Este cuento que te cuento, empieza y termina con tu libertad

Claudia Korol

Buenos Aires, Argentina. “Desde los intramuros de la cárcel de mujeres de Ezeiza, en Buenos Aires, vengo a presentarme: soy Karina Dana Germano López. “La Galle” me dicen los compañeros. Me encuentro detenida desde el 1° de febrero de 2002. Caí en Sao Paulo, Brasil, junto a cinco compañeros, acusados de un secuestro”.

Los otros compañeros detenidos en esa oportunidad con la Galle son: Mauricio Hernández Norambuena, dirigente del FPMR (Frente Patriótico Manuel Rodríguez) de Chile, Alfredo Canales Moreno y Marco Rodríguez Ortega, del MIR-EGP (Movimiento de Izquierda Revolucionaria-Ejercito Guerrillero de los Pobres) de Chile y los colombianos Marta Urrego Mejía y William Gaona Becerra. Fueron acusados de formar parte del comando que secuestró al empresario paulista Washington Olivetto. Durante el juicio en Brasil, Norambuena reconoció su participación en el hecho, y al mismo tiempo negó rotundamente que tanto Karina como otros tres detenidos hubiesen participado del secuestro. En el proceso ninguno de los testigos reconoció a Karina, ni tampoco se encontraron sus huellas en la casa donde permaneció secuestrado Olivetto, o algún otro elemento probatorio que la vinculara al hecho. Sí se puede demostrar en cambio, que todos los detenidos fueron torturados durante el proceso judicial, según denunciaron los organismos de derechos humanos brasileños.

En una primera instancia, todos los detenidos fueron condenados a 16 años de prisión, ya que el tribunal reconocía como atenuante que el hecho del que se los acusaba se había producido en el marco de una acción política. Pero una vez que la defensa apeló el fallo -con la intención de que fueran absueltos al menos quienes no habían tenido participación directa en lo sucedido-, el tribunal aumentó las penas a 30 años de prisión, afirmando que no había intencionalidad política en el hecho, y promovió que la condena se cumpliese bajo un régimen excepcionalmente severo.

Denuncia Karina sobre el juicio: “No sólo se trata de una causa llena de irregularidades técnicas legales, sino de una farsa circense típica de los poderes judiciales, para encarnizarse con luchadores populares, y ni siquiera reconocernos como presos políticos que es lo que somos. Después de cinco largos años cumpliendo el absurdo de mi condena en el penal de Carandiru en Brasil, logré ser trasladada a mi tierra natal, Argentina. Aquí nací hace 46 años”.

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