Arte en un antiguo edificio de la policía de Cerdeña

Claudia Crabuzza Traducción: Amaranta Cornejo Hernández

Cerdeña, Italia. Ocupar, ocuparse. No es poca cosa tener ganas aún. Me impresionan las historias de personas comunes que un día deciden abandonar los compromisos, las ganancias, el reposo y las prisas cotidianas para dedicarse a algo, para ocuparse de algo importante, ocuparse literalmente.

Me impresionan los mineros de la región de Iglesias (al suroeste de Cerdeña) quienes se meten bajo la tierra, esperando a sus esposas para que les lleven comida y una sonrisa del mundo de arriba; para que arriba se sepa de los puestos de tabajo perdidos, o de los meses sin salario.

Me impresionan los obreros de la Vinyls que escalan la torre aragonesa en Puerto Torres (puerto al noreste de Cerdeña) y se quedan ahí, colgando desde lo alto para poner banderas por los puestos de trabajo que se perdieron. O que (con una idea que uno se pregunta cómo nunca a nadie se le había ocurrido) desembarcan en la ex-cárcel de Asinara y la ocupan, estableciéndose en algo que fue la ćarcel de máxima seguridad, de la cual era imposible escapar. En cambio, ellos, en una revuelta se encierran ahí. En el patio central de la cárcel, a un metro del mar más bello que existe, discuten, comen, aceptan visitas, dan entrevistas e inventan una campaña mediática que les lleva periodistas, amigos, conciertos, espectáculos y numerosos desfiles de políticos sin respuesta alguna.

Son ya más de cuatro meses que la isla de Asinara ha sido ocupada por obreros. No se sabe cómo terminará la batalla, lo que sí es seguro es que la dignidad se salvará, que las bocas no se quedaron cerradas en un silencio resignado por años, que estos hombres y sus familias han tenido el coraje de arriesgarse y reaccionar a la mecanizada cancelación de los individuos, que es un producto de un mundo donde la sociedad se cotiza en la bolsa, donde hay propiedades de quién sabe quién, perfectamente productivas aunque víctimas de nuevos engranajes, desconocidos o quiza sean los mismos de siempre, que les usan y tiran como si fueran bolsas vacías, como si no contaran las vidas y las historias de las personas, los hijos menores, las casas que falta terminar de pagar, las vacaciones soñadas desde la luna de miel, las colegiaturas tan caras de las universidades, del infinito esfuerzo de ir hacia adelante cada día para no sentirse derrotados.

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