La felicidad de Nawal

Texto: Tiziana Perna Traducción: Marcela Salas Cassani

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El Cairo, Egipto. 11 de febrero de 2011. En la Plaza Tahrir, y en todo Egipto, explota la alegría al ser anunciada la dimisión de Mubarak. Festejando con ellos, en la calle, se encuentra también Nawal al Sa’ dawi.

Médica, escritora, periodista, feminista y activista por los derechos humanos está en la plaza desde el 25 de enero, el día que inició la revuelta del pueblo egipcio. A pesar de sus 80 años, ella, que ha sufrido la prisión y el exilio, ha estado en las calles de El Cairo cada día.

En la red se encuentra una entrevista suya fechada el 2 de febrero, día en que los simpatizantes de Mubarak atacaron la Plaza Tahrir, a golpe de piedras y bastones.

“Les han dado 50 libras y un pollo para venir a hacernos daño, para asustarnos – dice a la cámara de televisión – pero no tenemos miedo. Mis hijos me dicen que regrese a casa, que puede ser peligroso. Pero no volveré a casa. Quiero estar aquí, tengo 80 años y por fin soy feliz”.

El rostro, enmarcado por dos trenzas de cándido cabello blanco, se ilumina con una gran sonrisa, la misma que de pequeña Nawal debía alinearse a contener porque es inconveniente para una dama, tal como lo narra en su autobiografía Una hija de Iside.

Nawal al Sa’ dawi nace en un pequeño pueblo Kafr Tahla en 1931. Fue la segunda de nueve hijos. Su padre participa en las revueltas de 1919 contra la ocupación inglesa, y se convierte después en un opositor del rey y del gobierno, por lo cual sufrirá, al igual que su familia, diez años de destierro a pesar de su prestigioso puesto relacionado con el Ministerio de Educación. La madre, quien la protegerá siempre de los matrimonios combinados en la familia, la enseña a leer y a escribir; sin embargo, no logra impedir que sea sometida a mutilación genital a los seis años de edad.

Este evento, que según le contaron fue por voluntad de Dios en persona, marca para Nawal el inicio de un recorrido rebelde, que duró una vida entera.

“Si intento recordar qué sucedió cuando vine al mundo, todo lo que sé es que nací mujer”, escribe para referirse al silencio que cala en una casa cuando nace una mujer, contrario a los ¡vivas! que se elevan cuando nace un varón, regalo de Dios.

A pesar de ello, la madre le dio el nombre Nawal, precisamente, regalo. Presagio de una vida contracorriente que la verá rechazar un matrimonio en la infancia, así como las tradiciones ancestrales que exigen a las mujeres quedarse en casa, sin posibilidades de estudiar.

Una hija de Iside es la valiente autobiografía de Nawal al Sa’ dawi que se publica cuando ella ya es una escritora reconocida a nivel internacional, aunque para ese momento vive en el exilio en los Estados Unidos.

Es, sobre todo, el recuento de su infancia, de la admiración por un padre-héroe y del amor infinito por la mamá que la protegerá siempre del oscurantismo y de una tradición que traiciona la inteligencia de la pequeña Nawal, quien llegará a escribir directamente una carta a aquel Dios del cual tanto oye hablar, para pedirle personalmente cuentas por la mutilación genital que sufrió.

Su apego a la escritura inicia al parejo con el de su profesión médica, y como médica comienza a conocer con profundidad la condición de la mujer y la falta de libertad en su país. Incluso intenta impedir que Masouda, una joven de 17 años atendida tras ser violentada físicamente por su marido, fuera entregada a su pareja. Este acto le costará una acusación por “falta de respeto a los valores morales y costumbres de la sociedad egipcia”, la primera de una serie de acusaciones judiciales. Masouda será entregada al marido que de ahí a poco tiempo la asesinará sofocándola.

En 1981, durante el régimen de Sadat, fue arrestada por su quehacer político. Incluso después de su liberación estuvo constantemente bajo la observación de la omnipresente policía secreta egipcia. Por sus luchas en defensa de las mujeres, termina también en la lista negra de los movimientos islámicos fundamentalistas. Perseguida y amenazada, sea por el régimen político o por los fundamentalistas, es forzada al exilio en los Estados Unidos, donde permanecerá 15 años impartiendo cátedra en la Universidad de Duke.

Es hasta el 2006 cuando regresa a vivir a su país, pero sus artículos, ensayos y obras de narrativa tienen difusión en el extranjero, aunque no en su patria. En el Egipto de Mubarak, a Nawal al Sa’dawi no la publica nadie, a pesar de sus múltiples reconocimientos internacionales y de las traducciones de su obra en todo el mundo.

La publicación de su primer libro se remonta a 1966 y durante su larga carrera alternará ensayos militantes y obras de narrativa. Su producción literaria no abandona jamás los temas que más le interesan, y es con Firdaus que se impone como escritora de grandes dotes narrativas.

Firdaus es una novela cruda y seca. Un largo recuento de Sa’dawi misma, de una mujer encarcelada a la espera de ser enjuiciada por haber osado revelarse contra la violencia masculina, una vida de humillaciones, sufrimiento y prostitución que la llevará a asesinar al enésimo hombre que intenta lastimarla.

De Firdaus en adelante continuará hablando con coherencia y pasión de la sociedad egipcia y de la condición de la mujer, porque “la palabra mujer desgarra los oídos como un trozo de vidrio”. Aislada y amenazada por las instituciones de su país, amada y protegida por tantos hombres y mujeres con los cuales ha compartido pasiones y batallas.

No podía no estar en Plaza Tahrir Nawal al Sa’dawi, en medio de un pueblo entero, una multitud de hombres y mujeres que han vencido el miedo y expulsado al tirano. Feliz, ella, mujer libre entre mujeres finalmente libres de ser felices.

Publicado el 01 de Abril de 2011

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