Minerva, expulsada por la violencia de Ciudad Juárez

Testimonio recogido en la ciudad de México por Marcela Salas Cassani

Soy Minerva, una mujer que se considera de Ciudad Juárez, aunque nací en Durango, puesto que tengo 22 años viviendo allá.

Para mí fue un choque muy fuerte irme de Durango, ya que era una ciudad muy pequeña, con una dinámica rural. Yo ni siquiera sabía usar el transporte público cuando llegué a Ciudad Juárez; fue muy fuerte entrar a la mecánica de la ciudad, pero eso me enseñó a ser solidaria con las demás personas, pues me di cuenta de mi vulnerabilidad. Aclaro: en esa época Juárez no era violento. La experiencia de llegar a una ciudad industrial tan grande fue agresiva, pero no violenta.

En 1993 empezamos a escuchar sobre los asesinatos de mujeres. En ese entonces yo estaba en la prepa y todo me parecía irreal, como leyendas urbanas. Incluso llegué a tomarlo como un intento de los adultos para asustarnos y que no saliéramos a bailar.

Juárez era un lugar con todas las libertades y totalmente sin prejuicios. Las personas llegaban ahí con la intención de trabajar y de vivir, pero como la gente que estaba a tu lado no era ni tu pariente ni nada, tú no te fijabas en ellos. Era una dinámica muy chida.

Ya en el ’98 yo estudiaba ingeniería en la universidad y tenía un novio que era socio de una maquiladora. Un día me invitó a comer con la gente de su maquila y ahí conocí a una muchacha que se llamaba Pamela. Hubo click entre nosotras y platicamos de todo: ella tenía dos hijos, estaba estudiando y quería hacer muchas cosas pero su circunstancia la anclaba a trabajar en la maquiladora.

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