Una caminata contra la muerte en Canadá

Aidee Arenas, Choo-Kien, Christine Leclerc, Rita Wong Traducción: Amaranta Cornejo Hernández

Caminata contra la muerte

Alberta del Norte, Canadá. El bitumen, una sustancia similar al alquitrán que contiene derivados del petróleo, se encuentra por debajo de lo que la industria, en un sentido orwelliano, llama no “sobrecargar” los bosques. La destrucción que existe es tan vasta que va más allá del horizonte visible, y la urgente necesidad de sanar es evidente para cualquiera que visite estas tierras estériles. Gente de muchos lugares ha venido a sumarse y a apoyar, incluidos activistas que participan con las comunidades indígenas zapatistas y con el movimiento de Oaxaca, en México. Juntos gritaron: “¡Zapata vive, la lucha sigue!”

Frente a la gran devastación que está destruyendo los bosques a lo largo de toda Alberta del Norte, un grupo de gente pacífica mantiene firmemente el argumento sobre la necesidad de sanar la tierra y el agua. El 25 de junio del 2011 se realizó la segunda caminata anual hacia las arenas bituminosas, que congregó a gente indígena, guardianes del Athabasca, ancianos, niños y simpatizantes, quienes caminaron 13 kilómetros a través del corazón donde Syncrude y Suncor extraen el bitumen a gran escala.

La caminata de sanación hacia las arenas bituminosas fue encabezada por ancianos como Lilian, una mujer cree, y Violeta, una anciana de 83 años, quien es la mujer más vieja de la comunidad de la primera nación de Fort McMurray. Estas ancianas tienen un gran sentido del humor y mentes brillantes, y junto con otros ancianos guían los rezos y ceremonias tradicionales. Esta caminata encaró la enormidad de la tierra robada a los pueblos indígenas, la cual ahora está siendo destruida, vaciada y dejada sin vida por los horribles espantapájaros llamados “bit-u-men”, por alejar a los pájaros de las tierras envenenadas. Horribles y continuas bombas de los cañones espantan a los pájaros y les impiden aterrizar en las enormes reservas de basura tóxica. Marchamos al lado de las máquinas de destrucción, de los surrealistas y gigantescos camiones, grúas y pipas Tonk. La contaminación del aire, un aire fétido, le provocó dolor de cabeza a muchas de las personas que participaron en la caminata de sanación.

El día era lluvioso, con algunos rayos de sol, pero los caminantes no se desanimaron por el clima. Una pareja de caminantes trajo mascarillas protectoras para el polvo, pues recordaban la terrible sensación después de la caminata de seis horas del año pasado, ya que los pulmones habían absorbido polvo de las arenas de alquitrán. Sin embargo no era atractivo usar las mascarillas, así que proseguimos, la mayoría sin usar mascarillas, bajo la lluvia a lo largo de la carretera 63, acompañados por una fuerte presencia policiaca.

La caminata fue iniciada por gente que se sentía descorazonada por lo que estaba sucediendo en su tierra natal. Una de las organizadoras, Cleo Reece, cuando vivió en Vancouver hace algunos años ayudó a salvar el Memorial de marzo para las mujeres asesinadas y desaparecidas. Ella hablaba de las aguas muertas y desparecidas del norte de Alberta, una misteriosa y perturbadora conexión entre la violencia contra las mujeres indígenas y las tierras indígenas. La colonización no es una cosa del pasado, hoy en día sigue siendo una virulenta y violenta forma que se materializa en los altos índices de cánceres encontrados en las comunidades a los largo de las arenas bituminosas.

La resistencia y el compromiso por la paz continúan como lo han hecho durante los últimos 500 años. Es una forma de poder basada en el amor por la comunidad, una comunidad viva que incluye no sólo a las personas, también a los osos, las águilas, los ríos, el viento, los bosques. Es un poder profundamente humilde y pacífico que mantiene un contraste ético hacia las formas de poder que avaramente explotan y violentamente fuerzan a la tierra y a quienes viven en ella. Es un poder que no puede ser vendido ni comprado porque es libremente compartido, que reside en el respeto y el dolor por la tierra que nos ha dado vida.

Comenzamos y finalizamos el día en el Centro de convivencia “Nistawoyou” de Fort McMurray, en donde posteriormente se organizó un increíble festejo para los caminantes que fue preparado por un chef con una alegre sonrisa y un amable equipo de voluntarios. Al cerrarse el círculo, Cree Elder Lilian Shirt ofreció tabaco en agradecimiento por haber encabezado las ceremonias del día, y nos compartió increíbles historias de sobrevivencia y creatividad.

Aprendimos mucho al ir a la caminata de sanación a las arenas bituminosas y al visitar a las familias indígenas de los alrededores. Algunas de ellas vivían hacinadas en viejos tráileres, y se llegaba a ellas por caminos de terracería con lodo. Las condiciones de vida en algunas de las reservas no son como las que se pueden encontrar en las comunidades pobres de América Latina.

¿Dónde están los beneficios económicos de las arenas bituminosas para estas comunidades? ¿Qué han ganado con estos proyectos industriales? Presenciar la pobreza, los problemas de salud y la destrucción ambiental nos ayudó a responder estas preguntas. Hay una gran brecha económica en las condiciones de vida de las áreas predominantemente caucásicas y las de las comunidades indígenas. Estas comunidades están marginadas por las políticas canadienses y luchan contra un racismo institucional, mientras que sus intereses a largo plazo son minados.

