Salónica, Grecia.En medio de una crisis económica sin precedentes y de la desesperanza que embarga a una sociedad a la que le han arrebatado las pocas certezas que tenía, surge un pequeño espacio que reivindica en los hechos el derecho al trabajo, es decir, el derecho a vivir con dignidad. Se trata de un restaurante autogestionado por un pequeño grupo de trabajadores que no se conformaron con el cierre que los patrones les quisieron imponer. Se rebelaron y tras una ardua negociación, ganaron su derecho a trabajarlo. Ahora, además, sin jefes y sin ni nadie que les diga qué hacer.

El restaurante Barcelonika, en la calle de Venizela número 3, en el centro de esta ciudad de la Macedonia, intentó cerrar sus puertas el pasado 15 de mayo. Los propietarios anunciaron a los trabajadores que no podían sostenerlo más y que todos serían despedidos sin liquidaciones ni pago de vacaciones ni nada. Los trabajadores dijeron que no, que lucharían por la autogestión, y así lo hicieron.

A Dina, una de las meseras y parte de la autogestión actual, se le ilumina el rostro cuando relata la historia. En medio del escepticismo reinante tras el anuncio de las nuevas medidas económicas, Dina dice que hay esperanza, “pero tenemos que pensar colectivamente y no en resolver los problemas de manera individual”.

Esta es la historia: “Este restaurante no era un negocio que no diera beneficios. En sólo 7 meses recuperó las tres cuartas partes del capital invertido, pero luego los propietarios empezaron a descuidarlo y se fue cayendo poco a poco. Los dueños lo empezaron a ver más como un restaurante de invierno y paulatinamente empezaron a querer despedir a los trabajadores”.

Sin embargo, cuenta Dina, “los trabajadores de este restaurante estábamos bien agrupados. Existía entre nosotros un sentimiento de equipo y de unión, cosa rara en este tipo de negocios en los que están perfectamente divididos los cocineros, los meseros y la gente de la limpieza”.