Radios comunitarias, espacios para recuperar la palabra secuestrada

Texto y fotos: Raymundo Cruz Miguel

Oaxaca. “México es el país más antidemocrático del mundo en cuanto a telecomunicaciones, pues hay un par de grupos que se han creído que el espectro radioeléctrico es de ellos y lo monopolizan”, asegura José Ignacio López Vigil, fundador y ex director de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC). “Sin embargo”, agrega, “hay algunos países en América Latina que han despertado de la pesadilla de la concentración de canales de radio y de televisión en poquitas manos y están democratizando la comunicación, lo cual tarde o temprano tendrá que repercutir en la política de comunicaciones en México”.

Un ejemplo de ello es Bolivia, país donde se ha aprobado una reciente ley en materia de telecomunicaciones, cuyo mandato principal es que el 33 por ciento de todas las frecuencias de radio y de televisión, analógicas y digitales, sea para el sector público; para el sector privado se reserva el 33 por ciento del espectro; y el 34 por ciento restante es para la sociedad civil. Esta legislación ejemplar fue tomada de Argentina, que se inspiró a su vez de Uruguay. Además, el Ecuador constituye otra gran esperanza, ya que se ha estado debatiendo en el pleno una nueva ley de telecomunicaciones que establece una distribución equitativa del espectro radial para el sector público, el privado y el comunitario.

José López Vigil, comunicador con larga trayectoria en medios de alternativos nacido en Cuba y actualmente radicado en Ecuador, sostiene que “en toda América Latina, hace más de 60 años se están construyendo radios comunitarias. La primera en se fundó en octubre de 1947, en Bolivia, gracias a unos mineros bolivianos que levantaron ‘La voz del minero’ a cuatro mil metros de altura en el campamento Siglo XX, y no hay país de América Latina donde no estén surgiendo o hayan surgido hace años radios comunitarias”.

En el marco de la “Guelaguetza Radial”, taller anual de radio comunitaria impartido en el estado de Oaxaca, cuyo antecedente es el Curso para Analfatécnicos, López Vigil, director-fundador de “Radialistas Apasionadas y Apasionados”, dijo que “las radios comunitarias no tienen que ser idealizadas, los radialistas, las radialistas comunitarias somos tan buscadores, tan caminantes que hacemos camino al andar. Nos equivocamos, avanzamos, retrocedemos, construimos; las radios comunitarias en México y en todos lados están llenas de errores, de metidas de patas. El problema no es meter la pata, el problema es no sacarla, el problema no es haberse equivocado, sino seguir en el error”.

De acuerdo con el también autor de Manual urgente para radialistas apasionadas y apasionados y Las mil y una historias de Radio Venceremos las comunicadoras y comunicadores tienen que oír a la gente para preguntarle cómo armar la programación de la radio desde los gustos propios de la gente y luchar para que la sociedad civil mexicana tenga pleno uso de las frecuencias de radio y de televisión, las cuales no son propiedad del Estado, y mucho menos del gobierno o de los empresarios. “El derecho a la comunicación es un derecho humano, el primer derecho humano. El derecho a la palabra no es algo que me da el Estado, es un derecho mío, nuestro, que se exige, que se reclama, que no se mendiga”.

Tres armas para romper el tejido social

La intención de todos los dictadores ha sido romper el tejido social, romper la familia, el barrio, la comunidad. Todos los dictadores han empleado por lo menos tres armas para romper el tejido social: el silencio, el miedo y la división. Con el silencio, el miedo y la división pueden dominar a las comunidades, no sólo indígenas sino al pueblo en general. “En cuanto al primer arma”, explica López Vigil, el silencio deshumaniza y rompe el tejido social. Cuando los dictadores que hemos tenido en nuestros países nos ordenan silencio, lo que intentan es romper el tejido social, deshumanizarnos”. En este caso una radio comunitaria tendría que asumir el papel de la devolución de la palabra secuestrada a las poblaciones. Una radio comunitaria regenera el tejido social cuando abre sus micrófonos a la gente para que hable lo que le dé la gana, para que opine, para que diga su palabra. Una radio comunitaria es como una boca grande de la comunidad, de la población, donde la gente se expresa y recupera esa palabra secuestrada”.

El segundo mecanismo que todos los dictadores emplean para deshilachar el tejido social es el miedo, pues con éste se paraliza a la sociedad. Para revertir el efecto del miedo dentro de una comunidad, la radio comunitaria tiene que ser una escuela de alegría, un espacio de risa “porque cuando tú te ríes del que tiene el ceño fruncido, cuando tú te ríes del dictador; el dictador no sabe qué hacer”. De esa manera, las radios comunitarias tienen que convertirse en espacios de alegría, de movilización. La risa, la alegría, el buen humor reconstruyen el tejido social y al vencer el miedo se puede construir comunidad.

La tercera estrategia es la división. “Cuando usted divide, impide la comunalidad, la comunión, la comunidad, el espíritu comunitario”. Igual que la radio comunitaria tiene como vocación primera devolver la palabra, romper el silencio, hacer que la gente hable para crecer y empoderarse, cuando se vence y rompe el miedo, se genera movilización; cuando se supera la división se construye comunidad, se regenera el tejido social, se hace comunalidad. La superación de esa división se logra a través de poblaciones que informan a través de una radio, comunidades que informan y que opinan con cabeza y pensamiento propio, comunidades que le piden cuentas a sus autoridades. Una radio comunitaria es una defensoría al aire libre, donde se transmitan las mil y una violaciones a los derechos humanos que ocurren en nuestra vida cotidiana. Una radio comunitaria, un medio comunitario, tiene que ser un espacio de intercambio de información, de intercambio de opinión, de intermediación de conflictos sociales, de negociación de conflictos para superar la división a la que nos quieren condenar”.

Financiamiento de las radios comunitarias

Las radios comunitarias no pueden eternamente trabajar sobre voluntariado porque una radio es cara, la gente tiene que comer y el trabajador es digno de su salario por muchísimas razones. Los compañeros y compañeras que trabajan en la radio, tienen que vivir de la radio y es bueno que vivan de la radio. No hay ningún pecado en ello; no hay ninguna corrupción en ganar un salario con el trabajo que hacen. López Vigil sostiene que las radios comunitarias deben concebirse como empresas sociales, sin fines de lucro, deben tener una sostenibilidad económica para que duren en el tiempo, pues “si no lo hacen, tienen los días contados, por más militancia, por más entusiasmo, por más voluntariado que haya; esto está colgado de un hilito de araña, porque necesitamos recursos para darle solidez al movimiento las radios comunitarias. Necesitamos radios comunitarias sólidas económicamente que puedan pagar salarios decentes a un núcleo duro de trabajadores, que le da durabilidad a los proyectos”.

“Más vale perderse en la pasión que vivir sin ella”

Una de las principales recomendaciones para los radialistas que da el reconocido productor y capacitador radiofónico es “metan pasión a la radio y a lo que hacen. No somos mercenarios de la radio, de la comunicación; somos apasionados y apasionadas. San Agustín, que había sido un pillo toda su vida y después apareció como santo, dijo ‘más vale perderse en la pasión que vivir sin ella’. Si usted exagera en la pasión, en el amor, si se le va la mano en meterle ganas a lo que hace ya habrá tiempo de arrepentirse. Entonces perdámonos en la pasión. A nosotros, comunicadores y comunicadoras de América Latina, lo que nos emociona es la gente, lo que nos apasiona es nuestro pueblo. Por ese pueblo vamos a hacer esta lucha de devolver la palabra, de romper el miedo, de reconstruir y regenerar el tejido social”.

Publicado el 01 de Enero de 2012

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