Para construir la paz: transformar la sociedad y crear autonomía

Entrevista de Giovanna Gasparello

México. “Felipe Toussaint Loera, un cristiano de esos que creen en la necesidad de la justicia terrenal, se fue una tarde de este caluroso abril. Él fue y es parte de esa generación de hombres y mujeres que han estado del lado de los indígenas cuando no estaban aún de moda y también cuando dejaron de estarlo. Las muertes de abajo duelen, pero hay unas que duelen más cerca. La de Felipe es como si algo muy nuestro nos faltara”.

El subcomandante Marcos recuerda así al sacerdote fallecido el 9 de abril de 2011, en el intercambio epistolar sostenido con el filósofo Luis Villoro.

Exponente de esa iglesia comprometida con la opción por los pobres, Felipe Toussaint profesó siempre una fe profundamente ligada a la realidad; por muchos años, siendo párroco en el municipio de Sabanilla (en la Zona Norte de Chiapas), impulsó la participación de las comunidades hacia la construcción de un proceso organizativo más amplio. Integrante de la Pastoral Indígena y cercano colaborador del obispo Samuel Ruiz, fue vicario general durante los Diálogos de la Catedral y, despues, en 1996, durante los diálogos entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno federal, en San Andrés Larrainzar, así como integrante de la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI).

Ese mismo año impulsó la creación de la Comisión de Apoyo a la Unidad y Reconciliación Comunitaria (CORECO), de la que fue coordinador general. “En ese momento se estaban generando muchos conflictos comunitarios, la idea de Felipe es que se facilitara su resolución en las mismas comunidades, para que esos problemas locales no se volvieran el punto central de los Diálogos de San Andrés, que debían tener un alcance político nacional”, explica Jorge Santiago, presidente de CORECO.

En la siguiente entrevista, realizada unos meses antes de su fallecimiento, Felipe comparte su profunda experiencia sobre los caminos para la transformación de los conflictos y la construcción de la paz como un proyecto de cambio social, partiendo de una lectura propia de la situación en Chiapas y su impacto en las comunidades indígenas.

La creación de CORECO: mediación, articulación, capacitación

Comenzamos a trabajar en 1996 para apoyar a las comunidades en conflicto que lo pedían a través de la CONAI, principalmente en las zonas de Ocosingo, Norte y Altos, pero no donde había conflictos armados, porque eso correspondía a los Centro de Derechos Humanos. Las comunidades que apoyamos estaban a veces ligadas a los Municipios Autónomos, otras a una iglesia, a una parroquia o a una cooperativa. Nuestro trabajo era ir a las comunidades y apoyar en los procesos de dialogo. En ese entonces los problemas eran sobre todo políticos y de divisiones en las comunidades, derivados de la tensión que generaba la hegemonía del Ejército Zapatista y de la lucha entre organizaciones como la ARIC (Asociación Rural de Interés Colectivo) o el PRI (Partido Revolucionario Institucional), que competían para el control de la región. También había conflictos derivados del priismo y del grupo paramilitar Paz y Justicia, en la Zona Norte, más complicados. En algunos ayudamos a que se sentaran a dialogar.

En esa época pensamos que era necesario abordar los conflictos desde dos dimensiones. Por un lado, al ver que no era suficiente la mediación directa en las comunidades donde nos invitaban, propusimos crear convergencias de organizaciones sociales, aprovechando de la fuerza de convocatoria que en ese momento tenía la CONAI; así, a partir de 1997, impulsamos los Encuentros por la Paz y la Conciliación en Chiapas.

Por otro lado, apoyamos el Encuentro Ecuménico por la Paz y la Conciliación, dirigido a la Zona Norte y Los Altos, donde había conflictos políticos con un fuerte matiz religioso. El primer Encuentro estaba más dirigido al tema de las expulsiones en Los Altos; después planteamos un nuevo problema: los conflictos políticos en los que se estaban involucrando las estructuras de las iglesias. Paz y Justicia estaba cooptando catequistas y pastores; cerraron más de 50 templos católicos, con la justificación de que en la iglesia católica se organizaba el zapatismo.

Cuando se mezcla lo político con lo religioso se crea una bomba. Conozco pueblos en la Zona Norte donde desapareció la iglesia católica; estaban amenazados de muertes por grupos armados y se fueron todos. Ahora esto ya se estabilizó, sin embargo, están las marchas militares que escenifica el Ejército de Dios, que van formando una mentalidad militarista en quienes participan, lo que facilitaría su integración a cualquier grupo armado o paramilitar. Hay sectores de la iglesia evangélica chiapaneca que son políticamente muy agresivos: muestran la voluntad de penetrar en todos los sectores de la sociedad estatal, adquirir espacios de poder, volverse un grupo de poder e imponer un proyecto político.

Otros encuentros eran de organizaciones sociales: se hizo uno en Tuxtla, el siguiente en Ocosingo, donde se reunió gente de la selva, de las Margaritas, parte de la frontera.

