Per leggere in italiano fa clic qua
Roma, Italia. El 13 de febrero en 250 ciudades italianas, un millón de mujeres salimos a las calles en respuesta a la propuesta lanzada por una red de diez mujeres, bajo el eslogan “Si no es ahora, ¿cuándo?” para decir basta a una política y a una idea de sociedad pensada, imaginada y organizada por la inmensa mayoría de un solo género: el masculino.
Fue una invitación que pedía la ausencia de símbolos o banderas de partidos. Una invitación que vio a las mujeres de este país salir a las calles en masa. Un país donde millones de mujeres con el trabajo de cuidar a sus maridos, hijos y padres hemos sustituido los servicios públicos autorizados por la libre elección de la política italiana.
Todo esto nos llevó a salir juntas a la calle a decir basta a la vergüenza que nos rodea. Nuestro grupo, formado por colectivos feministas de mujeres de diferentes edades y lugares de trabajo político, formó un cortejo de miles de personas – incluyendo a los compañeros y compañeras que no pudieron entrar a la plaza llena – que desfiló por las calles del centro hasta llegar al Parlamento y allí superó las barricadas que habían sido colocadas en torno a él, a pesar de la defensa policiaca que fue abrumada por las mujeres a las que no pudieron arrebatar una pancarta que decía: “Derechos y bienestar para todas”. Llegamos a la puerta del palacio donde había una sábana con la consigna: “En este palacio reina el pene… vamos a cortarlo”, slogan duro y conciso que las jóvenes de los colectivos enviaron a los miembros del parlamento, provocando el entusiasmo de los presentes.
Vivimos en un país donde reina la doble moral: la católica. Un país que tiene como único modelo de vida la familia heterosexual y patriarcal, donde la mayor parte de los homicidios son cometidos por los maridos o parejas, ex amantes, hijos o padres, convencidos de tener derecho sobre la vida o la muerte de “sus” mujeres. En Italia, el feminicidio mata a una mujer cada tres días.
Vivimos en un país donde el primer ministro, la encarnación del machismo italiano puro, conmina a las mujeres jóvenes en busca de trabajo a “encontrar un hombre rico”. Un país que, en la realidad, a las jóvenes o a las mujeres que pierden o han perdido su trabajo, les ofrece sólo incertidumbre para el futuro.