En el extremo sur de Sao Paulo, una casa fue demasiado

Los compañeros que siguen las actividades de la Red del Extremo Sur de Sao Paulo y nuestro blog, saben que hacemos muchos videos. Desde el comienzo de nuestro caminar, e incluso antes de la existencia de la Red, documentamos las historias de las comunidades, parte de la violencia que el Estado y los adinerados cometen contra ellos, y los procesos de organización y resistencia popular, además de elaborar también algunos materiales informativos. ¿Pero por qué todo este esfuerzo si no somos cineastas, si no estamos detrás de fama ni reflectores, si aborrecemos a los tipos que se dedican al marketing? Existen usos que son obvios, y no por eso carecen de importancia: el video es fundamentalmente una herramienta de denuncia, o como técnica para el registro histórico. Una cámara puede ser instrumento para inhibir ciertas arbitrariedades y atrocidades cometidas por la policía u otros miembros del Estado. Pero también tratamos de utilizar el video de otras formas: una de ellas es como una pequeña herramienta para la construcción de una memoria colectiva popular, colectiva y combativa, registrando y divulgando en las comunidades las experiencias de lucha y que están por detrás de cada una de sus conquistas. Además, sirve como un medio de las comunidades para comunicarse e intercambiar experiencias, ya que son muchas las cosas en común entre ellas. Otro uso que hacemos del video, es utilizarlo como medio para acercarnos a algunas personas en alguna comunidad, y para aproximar a estas personas entre sí. Con cámara en mano, es posible crear un pequeño espacio en el que las personas cuentan su trayectoria, reflexionan sobre su realidad, forman y comparten ideas y opiniones que muchas veces el cotidiano apabullante a menudo nos obliga guardar para nosotros. Además de eso, el video, por razones buenas y malas, acaba por dar una mayor visibilidad y credibilidad al testimonio de aquellos que son nuestros iguales; vecinos que a veces ni siquiera se hablan entre sí, y mucho menos se escuchan, llegan a identificarse y respetarse a sí mismos por verse en una pantalla, en medio de imágenes, música y palabras que tienen sentido para ellos. Mientras tanto, y por increíble que parezca, también tratamos de usar el video como un medio para romper los mitos de la imagen, de la televisión y la publicidad, recordando que nuestro discurso no es del Jornal Nacional*, que nuestra realidad no es la de la telenovela; que detrás de una pantalla, oculto, existe todo un proceso de manipulación de las imágenes y de todos los contenidos, de modo que quien hace la edición del video determina el sentido que el material llevará. Además de ello, y siendo coherentes con nuestro horizonte político, que apunta hacia un futuro sin jefes ni gobernantes, en que realmente sea «todo nuestro», buscamos transmitir nuestros pocos conocimientos que tenemos sobre la producción de videos, para aquellos que desean aprender en las comunidades, y multiplicar de este modo las “islas de edición”; así, las personas pueden apropiarse de los medios de producción de video, y utilizarlos de forma autónoma. De todos modos, como medios muy modestos de información, comunicación, de formación política, y de creación de identidad de clase, nuestros videos sirven principalmente como herramientas dentro de los procesos organizativos autónomos que tratamos de fomentar en las comunidades. En general, elaborados rápidamente, en las madrugadas, en medio de las luchas, actividades culturales, reuniones y un montón de otras cosas, por personas que no son ni profesionales de video, ni mucho menos de la política, nuestros materiales no son “óperas-primas”, y en ellos terminamos incluso por reproducir sin querer algunos clichés y fórmulas conservadoras. Pero a medida que son vistos como lo que son, una parte pequeña de procesos radicales de lucha y organización popular, van a justificarse y tener algún sentido. Es por eso que hacemos video…