Quedaron entonces abiertas tres grandes líneas de trabajo: la intervención como terceros en los conflictos, como mediadores, asesores, testigos. La segunda línea era aprovechar la convocatoria, privilegiar la articulación con la sociedad civil, crear espacios de paz y transformación de conflictos. El tercer espacio que se desarrolló fue el de formación, capacitación e intercambio de saberes, que tienen mucho que ver con la reflexión y el análisis.

Formación de mediadores comunitarios

Nosotros partimos de unos principios básicos para la transformación de los conflictos comunitarios. En primer lugar, intervenimos donde nos invitan, y donde de alguna manera los mecanismos habituales de resolución no están funcionado o fueron rebasados por los conflictos.

Siempre hemos reconocido que las comunidades tienen gente con capacidad para resolver conflictos y que, sobre todo los pueblos indígenas, han desarrollaron mecanismos comunitarios y colectivos para la resolución de conflictos. Pero a partir de 1994 se multiplicaron las situaciones que rebasaban sus propias instituciones. Allí es donde podemos intervenir generando fortalezas locales, para que sea la gente quien tome la iniciativa, excepto cuando se nos pide una mediación puntual, pues ahí el objetivo es que se concluya con la formación de estructuras para hacer frente a cualquier dificultad que se manifieste en el futuro, recuperando las tradiciones que existen.

Un avance muy importante fue que, con la creación de las Juntas de Buen Gobierno (JBG) zapatistas en 2003, muchos conflictos nos dejaron de llegar. Tanto conflictos de zapatistas como de no zapatistas iniciaron a tener un canal de solución. Creo que con las JBG los zapatistas dieron un paso muy importante, he visto que han logrado rescatar metodologías indígenas propias: el diálogo, la reparación del daño, el rechazo al castigo que destruye. Esto en el caso de conflictos por tierras, o por algunas cuestión comunitaria; en situaciones penales ya es otra la dinámica. Ellos están ahora desarrollando su sistema de justicia.

Aun así hay muchos conflictos que no encuentran solución porque (las comunidades) no tienen a quien acudir. Entonces a partir de 1998 comenzemos a capacitar gente que pudiera fungir como mediadora en las comunidades; la mayoría son personas muy ligadas a las estructura de la iglesia, gente grande, que tienen cierto peso moral en sus lugares de origen. Ellos van asumiendo roles de “resolutores de conflictos” en sus zonas, la gente los empieza a reconocer. La mayor parte de los conflictos que abordan son familiares, entre vecinos; pocas veces abordan conflictos de más envergadura, como conflictos comunitarios, políticos o agrarios, porque ellos quedan muy involucrados en las tendencias políticas de la región, y porque a veces son amenazados por la parte que siente que está perdiendo el privilegio que esperaba obtener en conflictos de este tipo.

Diferencias y unidad comunitaria: la búsqueda de la paz en la diversidad

Manejamos otro concepto: reconocemos que hay una diversificación de tendencias e identidades en las comunidades, y es equivocado hablar de la comunidad como una unidad o un núcleo muy definido. En el mismo poblado puede haber varios grupos que se identifican con alguna iglesia u organización política, incluso hay diferencias económicas (gente que es prestamista, quien vive de lo que le mandan de Estados Unidos, etcétera). Nosotros invitamos a las personas a reflexionar sobre esta realidad, aunque para algunas comunidades es muy difícil aceptarlo. Un ejemplo: en una comunidad todos eran zapatistas; se dividen por alguna circunstancia, y el concepto que hay de unidad es que todos estén de un lado o del otro, y no que ambos grupos convivan y generen reglas de convivencia en el lugar. Es muy complicado afirmar esto porque los proyectos pueden ser muy divergentes, pero finalmente la gente va a vivir en ese lugar y no pueden permanecer enemistados por toda la vida. Cuando el problema se origina por la presencia de varias religiones es más difícil establecer reglas de convivencia; más bien se establecen mecanismos de indiferencia, en los que cada uno marca su territorio.

La propuesta de CORECO tiene que ver con la forma tradicional de resolución de los conflictos que siempre se ha realizado en las comunidades, con la diferencia de que ya no sea la autoridad o el mediador en proporcionar la solución, sino que la misma gente involucrada platique y logre encontrar un acuerdo. La clave de esto es no querer llegar rápidamente a un acuerdo, sino construirlo poco a poco, apagar el enojo y el rencor, lo que llamamos el fortalecimiento del corazón en las partes en conflicto.

La resolución de conflictos para la transformación social

Alrededor del 2002, en CORECO iniciamos a reflexionar si nuestro trabajo no era “neoliberal”, en el sentido de que estuviéramos fortaleciendo una ideología que plantea que cada quien a su modo, que primero es el individuo y las opciones propias, y que la diversidad de productos es lo que genera riqueza… nos preguntamos: «¿será que nosotros estamos metiendo esta idea en los pueblos indígenas?», «¿para qué queremos resolver conflictos?» La primera respuesta es porque vemos que hay sufrimiento, dolor, tensión en la gente. También vemos que la propuesta que algunos tienen de que se junten otra vez en un solo grupo no es viable. No todas las organizaciones, las religiones, los proyectos políticos están al mismo nivel: algunos están más desarrollados y otros menos; otros son más liberadores y otros menos; más desde los pobres y de los procesos de transformación social, o menos.

