Marcos Bagno: El combate al prejuicio lingüístico

Entrevista de Joana Moncau Foto Ileana Maya - Casa do Brasil

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El prejuicio lingüístico es un prejuicio social, apunta el escritor y lingüista Marcos Bagno, brasileño originario de Minas Gerais y autor de más de 30 libros, entre obras literarias y de divulgación científica. Profesor de la Universidad de Brasilia, actualmente es reconocido sobretodo por su militancia contra la discriminación social a través del lenguaje. En Brasil es una referencia en la lucha por la democratización del lenguaje y sus ideas han ejercido importante influencia en los cursos de Letras y Pedagogía.

El combate al prejuicio lingüístico, señala, pasa principalmente por las prácticas escolares: es necesario que los maestros tomen consciencia y no sean ellos mismos los mantenedores del prejuicio linguístico y de la discriminación. Prejuicio más antiguo que el cristianismo, para Bagno, la lengua es instrumentalizada por los poderes oficiales como un mecanismo de control social. Dialecto y lengua, habla correcta e incorrecta, en la entrevista concedida a Desinformémonos, el lingüista desarrolla esos conceptos y muestra la ideología de exclusión y de dominación política por la lengua, tan impregnada en las sociedades occidentales.

«La lengua es un dialecto con ejército y marina», Max Weinreich

El control social es un hecho oficial cuando un Estado elige una lengua o una determinada variedad lingüística para que se convierta en la lengua oficial. Evidentemente cualquier proceso de selección implica un proceso de exclusión. Cuando existen en un país varias lenguas habladas y una de ellas se torna oficial, las demás lenguas pasan a ser objeto de represión.

Es muy antigua la tradición de distinguir la lengua asociada al símbolo de poder, de los dialectos. El uso del término dialecto siempre fue cargado de prejuicio racial o cultural. En ese sentido, dialecto es asociado a una manera errada, fea o mala de hablar una lengua. También es una manera de distinguir la lengua de los pueblos civilizados, blancos, de las formas primitivas de hablar de los pueblos salvajes. Esa forma de clasificación es tan poderosa que se metió en el inconsciente de la mayoría de la gente, incluso de las que declaran hacer un trabajo políticamente correcto.

La separación entre lengua y dialecto es eminentemente política y escapa a los criterios que los lingüistas intentan establecer para delimitar dicha separación. La elección de un dialecto, o de una lengua, para ocupar el cargo de lengua oficial, condena en el mismo gesto político a todas las demás variedades de lengua de un mismo territorio a la terrible oscuridad del no ser. La referencia de lo que viene desde arriba, del poder, de las clases dominantes, crea a los hablantes de las variedades de lengua sin prestigio social y cultural, un complejo de inferioridad, una bajo autoestima lingüística, la cual los sociolingüistas catalanes denominan como auto-odio.

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