugar de pasar el 10 de mayo con mis hijos vengo a pasarlo con otras madres que sufren lo que yo. Estoy con ustedes. Tenemos que seguir luchando por los que nos arrebataron, no pierdan la fe, no pierdan la esperanza, nunca los den por muertos, no piensen que están muertos. Búsquenlos, búsquenlos todo lo que se pueda. Luchen todo lo que se pueda. Yo estoy luchando desde 1975. Con este pleito hemos recuperado 148 desaparecidos vivos, que vieron vivos a muchos otros en las cárceles clandestinas del campo militar número 1, en la Base Naval de Icacos, en el Campo Militar La Joya, de Torreón. Nosotras somos su esperanza de vida. Les pido que no desfallezcan, que sigan luchando contra los malos gobiernos que son capaces de hacer estas atrocidades”.

Después vinieron saludos a la caravana por parte de otras organizaciones, como H.I.J.O.S. capítulo México, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, la Iniciativa de mujeres nobel, y muchos otros más. A cada uno de estas participaciones respondían dos o tres madres con la idea de “abrir palabra para recuperar qué dejan los mensajes.”

Mientras se leían los saludos y las madres los comentaban, un grupo de la Caravana bordaba en trozos de tela blanca la desgracia, el dolor y el terror: cada bordado narraba la situación en que fueron asesinadas y/o encontradas muertas cientos de las 50 mil víctimas de la guerra contra el narcotráfico emprendida por el Felipe Calderón. Ese bordado continuó al día siguiente, mientras decenas de madres esperaban afuera de la Procuraduría General de la República a que saliera la comisión que se entrevistó con la procuradora.

Pasadas las cuatro de la tarde, cuando la lluvia llegó, se cerró el evento. Yolanda, para despedirse, advirtió a las autoridades, a los gobiernos, que les demostrarán “que con ganas podemos hacerlo, porque ellos no tienen voluntad para buscar y esto es lo que exigimos aquí. Nosotras somos madres con hijos para el resto de nuestra existencia, y así vamos a seguir exigiendo. Vamos a exigir al gobierno, a Felipe Calderón, a Marisela Morales, y al Secretario de Gobernación que hagan su trabajo, que hagan una búsqueda, empezar un búsqueda, no de papeles, nuestros hijos son seres humanos. No perdamos la fe, echémosle ganas.”

Valoraciones preliminares

La última actividad de las muchas que del 8 al 11 de mayo realizaron cientos de madres de diversos estados de México en torno a la campaña nacional “Marcha de la dignidad nacional. Madres buscando a sus hijos e hijas y buscando justicia”, fue la conferencia de prensa, en la cual ofrecieron sus valoraciones preliminares. Desde un inicio, las madres agrupadas en FUNDEM dijeron en su convocatoria que la movilización nacional tuvo como objetivo “alzar nuestro clamor de justicia con la esperanza de que retumbe en todos los corazones e instituciones y rompa los yugos a los que tienen sometidos a nuestros hijos e hijas, quienes de manera forzada fueron arrancadas de nuestras vidas”. Al iniciar la conferencia de prensa, Blanca Martínez reconoció que la marcha del día anterior sirvió sobre todo para “compartir ánimo al caminar”, un caminar que ya no fue solitario pues contó con la participación de diversas organizaciones de la sociedad civil.

Durante las acciones realizadas desde el 9 de mayo, las madres y familiares interpelaban a las autoridades mexicanas, en sus niveles federales y estatales. Por esa razón, el viernes 11 de mayo en comisiones se entrevistaron con integrantes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la PGR, el Alto Comisionado de Derechos Humanos la ONU, y de diversas embajadas.

La noche anterior, la Secretaría de Gobernación (SEGOB) emitió un comunicado oficial en el cual  afirmaba que el Estado mexicano “trabaja en la prevención de la desaparición forzada”, y al mismo tiempo ofreció a las madres una entrevista con el Subsecretario de Gobernación. Las madres refutaron la propuesta, ya que su petición original había sido hablar con el Secretario porque éste tiene el poder de decisión para comenzar a resolver las demandas planteadas, en lugar de delegarlas a alguien de un menor rango decisional. Esto “es un signo y es un dato que SEGOB no haya abierto las puertas, es preocupante”, recalcó Blanca Martínez.

Aun cuando las CNDH y la PGR demostraron interés en las propuestas de la Caravana, las madres aceptaron el hecho de que todas las pláticas sostenidas el viernes no son una concreción. “Una respuesta completa no la tenemos. Nos queda, como madres, tener la confianza, pero no lo tenemos del todo”, afirmó Luz Elena Montalvo. Julia Ramírez agregó: “espero que no nos vuelvan a fallar”, refiriéndose a la vez que se reunieron con el fallecido Secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, cuando la procuradora Marisela Morales las dejó plantadas, y a los diálogos entre el Movimiento con Justicia y Dignidad y el presidente Felipe Calderón.

Durante la conferencia de prensa, se hizo la invitación a los medios de comunicación a participar, a cubrir los eventos, a visibilizar el tema. Los medios, decía Bárbara, al difundir presionan a las autoridades, y eso es importante en esta lucha por la búsqueda de las personas desaparecidas.

Sin embargo, la interlocución que más eco se espera tenga es aquella con la sociedad civil, la gente de abajo. Ciertamente, durante la marcha del 10 de mayo hubo participación de ésta. Platicando con algunas madres, ellas reconocían que las demás personas pueden ayudar: avisando si ven a sus familiares desaparecidos, informándose e informando a otras personas sobre la situación de la desaparición forzada en México, e incluso, decía Rosa Alvina Zapata Contreras, organizando la próxima marcha.

Ana Lorena Delgadillo habló de la importancia y de la fuerza que tiene el control ciudadano, el estar alertas como sociedad y exigir a las autoridades que cumplan con sus promesas, a las cuales les dan un mes de plazo a partir de esta movilización.

El punto fundamental de la participación de la sociedad, dijo Luz Elena Montalvo, es “que las personas se humanicen, que se solidaricen con nosotras porque estamos viendo una total indiferencia de la gente en general. Se nos victimiza. Nosotras no queremos que pasen por este dolor, que no sean más de los que ya son. Que nos ayuden a detener tanta maldad, porque están destruyendo a nuestras familias.”

Al despedirse, las madres recordaron que el plazo para evaluar el cumplimiento de los compromisos hechos por las autoridades es de un mes. “No regresaremos todas, pero regresaremos. Aquí nos vemos en un mes y esperemos que ustedes nos acompañen.”

Notas

(1) Definición tomada de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas Contra la , Desaparición Forzada, citada en la página de FUNDEM consultada el 7 de mayo 2012. http://desaparecidosencoahuila.wordpress.com/definicion/

(2)Página de FUNDEC consultada el 7 de mayo 2012.

http://desaparecidosencoahuila.wordpress.com/estadistica/

Notas (1) Definición tomada de la Convención Internacional para la Protección de Todas las Personas Contra la , Desaparición Forzada, citada en la página de FUNDEM consultada el 7 de mayo 2012.

http://desaparecidosencoahuila.wordpress.com/definicion/

(2)Página de FUNDEC consultada el 7 de mayo 2012. http://desaparecidosencoahuila.wordpress.com/estadistica/

Publicado el 14 de mayo 2012

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