Hay diferencias reales, y no podemos decir que es tan válido el zapatismo como el priismo, que sostiene la esclavitud, el indígena sumiso al sistema, obediente, mientras el zapatismo pretende una liberación con dignidad, que la gente se haga más autónoma, que no espere a que el gobierno les resuelva sus problemas. Hay una diferencia real, pero al mismo tiempo hay un conflicto, y esos conflictos se convierten en caldo de cultivo para acciones contrainsurgentes o paramilitares.

Nosotros decimos, queremos resolver los conflictos porque vemos el dolor de la gente, y para colaborar en la construcción de la transformación social y del proyecto de paz.

Ejemplos de conflictos que se han resuelto pacíficamente

Hay casos que se han resuelto: una comunidad estaba peleando por un pozo y, después de dialogar mucho tiempo, un grupo resolvió utilizar el agua del río y dejar al otro el uso del pozo. El compañero de CORECO que estaba ayudando en el diálogo se dio cuenta que la propuesta provocó muchos comentarios entre las mujeres, así que sugirió a los hombres: “¿Porqué no preguntan a sus compañeras que opinan?” Ellas comentaron: “las que van a ir a cargar el agua somos nosotras, y para el río hay que caminar mucho”. Siguieron dialogando ya entre las mujeres de los dos grupos y llegaron al acuerdo que ambos utilizarían el pozo.

Otro caso fue muy interesante. La división entre el grupo zapatista y el grupo perredista había llevado la comunidad a querer dividir todo, hasta la iglesia: la deshacemos, tu te llevas unas láminas y yo otras, nos repartimos los ladrillos. Allí el cura del lugar influía en el conflicto porque tenía una preferencia. Entonces le decimos, por qué no les platicas la historia de Moisés y Aarón, que eran muchos y deciden irse unos de un lado y otros del otro. Al comentar esto, la gente de la comunidad se molestó e inició un proceso de dialogo muy interesante, un verdadero proceso de conciliación que los llevó a la decisión de mantener los espacios colectivos, a parte la escuela, ya que tienen dos proyectos de educación distintos y cada quien tiene entonces su escuela, y la agencia municipal, ya que los zapatistas tienen instancias deslindadas del gobierno constitucional.

Proyectos de paz en construcción permanente

Después de esto surgió una discusión, si había un proyecto de paz o muchos proyectos de paz. Concluimos que no se puede hablar de uno o muchos proyectos de paz, porque esto nos llevaría a pensar que la paz está allí y hay que ir a alcanzarla. Más bien reflexionamos en la necesidad de construir nuevas realidades con principios que consideramos pacíficos: respeto a las personas, a la naturaleza, búsqueda de la equidad, no privilegiar un pensamiento unipolar; que haya participación y posibilidades de dialogo. No es lo que algunas corrientes llaman “la paz imperfecta”, es la paz en construcción permanente, que tiene un horizonte epistemológico, de cómo se comprende el mundo y de que serían mejor las cosas.

Después de cinco Encuentros para la Paz y la Conciliación, vimos que eran un espacio que había llegado a un límite; decidimos organizar otro evento: el Encuentro de Constructores de Paz, cuya idea de fondo es que la paz no es solamente un camino sino también la manera de cómo andamos ese camino.

Recogimos la idea que tienen las comunidades de la “paz”, y la constante que emergió fue una concepción muy práctica, algo realizable en los espacios cotidianos y en el ámbito local: la familia, la escuela, la comunidad.

Ya no organizamos los encuentros de paz pero dijimos a la gente: «si les interesa que se sigan llevando a cabo, ustedes convoquen y nosotros les apoyamos, pues no queremos caer en el error que tenemos muchas ONG de estar haciendo las cosas en lugar de la misma gente interesada». Las comunidades con las que trabajamos hace años aceptaron la propuesta y convocaron el segundo Encuentro de Constructores de Paz en Rosario la Montaña, en la región de Montebello, municipio de la Independencia. El quinto y último se llevó a cabo en Taniperla, y participaron más de 600 personas, mucha gente del lugar.

Hay que favorecer la autonomía de la gente, también en la dimensión individual que es la autoestima, el respeto y el amor para la propia cultura, y no esperar que todo venga del gobierno. Pensamos que es mejor lograr la transformación social con métodos pacíficos que por medio de la confrontación, a largo plazo el resultado ofrece más posibilidades, porque la confrontación deja siempre un foco de tensión, ya que actúa según la lógica capitalista de que el más fuerte se impone sobre el más débil. Lo interesante es alcanzar la idea de que se pueden hacer las cosas pacíficamente, construir otra dimensión social, establecer alternativas al capitalismo. Para construir autonomías hay que luchar, es la única posibilidad de transformarnos hacia una vida mejor.

Publicado el 09 de Abril de 2012

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