Carta y las dunas

Rosa Mordenti Traducción Amaranta Cornejo Hernández

Roma, Italia. Hay historias que se cuentan desde el final, sobre todo si no tiene un final feliz. Carta, el semanario que había sido el “milagro” del mundo editorial italiano, ese periódico cooperativo, pequeño pero libre, el cual desde hacía doce años cuentan (y está dentro) de los movimientos sociales y locales, ya no sale desde noviembre, y desde enero ya no llega tampoco a las casas de los suscriptores.

El final es conocido, pero permanece abierto. Nos esforzamos, los redactores junto con los lectores, los amigos y los compañeros del camino andado hasta ahora, para imaginar posibilidades de rescate y que concreticen motivos de esperanza: mañana es otro día, dice el final más famoso de la historia del cine occidental. En la narración, más bien en la crónica, que constantemente y con honestidad hemos buscado de dar a nuestro lectores acerca de nuestros problemas y nuestras decisiones, hemos llamado a este final “atravesar el desierto.”

En el desierto no se puede uno quedar inmóvil. El horizonte es incierto, las noches son heladas y los días calurosos, y quien se queda sólo no lo logra. Los oasis aparecen de repente para regalar sombre y agua dulce, mientras en las caravanas se estrechan relaciones y se encuentran nuevos compañeros de viaje. Y quizá, si se un bueno, la final se logra llegar a un tierra nueva y acogedora, aunque a nosotros nadie nos la ha prometido.

Ahora estamos justo en medio del desierto. Nos han traídos hasta aquí las deudas, incluso las que tenemos con nosotros mismos, trabajadores de la cooperativa que no recibimos salario desde marzo, también la crisis que ha disminuido la publicidad y lectores y que ha deshecho a muchos de nuestros contactos y financiadores, incluidos instituciones públicas y administraciones locales; el gobierno con sus recortes al mundo editorial y la cancelación del derecho subjetivo, el cual permitía a los periódicos pobres aunque fueran independientes, de recibir préstamos de los bancos y de programar su propia existencia. Más allá de eso era imposible ir.

Sin embargo, estos doce años no han sido así de malos. Para aquellos de nosotros que hemos aprendido un oficio, Carta ha sido siempre una excelente escuela. Hacer periodismo en un pequeño periódico inteligente y tenaz, libre y cooperativo, ha sido mucho mejor que hacerlo en un grande periódico de Berlusconi o de algún familiar suyo o de cualquier otros parecido pero de estilo más sobrio. Porque el mercado editorial italiano, como ya sabemos, es un mercado corrompido y, aun queriendo tener un nivel de “análisis” que realmente nos pertenezca, todo es competitivo. En Italia el 90% de los negocios gira en torno a los medios y está en manos de cuatro grandes grupos editoriales. También pro esto creemos, y lo hemos vivido, que la información, así como la pluralidad, son cosas demasiado serias como para dejárselas al mercado. Este ha sido nuestro desafío y estamos orgullosos de ello.

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