De la resistencia a la refundación en Honduras

Chris Thomas y Maria Reyero

Tegucigalpa, Honduras. «Me doy cuenta que ha pasado el tiempo porque veo mangos en los puestos de frutas. Es época de mangos. Como hace un año». Lorena Zelaya, integrante del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) platica con los vecinos y vecinas de la colonia La Esperanza, en Tegucigalpa, acerca de la Declaración Soberana, donde el pueblo hondureño manifiesta su voluntad de participar en una Asamblea Nacional Constituyente. Cuenta que en este intenso año de lucha y resistencia, de movilizaciones en las calles, de represión brutal, muchas veces pierde la noción del tiempo.

Hace un año, en la madrugada del 28 de junio de 2009, el presidente electo democráticamente, Manuel Zelaya Rosales, fue secuestrado por el ejército y conducido a Costa Rica, en el primer Golpe de Estado en Latinoamérica en este siglo. Esa noche no sólo se dio un Golpe al presidente Mel Zelaya. Al fin y al cabo, Mel pertenece a la élite oligarca del país, y estaba al frente del Partido Liberal, de tendencia derechista. Es cierto que había dado un misterioso giro a la izquierda en su último año de mandato, acercándose sobre todo al gobierno de Hugo Chávez, y planteando algunas propuestas que despertaron la simpatía de algunos sectores populares. Sino que, el Golpe político-militar iba dirigido a desestabilizar un movimiento popular fortalecido durante los últimos años.

«Independientemente de quién fuera el presidente de Honduras, se hubiera dado el Golpe de Estado, por la fuerza que tenía el Movimiento Popular en ese momento», plantea Óscar Estrada, periodista hondureño y analista de la situación política del país. Esta afirmación desmonta la idea de que la Resistencia nace el 28 de junio, que surge de la nada, con el regreso de Zelaya como única reivindicación.

«Hay una peculiaridad en Honduras», cuenta el periodista residente en Tegucigalpa, «y es que el sistema neoliberal no logra implantarse totalmente hasta el 28 de junio de 2009». Otra afirmación contundente que habla de que la lucha tras el golpe de Estado es posible gracias a la existencia de una base sólida del movimiento popular organizado. Las estrategias clave del sistema neoliberal en la región, como la privatización del agua, la instalación de represas o la minería, no se habían podido aplicar plenamente por la misma lucha y oposición de las organizaciones de base.

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