La favela tras las rejas

Rafael Godoi Traducción: Carolina Casella Foto: ABr

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Este es el contexto de represión y resistencia carcelaria en el que surge la música del rapero Dexter, nuestro entrevistado en la sección de Imagina y Resistencia.

Sao Paulo, Brasil. El sistema penitenciario brasileño lleva consigo dos grandes características: la de la grandeza y la de la precariedad. Grandeza porque confina casi a medio millón de personas en el final de la primera década del siglo XXI, número que fue alcanzado muy rápidamente, en el transcurrir de los últimos años – en 1988, la población de presos en Brasil no pasaba de 89 mil personas; para finales de 2009 ya sumaban más de 470 mil. El estado de Sao Paulo es uno de los mayores propulsores de esa explosión demográfico-carcelaria: en 1986, el estado más rico del país confinaba a poco menos de 25 mil personas; en 2009, ya eran más de 160 mil, casi 35 por ciento del total nacional.

Esos datos ubican a Brasil como poseedor de la cuarta población carcelaria más grande del mundo – después de Estados Unidos, Rusia y China – y al estado de Sao Paulo como una verdadera “potencia carcelaria” global, con un sistema penitenciario más grande que en cualquier país europeo. Esos números fueron logrados a través de una constante política de expansión de celdas. Entre 1997 y 2006 – siempre bajo la gestión de gobiernos del PSDB [partido que comanda el gobierno de Sao Paulo desde hace 15 años y el mismo que estuvo de 1992 a 2002 en la presidencia de la República con Fernando Henrique Cardoso] – más de una centena de instituciones fueron construidas en Sao Paulo, principalmente en el interior del territorio estatal.

La justificación para tal expansión es siempre virtuosa: la disminución de la superpoblación, la mejora de las condiciones del cumplimiento de pena, el aumento de la seguridad de la población. Sin embargo, acompañando la trayectoria histórica del sistema carcelario paulista, se observa que la superpoblación nunca fue siquiera disminuida, y las condiciones de cumplimiento de pena siempre fueron demasiado precarias.

Cada prisión inaugurada fue rápidamente superpoblada, de modo que el déficit de celdas nunca ha llegado cerca de ser resuelto, aunque exista una gran inversión. En realidad, mucho antes de existir el PSDB, esa ya era la tónica regular del desarrollo de las instituciones carcelarias paulistas: si son creadas celdas en nuevas prisiones, nunca lo serán para disminuir el sufrimiento de los detenidos que ya cumplen con su pena, sino para someter a más personas a esa misma penuria –siempre en nombre de la seguridad de la población.

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