Durante la caminata, un anciano sopesó la pérdida de la cultura, las aguas y la comida y preguntó si había valido la pena la destrucción de todo eso. El cuestionamiento apunta a los intereses globales que se han desarrollado en las arenas bituminosas de Alberta con tal de conservar una forma de vida privilegiada para algunos a costa de otros. Nosotros veníamos de Vancouver, con un paisaje dramáticamente distinto a la tierra baldía de las arenas bituminosas, que está en peligro por su control económico. Nuestra costa pacífica está amenazada por los ductos propuestos, con todo y sus inevitables derrames y el rápido incremento del tráfico de cisternas. En una era de cambio climático, aquellos que vivimos en centro urbanos no podemos permitirnos desconectarnos de nuestras ciudades, las cuales cosechan los beneficios temporales de la destrucción y de la desacralización de las tierras natales indígenas. A través de los vientos, las aguas y las relaciones humanas éticas a nivel global, nos relacionamos con la gente que presencia la erradicación de sus bosques boreales, sus campos de caza tradicional y sus aguas que alguna vez fueron prístinas.

Al borde de las reservas de tierras tóxicas hay flores silvestres, bosques, familias indígenas viviendo en sus tráileres. La vida es simple, sencilla y acogedora aquí, llena de buen humor y bromas. Dentro de las casas hay arte indígena, con retratos de lobos en la pared, esculturas tradicionales y fotos de ancestros y nietos.

En esta comunidad las mujeres, hombres, niños, jóvenes y ancianos resisten el desplazamiento y hablan acerca de la destrucción de esta tierra, agua y medio ambiente.

“Rendirse no es una opción”, dice Dene Sulline Elder Warrior Brian Grandbois de Cold Lake, Alberta. La comunidad de Brian está luchando por proteger Berry Point en la bahía inglesa en Cold Lake, que es el lugar donde realizan sus ceremonias, hacen sepulturas sagradas, ahúman el pescado y recolectan plantas medicinales. Esta tierra sagrada está en riesgo de convertirse en un parque vehicular recreacional como resultado de una orden ministerial. La gente indígena del área instaló el campo pacífico de protección con tipis, tiendas de campaña y fogatas, aun cuando la policía les presiona para abandonarlo. El colonialismo, eurocentrismo y capitalismo están matando a la gente indígena, destruyen al planeta, a la Pachamama, nuestra madre tierra.

No es un secreto que los proyectos de extracción de arenas bituminosas hayan extendido el daño a las aguas del río Athabasca y de Fort Chipewyan. A principios de los noventa, estas aguas se convirtieron en peligrosas para su consumo, y la gente ahora se enferma como resultado de la toxicidad de las aguas, las cuales desembocan en el Ártico. Esto es un asunto de hidrología. Que la contaminación de las arenas bituminosas sea una fuente de lluvia ácida en Saskatchewan es una certeza meteorológica. También se reporta que contaminantes en el aire se concentran en al agua del lago en la vecina Saskatchewan, reduciendo la posibilidad de pescar algunos peces.

Mientras que el deterioro de estas aguas que alguna vez estuvieron sanas es causa de alarma, la negligencia de las corporaciones ha sido responsable de al menos tres de las últimas fugas de ductos en Canadá y Estados Unidos. En julio de 2010 Enbridge derramó tres millones de litros de aceite en el arroyo Tallmudge y en el río Kalamazoo, en Michigan. En mayo del 2011, en los valles del este, cuatro y medio millones de litros de aceite fueron derramados en el lago Lubicon, territorio cree, que es el hogar de Melina Laboucan-Massimo, una joven de la nación cree- lubicon, quien habló elocuentemente en el Centro de Amistad. Ella testificó sobre el horror de sentir cómo 28 mil barriles de aceite se derramaban al lado de la casa de su familia. Este fue el más grande desastre en Alberta desde 1975. En junio del 2011 Enbridge también fue responsable por el derrame de cerca de mil 500 barriles cerca de Wrigley, en los territorios del noroeste. Se dijo que este último derrame no llegó a las fuentes de agua, pero se filtró en la tierra.

Los horrendos derrames no son las únicas amenazas que trae consigo la actividad industrial en el norte de Alberta. En diciembre del 2010, un chorro de agua salada en el centro de operaciones de Shell, en el río Muskeg levantó dudas sobre la contaminación de las aguas subterráneas. Este incidente estuvo precedido por la muerte de patos en octubre del 2010 en un depósito de relaves de Syncrude. Es una trágica ironía, que las culturas que consideran al agua como algo que viene del grifo deban comprender la interconexión entra las aguas de la tierra a través de las violentas operaciones de las corporaciones, las cuales destruyen los territorios y las culturas indígenas.

La segunda caminata anual de sanación en las arenas bituminosas de Alberta fue profundamente inspiradora. En medio de una masiva codicia y destrucción, una comunidad se reunió para transformar la zona cero en un lugar de solidaridad e intercambio social. La convocatoria de sanación es irresistible, y es tan simple y necesaria como respirar aire puro y beber agua limpia. Los caminantes compartieron el entendimiento y el respeto sobre el hecho de que la integridad ecológica debe estar en primer lugar.

Publicado el 01 de Octubre de 2011

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Una Respuesta a “Una caminata contra la muerte en Canadá”

  1. Alejandro Aguilar Zeleny

    En primer lugar felicito y celebro desde el desierto sonorense el proyecto Desinformémonos; más voces y pensamientos para despertar a la gente. Terrible, por otra parte lo que sucede en Alberta del Norte y los intentos de destruir la vida y la memoria; lo mismo sucede en Arizona en tierra de los akimel o’odham con proyectos de carretera. Acá en Sonora la política del agua ataca a los yaquis y a los guarijíos. La guerra del narco no conoce fronteras. Lo que nos queda es saber, darnos cuenta, hablar y habitar el mundo.

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